futuro

Sábado, 11 de junio de 2005

FINAL DE JUEGO

Donde se sospecha seriamente de Marco Ribas

–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. Mariano Ribas no nos ha dejado más que unas líneas con su mapa del universo, un hecho puramente empírico y por lo tanto ajeno a la filosofía.

–Yo pienso que, más que Mariano, ha sido Marco Ribas –dijo Kuhn–, que, aunque tiene un escaso mes, es bastante precoz.

–Efectivamente –dijo el Comisario Inspector–. Estoy seguro de que ha sido Marco, al que, de paso, sus padres reprimen negándose a comprarle una motocicleta. Podemos decirle a Marco que estamos con él, y que lo felicitamos por haber tenido la audacia y la valentía de nacer. El sábado que viene cerramos el tema de los fósiles.

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Fue Mariano o Marco? ¿Y por qué sus padres no le compran una motocicleta?

Correo de lectores

la taza de armstrong

El debate acerca de la autenticidad y la falsedad corre el riesgo de terminar con la aburrida cláusula que comienza con “depende de lo que entendamos por”. Es cierto que podemos considerar que un objeto es él y su circunstancia (su línea de universo). Pero eso es tan general que hace que cualquier piedra o tornillo sea tan único como un fósil. Una noción verdadera pero poco útil. Una empresa de autopartes dice que vende “repuestos originales”. Lo que quiere decir con ese oxímoron es que esos repuestos están fabricados con los mismos materiales y las mismas normas que las piezas originales y que son, por lo tanto, tan buenos como ellas para cumplir la función que deben cumplir. Un fósil es valorado no solamente por su interés científico sino también por su escasez. Un duplicado fabricado masivamente conservaría parte de su interés pero su abundancia lo haría menos valioso desde el punto de vista comercial, histórico y sentimental.

Una anécdota para terminar. A mediados de la década de 1960, un técnico de la NASA recibió en su casa a un grupo de astronautas que incluía a Neil Armstrong, antes de que éste se convirtiera en el primer hombre en pisar la Luna. Durante la vista, Armstrong rompió accidentalmente la taza con la que estaba tomando café. Como disculpa, más tarde compró una taza “idéntica” a la que había roto y la envió a la familia. Años después, la dueña de casa lamentó no haber marcado esa taza para saber cuál era la que le había dado el famoso astronauta. La taza estaba ahí, entre sus compañeras del juego, pero no poder decir cuál era rebajaba de alguna manera el valor del juego.

Claudio H. Sánchez

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