NOVEDADES EN CIENCIA
CAIDA LIBRE
Discover Bastaron
dos físicos (una experta en mecánica teórica y aplicada
y un estudiante a punto de recibirse) para desenmarañar un problema que
desde hace siglos no deja dormir a los hombres y mujeres de ciencia: por qué
las cosas que son delgadas y planas como una hoja de papel, por ejemplo
se elevan primero y planean luego mientras se precipitan al suelo. Jane Wang
y Umberto Pensavento (de la Universidad de Cornell, Estados Unidos) abandonaron
por un instante la teoría para calcular los movimientos de una hoja de
papel . Y se llevaron algunas sorpresas: Wang cree que la subida y caída
de básicamente cualquier cosa plana (como las llamadas hojas de
otoño que acaban aterrizando muy lejos de su árbol, incluso
en los días sin viento) está gobernada por el caos.
A través de técnicas de modelado por computadora, los investigadores
calcularon cómo a medida que se aproxima al suelo el aire del ambiente
se las arregla para arremolinarse alrededor de los bordes de las hojas, lo que
hace que ondeen y den vueltas alocadamente. Y como el flujo cambia drásticamente
alrededor de los bordes agudos del papel, la teoría aerodinámica
clásica no sirve para predecir la trayectoria exacta de la caída
del cuerpo.
Pero el análisis financiado por la fuerza aérea estadounidense:
La fuerza que hace el aire depende mucho del acoplamiento entre los movimientos
de rotación y de traslación del objeto explicó Wang.
Así, el efecto del papel que cae es casi el doble de efectivo
a la hora de frenar su descenso que el conocido `efecto paracaídas,
lo cual beneficia a los árboles y otras plantas que necesitan dispersar
semillas hacia una cierta distancia desde el punto de origen.
Pese a la conspicuidad de tales evidencias, aún hay quienes por los pasillos
cargan en silencio a Wang y a Pensavento. Pero no les importa: el escocés
James C. Maxwell también fue seducido por el problema del papel
que cae y antes de darse cuenta terminó de atarle el moño
a la teoría que enlazó de una vez por todas electricidad y magnetismo.
CAMINO AL OJO
Science
Cuando escépticos y oscurantistas medievales (como el primer ministro
italiano Silvio Berlusconi) quieren asestar un golpe de efecto contra Charles
Darwin apuntan directamente hacia el talón de Aquiles evolucionista:
los ojos. No es para menos: el mismo Darwin consideró alguna vez absurda
la propuesta de que la compleja estructura ocular puede explicarse por medio
de la evolución por mutación espontánea y selección
natural, dejando sin explicar el desarrollo del sistema visual en el ser humano.
Desde entonces, el problema quedó picando. Hasta ahora: un grupo de investigadores
del Laboratorio Europeo de Biología Molecular acaba de presentar pruebas
contundentes del origen evolutivo del ojo humano. La investigación no
fue nada sencilla si se tiene en cuenta que las células fotosensitivas
(o sea, sensibles a la luz) de los vertebrados y de los invertebrados son diferentes,
lo cual llevó a algunos biólogos ha considerar la posibilidad
de que el ojo surgiera en la evolución no una sino dos veces, una en
cada tipo de animal. Según Detlev Arendt y Jochen Wittbrodt, el origen
de los bastones y los conos del sistema ocular humano derivaría entonces
de antiguas células fotosensitivas que estaban localizadas en el cerebro
de un ancestro común de vertebrados e invertebrados
No es tan sorprendente que las células del ojo procedan del cerebro.
Todavía tenemos células fotosensitivas en nuestro cerebro que
detectan la luz e influyen en nuestros ritmos diarios de actividad, explicó
Wittbrodt quien llegó a tal conclusión luego de analizar al enigmático
Platynereis dumereili, un gusanito marino que apenas ha cambiado en 600 millones
de años. Sólo un proceso evolutivo posterior puede explicar
cómo aquellas células fotosensitivas cerebrales terminaron yendo
a parar a lo que hoy se conoce como ojo, agregó. Que sean dos y
no tres, cuatro o cien es otro problema.
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