Sábado, 4 de agosto de 2007 | Hoy
LIBROS Y PUBLICACIONES
Por Federico Kukso
Nunca fuimos modernos
Ensayo de antropología simétrica
Bruno Latour
Siglo XXI, 224 págs.
Si hay algo que no le falta al debate modernidad-posmodernidad son las polémicas, ideales para llenar libros, estantes, bibliotecas, generar dolores de cabeza, acelerar calvicies y cansar la vista. Hay visiones que chocan, pensamientos que corren en paralelo e hipótesis crípticas e inentendibles hasta para el lector más minucioso y paciente. Jameson, Lyotard y Habermas están entre los que no dejan que el asunto descanse, como tampoco lo hacen desde varios flancos como la arquitectura, el cine, la filosofía y la política. Lo mismo ocurre en la sociología y hasta la antropología, como se puede ver en la obra del francés Bruno Latour, sociólogo-antropólogo-filósofo de la Ecole des Mines de París. De Latour se puede decir mucho, como por ejemplo que es uno de los popes de los denominados estudios sociales de la ciencia, es decir, aquellas perspectivas académicas que procuran desenmarañar y analizar el esqueleto científico como práctica social, actividad promovida por seres humanos para seres humanos en un determinado macrocontexto social.
La inclinación de su curiosidad por estos asuntos atraviesa de punta a punta sus libros como La vida de laboratorio, La pasteurización de Francia, Ciencia en acción, La esperanza de Pandora y Nunca fuimos modernos, recientemente publicado por Siglo XXI. Puede que Nunca... no sea su última obra sino más bien su anteúltima (de 1991), pero eso mucho no importa: ahí está como puerta de entrada para ingresar en el pensamiento de este autor que presenta al detalle los cruces entre ciencia, sociedad, tecnología y subjetividad.
Latour comienza preguntándose por aquellos hechos y situaciones extrañas que la cultura no sabe dónde ubicar. Son, a su entender, los “híbridos”, mezclas complejas de “lo social” y “lo natural”, una dicotomía fuerte y persistente en la modernidad como también lo son las de “mente y realidad” o “sujeto y objeto”.
“¿Los hechos son construidos totalmente en los laboratorios?”, se pregunta a la vez que se remonta al inicio mismo de la modernidad: al laboratorio de Boyle y las ideas políticas de Hobbes. Al progresar en su argumentación no sólo critica a la posmodernidad –o como él la llama, “el síntoma posmoderno”– sino a la modernidad misma, aquel “régimen nuevo, una aceleración, una ruptura, una revolución del tiempo, una invención total e irreversible que rompe con el pasado” que se asienta en el poder de crítica, en el vaciamiento de la naturaleza de una presencia divina y en el ímpetu en el cambio.
Lejos del virtuosismo de la pluma y el pensamiento de Foucault y Bachelard, Latour destapa los fundamentos realistas de la ciencia, advierte la imposibilidad de hacer antropología del mundo moderno (pues uno, quiera o no, siempre es actor y no espectador) y zanja la falsa brecha entre lo social y lo natural en la que se basa y justifica toda nuestra cultura.
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