Sábado, 23 de diciembre de 2006 | Hoy
LA VIDA SOCIAL DE LOS GUSANOS DE LA MADERA
Por Raúl A. Alzogaray
Hace más de 65 millones de años, cuando los dinosaurios se paseaban por la Tierra y la mayoría de los mamíferos no superaba el tamaño de un ratón, ciertos insectos emparentados con las cucarachas vivían en sociedad: se agrupaban en nidos multitudinarios y se repartían el trabajo.
Con el paso de los siglos, los dinosaurios desaparecieron y los mamíferos aprovecharon la ocasión para crecer en número y en tamaño. Pero aquellos insectos sociales no cambiaron gran cosa. Los antiguos romanos los llamaban “termes”, que significa “gusanos de la madera”. Actualmente se los conoce como termitas.
Las termitas viven en grandes nidos, los termiteros, y sus sociedades están formadas por tres castas que realizan distintas actividades: los obreros, los soldados y los reproductores. Los obreros son ciegos, sin alas y de color crema pálido. Se encargan de construir y mantener el termitero. También buscan el alimento y lo distribuyen entre los habitantes del nido.
Los soldados, también ciegos, son cabezones y dotados con poderosas mandíbulas. Tienen el cuerpo claro y la cabeza oscura. Su principal tarea es la defensa. Cuando un grupo de hormigas perfora la pared de un termitero, los soldados bloquean el agujero con sus grandes cabezas. Si la abertura es mayor, los soldados la rodean y, con sus fuertes mandíbulas, van cortando en dos a los intrusos que se aventuran dentro.
Los reproductores son el rey y la reina. Ambos desarrollan alas y casi no hacen otra cosa que comer y producir hijos. Cuando la reina alcanza la madurez, su abdomen crece hasta 10 centímetros de largo (decenas de veces su tamaño original). Una reina llega a poner miles de huevos por día.
Las termitas se alimentan de celulosa, uno de los principales componentes de la madera. En general, los insectos no están capacitados para digerir esta sustancia, pero eso no representa un problema para las termitas: en sus intestinos viven unos microbios que transforman la celulosa en sustancias más simples y fáciles de digerir. Algunas termitas se alimentan de un hongo que ellas mismas cultivan dentro del termitero, en una cámara especial y usando sus propios excrementos como abono.
Se estima que existen unos cuatro mil tipos de termitas. Cerca del 10% son de importancia económica, porque se alimentan de la madera con que están hechos algunos muebles, viviendas y otras construcciones humanas.
En las grandes llanuras de Africa y Australia hay grandes termiteros cuyas siluetas recuerdan las formas de las catedrales. La construcción de estas obras está a cargo de los obreros. Empiezan amasando bolitas de tierra, excrementos y celulosa masticada, que depositan en el terreno elegido y van formando montículos alineados, que luego se transforman en columnas sostenidas por tabiques.
Estos termiteros suelen alcanzar los dos metros de altura, pero en algunos casos superan los seis y tienen hasta 24 metros de diámetro. En algunas regiones cubren el 30% del suelo. Los de mayor tamaño albergan millones de termitas, es decir, tantos habitantes como las más populosas ciudades humanas.
En la base de los termiteros se encuentran las cámaras donde las obreras cultivan los hongos. El calor que despiden los hongos en crecimiento calienta el aire, que entonces tiende a subir y se dirige a una gran cavidad ubicada en la parte superior de la construcción. Esa cavidad está comunicada con el exterior, entonces el aire ascendente se mezcla con aire fresco, se enfría y vuelve a descender. Si no existiera este sistema de circulación, los habitantes del termitero consumirían todo el oxígeno en cuestión de horas.
Aunque se suele describir a las sociedades de insectos en términos humanos (y esta nota no es una excepción), y aunque a veces hasta los expertos caen en la tentación de interpretarlas desde un punto de vista antropomórfico, se trata de dos cosas muy diferentes. Hay que tener presente que los insectos no razonan ni planean sus actividades. Buena parte de su comportamiento es una respuesta automática a los estímulos que reciben del ambiente o de otros organismos.
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