NOVEDADES EN CIENCIA
A semanas del estreno de la tercera (y al parecer última) entrega de aquella serie de megaproducciones cinematográficas llamada Star Wars (o Guerra de las galaxias, en su versión mal traducida), La venganza de los Sith, sus efectos se hacen sentir hasta en la odontología: científicos del Forsyth Institute en Boston (Estados Unidos) aseguran que la moda que se avecina en lo referente a limpieza dental viene de la mano de los sables láser, versiones en miniatura de los usados por Darth Vader (Anakin Skywalker) para enfrentarse a Obi Wan Kenobi, y recrear la eterna lucha entre el mal y el bien.
El invento de los estadounidenses está casi listo y consistiría en pequeños dispositivos emisores de láser (de color azul) capaces de matar únicamente a las bacterias “malas” que se acoplan a dientes y encías, y dejar intactas a las bacterias “buenas”. Uno de sus diseñadores, Nikos Soukos, asegura que tan sólo dos minutos de tratamiento cada día son necesarios para prevenir, controlar y tratar enfermedades bucales, por ejemplo.
“El paciente no siente absolutamente nada mientras la luz azul se aplica sobre el área que se encuentra entre los dientes y las encías y donde se deposita la placa bacteriana”, comentó el investigador.
Así, entre los objetivos o blancos de estos miniláseres se encuentran aquellos microorganismos llamados “bacterias de pigmento negro” como la Porphyromonas gingivalis y Prevotella intermedia que han sido asociadas con el inicio y desarrollo de diversas enfermedades de las encías.
“Creemos también que este método será particularmente benéfico para aquellas personas reacias a cepillarse los dientes todos los días”, agregó Soukos, sin revelar su fanatismo oculto por las clásicas películas de cowboys espaciales de George Lucas.
Se sabe que un buen día, hace 13.700 millones de años, cuando no existía ni el tiempo ni el espacio, el universo comenzó a ser. Y fue: con un gran ¡bang! (el famoso Big Bang), silencioso pero rotundo, que echó a rodar la máquina del tiempo, y las ruedas de las galaxias, nebulosas y planetas que a paso de tortuga llegarían a cubrir el cielo con figuras ricas y caprichosas. Los astrofísicos saben que ni siquiera la imaginación más frondosa y más activa podrá llegar alguna vez a vislumbrar cómo fue aquel día, aquel momento primigenio, básico y remoto. Aun así hay quienes no bajan los brazos y siguen con sus experimentos, repitiéndolos una y otra vez con resultados incontrastables.
Así, por ejemplo, están los físicos norteamericanos del Laboratorio Nacional de Brookhaven que a través de un potente acelerador de partículas (compuesto por dos túneles magnéticos en circunferencias que miden 3,86 kilómetros y dentro de los cuales el haz de iones viaja al 99,995 por ciento de la velocidad de la luz) continuamente hacen chocar entre sí iones de oro y sus últimos resultados son fascinantes: según se supo, los científicos lograron reproducir durante un instante la composición básica del universo luego del momento en que comenzó todo. Y lo curioso es que al principio, todo fue fluido: plasma de quarks y gluones (ver imagen), lo que se dice un nuevo estado de la materia.
Durante aquel “instante” mínimo (aproximadamente 0,00000000000000000000001 segundos), la colisión de un haz de pesados núcleos de oro chocó frontalmente con un haz de deutones (partículas compuestas por un protón y un neutrón) y recreó así dentro del túnel, a una temperatura cientos de millones de veces más alta que las de la superficie del Sol, un fenómeno similar al ocurrido cuando los ladrillos básicos de la materia, los quarks y gluones libres, se enfriaron conformando las partículas ahora por todos conocidas, palpadas y hasta saboreadas.
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