Desgastados hasta la explotación por la ciencia ficción, los viajes en el tiempo como tema devinieron, en casi 100 años, lugar común por excelencia de la literatura de anticipación. Y con razón, con la misma fuerza del vértigo, revuelven los cajones de la imaginación y despiertan los más estrafalarios sueños de revertir malas decisiones, conocer a figuras con aire de deidad, presenciar en primera fila la creación, ver al tatarabuelo en pañales o darle un abrazo afectuoso a los hijos de los hijos. Y sin embargo, la física no los descarta, al menos teóricamente: la Teoría de la Relatividad Especial de Einstein, quien le regaló al mundo una nueva visión del espacio, incluso, deja abierta la posibilidad de romper las cadenas temporales que atan a todos los mortales y navegar libremente por ese río tumultuoso, escaso y democrático llamado tiempo.