Cuentos asombrosos
Las evidencias halladas en el norte del valle del mar Muerto del uso del fuego hace 790 mil años para asar carne de caballos, ciervos, rinocerontes, hipopótamos y aves no agotan su cuota de fascinación en sus facetas físicas, químicas o incluso biológicas. Los restos pueden haber quedado allí, en el suelo, aguardando a ser descubiertos por algún equipo de arqueólogos que disfrutará de un breve lapso de fama; pero lo más valioso se habrá evaporado: los cuentos e historias (asombrosas, por supuesto) agitadas alrededor del fogón no dejan huellas. Lamentablemente, porque aquellas condensaciones de temores, experiencias y consejos transmitidas, presumiblemente, de generación en generación, moldearon cosmogonías y formas de ver el mundo. Además de foco de un protomedio de comunicación, el fuego, en definitiva, trajo un respiro de tranquilidad y seguridad en un mundo descarnado y de dioses desparramados en el paisaje, donde la muerte no se anunciaba. Don divino (o revelación de la deidad, en la India), sinónimo de hogar (Grecia y Roma), aliento de las máquinas (Revolución Industrial), hoy, el fuego cambió nuevamente de signo para pasar de liberación energética congregadora de familias a liberación de munición gruesa aniquiladora en los barrios famélicos de Irak.
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