Sábado, 2 de agosto de 2003 | Hoy
NOVEDADES EN CIENCIA
Nuevo retrato terrestre
SKY & TELESCOPE
De nuestro planeta hay toda clase de retratos: los hay artísticos y fotográficos,
tomados desde globos de reconocimiento, satélites en órbita, desde
el borde del sistema solar e incluso desde otros planetas. Ahora, una nueva
imagen se añade a tan espléndida colección: se trata de
un mapa elaborado mediante la recolección de imágenes satelitales
(tomadas a lo largo de 111 días), que permiten apreciar las variaciones
gravitacionales, es decir, los puntos de menor o una mayor atracción
gravitatoria del planeta, imperceptibles para los sentidos humanos.
El autor del retrato no es ningún ser humano, por cierto, sino dos satélites,
conocidos como GRACE, siglas en inglés del sistema de Recuperación
Gravitacional y Experimento Climático, una misión de la
NASA y del Centro Aeroespacial Alemán. Las sondas, dos aparatos gemelos
que se encuentran separados uno del otro por 220 kilómetros, fueron lanzadas
en marzo de 2002 y día a día realizan detalladas mediciones de
la fuerza gravitacional de distintas zonas del planeta. Además, las dos
naves, únicas en su tipo y capaces de ver a través
de la superficie de los océanos, dan vuelta alrededor del planeta a más
de 450 kilómetros de altura.
El nuevo retrato del planeta no tiene únicamente como finalidad la contemplación
estética. También se espera que la información que de él
se desprende ayude a los oceanógrafos a mejorar su conocimiento sobre
la circulación del agua de los mares que tienen gran impacto en los cambios
climáticos del planeta y la pesca a nivel mundial.
Ahora bien, la imagen no es definitiva: como las mediciones de la atracción
gravitatoria fluctúan constantemente con los movimientos sobre la Tierra
en los océanos y en la atmósfera, los investigadores tienen pensado
elaborar un nuevo mapa una vez al mes y, de paso, ampliar un poco más
la exposición que tiene a la Tierra como tema.
Poesía darwiniana
NewScientist
Pese a lo que
se cree, la poesía no es una actividad que surge solamente del poder
creador de la imaginación humana. Al parecer, también puede brotar,
producto de la colaboración de muchos hombres y mujeres, del mismo interior
de una computadora. Tal es, al menos, uno de las ideas de un original experimento
elaborado por un tal David Rea (Connecticut, Estados Unidos), quien creó
un programa que permite a los poemas evolucionar.
La cosa es así: Rea cargó inicialmente un programa con mil palabras
sacadas al azar de Hamlet, Beowulf y partes de La Ilíada, y lo subió
al site http://www.codeasart.com/poetry/darwin.html. Allí, se les pide
a los visitantes que elijan entre dos versos que aparecen al azar. Los no seleccionados
son eliminados y los más aptos (aquellos que reciben más
votos), evolucionan, es decir, con el tiempo se intercalan entre sí y
nuevos y originales poemas emergen (y son puestos nuevamente bajo el voto del
público).
El objetivo del original proyecto es ver si la colaboración no negociada
de muchos participantes puede permitir la evolución de poemas a través
de la selección (no)natural y ver si personas con diversos gustos pueden
trabajar juntas para crear versos atractivos. Rea espera que a medida que se
sucedan las generaciones, empiecen a aparecer poemas con algún sentido
y que realmente valga la pena leer. Hasta ahora, se puede apreciar que los poemas
aptos son sólo conglomerados de frases inconexas. Por ejemplo,
el número 8587 dice: aunque nuestros ojos estén cerrados/ellos
pelean/mundos maravillosos/pesado escudo de sangre.
La propuesta tiene como inspiración los cadáveres exquisitos,
una conocida técnica literaria popularizada por los surrealistas que
consiste en una suerte de collage de palabras (o imágenes), fruto de
la participación de un grupo de individuos, cada uno de los cuales escribe
una frase en una hoja de papel y se la pasa enrollada al siguiente. Al final
de la ronda se tiene como resultado un poema original aunque un poco inconexo.
La poesía darwiniana (si es que a lo que surge del experimento de Rea
se le puede llamar poesía) está recién en pañales.
Pero, francamente, es un poco difícil que alguna vez llegue a igualar
las joyas literarias fruto de las mentes de autores de la talla de Charles Baudelaire
(foto), Emily Dickinson, Federico García Lorca o Pablo Neruda. Sin embargo,
no se pierde nada con el intento: sólo habrá que seguir clickeando
y ver qué aparece.
Censo ballenero
Science
Los censos de población casi nunca son sencillos de realizar: mucho que
abarcar, pocos voluntarios y sobre todo la dificultad de acceso a ciertas zonas.
Si ya es trabajoso hacerlo sobre tierra, ni hablar de lo que significa censar
bajo agua a poblaciones de animales como las ballenas.
En ese caso, los números distan de ser exactos. Hasta ahora sólo
se tienen datos sueltos de cuántos cetáceos pudo alguna vez haber
habido antes del comienzo de su caza con fines comerciales, basándose
únicamente en bitácoras anteriores al siglo XVII: entre 30 mil
y 50 mil ballenas fin, 130 mil minke y 20 mil jorobadas en el Atlántico
Norte. Sin embargo, un trabajo publicado recientemente y que lleva como autores
a los estadounidense Joe Roman (Universidad de Harvard) y Stephen Palumbi (Universidad
de Standford) indica que pudo haber habido alguna vez 10 veces ese número
de cetáceos: 360 mil ballenas fin, 265 mil minke y 240 mil jorobadas.
Básicamente, lo que hicieron los investigadores fue recolectar muestras
de ADN mitocondrial (material genético que pasa virtualmente sin alterarse
de madre a hijo) de 510 ballenas jorobadas, fin y minke, y luego estudiaron
las variaciones genéticas que allí detectaron. Sorpresivamente,
los científicos encontraron más diversidad en las mutaciones de
ADN de lo que esperaban, y que sólo se puede explicar, según Palumbi,
por la existencia de una gran presencia de esas especies en el pasado.
El descubrimiento tiene sus implicancias políticas: podría modificar
las decisiones de la Comisión Internacional de la Caza de la Ballena
(IWC) y detener al menos por unos 50 o 100 años la posible reanudación
de la caza de cetáceos (la IWC estipula la prohibición de esta
actividad hasta que la población no recupere al menos un 54 por ciento
de sus niveles históricos; hoy, por ejemplo, la cantidad de ballenas
jorobadas ronda sólo los 10 mil individuos).
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