Sábado, 10 de noviembre de 2007 | Hoy
LIBROS Y PUBLICACIONES
Vida de consumo
Zygmunt Bauman
FCE, 205 págs.
Del sociólogo polaco Zygmunt Bauman se puede decir de todo: que está viejo, que lo suyo ya no es la sociología sino simplemente la escritura, que mira el mundo desde la comodidad de su escritorio... Así y todo, nadie lo podrá nunca tildar de poco apasionado por los temas que lo desconciertan. Las pruebas se pueden rastrear en sus últimos cinco libros en los que insiste, insiste y vuelve a insistir sobre el mismo tema: el advenimiento de la “modernidad líquida” (o para otros autores, “posmoderna”) en la que los vínculos se tornan maleables, cambiantes al calor de las tecnologías y los marcos de subjetividad que estas imponen a la fuerza a cada individuo.
Obstinado, pero genial como siempre, en Vida de consumo Bauman vuelve a depositar la lupa sobre la hebras invisibles del ser (líquido y fluctuante) moderno y, haciendo hincapié en el llamado eterno a la compra, señala lo que muchos lectores viven, sienten y sufren sin poder poner en palabras. El fenómeno “Facebook” y las redes sociales, el auge de las citas por Internet y la fiebre por las compras son algunos de los cientos de ejemplos que le sirven al autor de Modernidad líquida, Vida líquida y Amor líquido como detonadores para subrayar el tempo moderno: una época ya no configurada alrededor del fetiche de la mercancía sino del “fetiche de la subjetividad”. Porque para Bauman la subjetividad actual de los individuos no está marcada por las relaciones de parentesco o el énfasis en el trabajo; está hecha, en cambio, de elecciones de consumo.
En la era de la información, donde la invisibilidad (no tener blog, fotolog o no estar conectado al Messenger) es sinónimo de muerte, y se propugna la apoteosis de lo nuevo y la denostación de lo viejo, lo durable es desvalorizado y prima lo efímero, lo fugaz. Bauman lo desliza cada vez que contrasta la antigua sociedad de los productores con la actual sociedad de los consumidores –una cultura ahorista y acelerada– marcada por la inestabilidad de los deseos, la insaciabilidad de las necesidades, la tendencia al consumismo instantáneo y acumulativo, y en la que el tiempo está marcado por rupturas, “instantes eternos”, mónadas cerradas sobre sí mismas. Un aquí y ahora en el que el que no compra no existe y en donde los propios consumidores se transforman en productos consumibles, para ser exhibidos, deseados y, eventualmente, comprados.
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