LA IMAGEN DE LA SEMANA
Podría leerse como un guiño curioso de la historia o, a lo sumo, como un recuerdo mundano y no tan idealizado de su existencia. Es que el dedo de Galileo –que se puede apreciar en el Museo de Historia de la Ciencia en Florencia, Italia– es más que sólo un dedo, una falange seca y corroída por los años. La historia (detrás del dedo) cuenta que fue cercenado del cuerpo de Galileo el 12 de marzo de 1737 por el anticuario (y cazador de souvenirs) Anton Francesco Gori cuando los restos de uno de los pilares de la ciencia (y hereje Nº1 de la Iglesia Católica) eran transportados a un mausoleo en la Iglesia de Santa Cruz, también en Florencia. De ahí, el dedo pasó de mano en mano: lo adquirió un bibliotecario llamado Angelo M. Bandini, se perdió en un par de ocasiones hasta que terminó, junto a las lentes con las que Galileo descubrió las lunas de Júpiter en 1609, en uno de los museos más famosos de historia de la ciencia del mundo. Irónicamente (o no), el dedo –del medio, de la mano derecha– mira hacia arriba y está orientado hacia Roma.
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