Sábado, 27 de julio de 2013 | Hoy
El súper agujero negro Sagitario A* allí está, enclavado en el corazón de la Vía Láctea, a unos 25 mil años luz del Sistema Solar. Zamarrea estrellas de aquí para allá, cual si fueran motas de polvo al viento. Y además –hete aquí la novedad– también ha hecho estragos con una pobre nube de gas y polvo, observada recientemente por los astrónomos del ESO, con la ayuda del imbatible VLT. Está, sí, pero... ¿de dónde salió? Obviamente no puede tratarse de un agujero negro “normal”, objetos ultradensos de 5, 10 o 20 masas solares, resultantes del colapso de estrellas masivas (tras su estallido como supernovas). Muchos astrofísicos piensan que esta bestia gravitatoria –al igual que otras que anidan en los núcleos de otras grandes galaxias– probablemente nació en los primeros tiempos de la Vía Láctea, hace 10 o 12 mil millones de años, cuando, a medida que iban muriendo, muchas estrellas del núcleo galáctico formaron agujeros negros que crecieron –devorando gases y estrellas– y se fusionaron unos con otros. Otros piensan que quizá se formó a partir del colapso violento y repentino de grandes masas de gas en el núcleo galáctico. Sea cual fuere el caso, el resultado fue una entidad física superlativa. Inevitablemente invisible. Abrumadoramente “pesada”. Un monstruo gravitatorio que nadie podía imaginar, pero que, recién en tiempos históricos muy recientes y con gran esfuerzo y astucia, fue descubierto por la ciencia.
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