Sábado, 23 de septiembre de 2006 | Hoy
FINAL DE JUEGO
Por Leonardo Moledo
–Parece que la persecución fue una constante humana –dijo el Comisario Inspector–. Se persiguió en nombre de la ciencia, en nombre de la religión, en nombre de la política.... Acabo de leer Koba, el temible, de Martin Amis, sobre el terror estalinista y puedo asegurar que en nada se diferenciaba del terror de la persecución a las brujas...
–O del terror nazi –dijo Kuhn.
–Quizás el terror nazi era más dirigido: judíos, gitanos, homosexuales, locos, opositores, pero el terror estalinista era general, irracional, podía caer sobre cualquiera en cualquier momento, no sólo porque gritara ¡muera Stalin!, sino también porque se gritara ¡viva Stalin! No obedecía a ninguna lógica. Cuando un censo de población no dio lo que Stalin esperaba, mandó matar a todos los que lo habían hecho. Cuando un soldado caía prisionero se lo consideraba contrarrevolucionario y se mataba a toda su familia o se los enviaba a los gulags.
–Es verdad que, como dice el historiador marxista Hobsbawm, Stalin fue uno de los mayores, si no el mayor, monstruo de la historias universal.
–Recomiendo el libro de Amis –dijo el Comisario Inspector– aunque después produzca pesadillas. Cómo mató a todos los biólogos que enseñaban genética, cómo mató a los maestros que siguieron enseñando en las escuelas ubicadas en las zonas ocupadas por los alemanes. Cómo a los soldados que se escapaban de los campos de concentración alemanes los mandaba al gulag a trabajar a 40 grados bajo cero, cómo cada vez que se equivocaba y ocurría un desastre, por ejemplo en las cosechas debido a su política disparatada, acusaba del desastre a saboteadores y deportaba, mataba, mataba, mataba, mataba... Y es interesante la pregunta de Amis. “Datschó?” (“¿Por qué?”)
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