Sábado, 13 de mayo de 2006 | Hoy
FINAL DE JUEGO
Por Leonardo Moledo
Estimados Sres. Kuhn y Comisario Inspector: La pregunta no es tautológica si pensamos que “asesinato” no implicó delito hasta que la normativa lo castigó. La palabra “Asesinato” tiene un origen reciente (sólo un milenio). Viene de “asesinos” –en árabe “hashashashïn”–, que luego toma el latín del Medioevo: “assassinus”. Alude a homicidios rituales bajo efecto del hashish, siglo XI. Una reflexión necesaria sobre la cuestión planteada: los orígenes culturales. Herramientas útiles: Mito (hecho con mentiras que terminan siendo verdad) más que Historia (hecha con verdades que terminan siendo mentira, Chesterton dixit).
En un principio la Vida no era un don ni algo que se podía perder. No existía el concepto de propiedad sobre la vida. Las lenguas orales primitivas (indoeuropeo “gwi -wo gwi-wo-ta”=vivo, vida) consideran la vida como un período: del comienzo (hoy nacer) al final (hoy morir). La muerte, indoeurop. “mag -to” de “mag” -“meg”= grande, vuelto grande (de allí magno, magnitud); luego en escritura latinizada: “mactus” que alude a lo sagrado, al sacrificio. La muerte sí era algo que se daba: “dar muerte” era volver grande, engrandecer ya fuera por el sacrificio, ya por la victoria en la lucha, ya al matador, ya al matado. La vida se tenía; la muerte se daba.
“Homicidio”, en lenguaje oral primitivo “skhai, khai, kai”=golpear, fue equivalente a quitar la vida o a matar en el sentido actual. (Latinizado luego en “caedere”). Podemos pensar que allí se introduce el sentido de violencia: el homicida golpeador quita la vida.
En cambio, el vuelto grande que sacrifica o vence, da muerte. Asesinato (hoy) es “matar con (alevosía, premeditación), etc. “Curioso el etc.”, decía Khun. Curioso e interesante.
Asesinar es “matar con etcétera”, hay un plus al acto de matar. Los que matan y asesinan son sujetos; las instituciones no asesinan; matan. El llamado “permiso para matar” es la privación del etcétera. En tanto “sujetos”, el soldado, el verdugo (encapuchado, sin rostro), el pelotón, no matan. Representan a la institución (Ejército, Justicia, Estado). Están des-subjetivados por la Institución. (El problema psicológico de cada uno como persona es otro tema, para otro mail). Se podría pensar que detrás de ese “permiso” está la idea de “dar muerte”: allí se situaría la guerra (pero es un tema discutible, que también hemos trabajado en este Centro, y es para otro mail: sobre la irracionalidad de la guerra y sobre los que “confunden” guerra con procesos de exterminio). La teoría conocida nos dice que la primera vez que “se quitó la vida” (se asesinó) fue al Padre –odiado por acaparar todas las hembras de la horda–, pero al mismo tiempo “se le dio muerte” (se volvió grande, más poderoso muerto que vivo). Con el plus de matar apareció el etcétera, la palabra (del Padre), la Ley. Por eso todo asesinato remite a aquel homi -parri-cidio original. Es el crimen (delito) primero. Matar no es quitar un objeto (la vida). Es atentar contra el cimiento cultural. La muerte es siempre la del Otro. Agonizamos toda la vida porque somos (los humanos) los únicos que tenemos conciencia de finitud. (Pobre Lázaro, que tuvo que morir dos veces, Saramago dixit). ¿Y si invertimos la pregunta?: “¿Por qué ‘delinquir’ (no cumplir la Ley) es asesinar (un crimen)?”.
Carlos Hoogen
Coordinador general
Centro de Estudios Psicojurídicos
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