Las revelaciones de Snowden ya formaron una bola de nieve imparable, capaz de afectar la forma misma en que se gobierna Internet. El 7 de octubre las organizaciones que coordinan las actividades de Internet declararon, tras un encuentro en Montevideo, la necesidad de descentralizar las decisiones acerca del funcionamiento de la red de redes. La parte más gráfica del texto indicaba la “gran preocupación por el socavamiento de la confianza de los usuarios de Internet debido a las recientes revelaciones sobre un monitoreo y control extendidos”. Por eso proponen “acelerar la globalización” de Icann (Corporación para la Asignación de Nombres y Números) y la IANA (Autoridad de Asignación de Números de Internet), es decir, las encargadas de distribuir y regular las direcciones URL de la web, los estándares que se usan en ella y demás cuestiones técnicas que, por supuesto, no son neutrales. Estas instituciones están controladas por los EE.UU. (sobre todo su Departamento de Comercio) desde hace tres décadas, cuando comenzaron a existir.

Al día siguiente, el presidente de Icann, Fadi Chehadi, se reunió con Dilma Rousseff, a la que pidió que “elevara su liderazgo a un nuevo nivel para asegurar que podamos unirnos alrededor de un nuevo modelo de gobernanza en el que seamos todos iguales”. El desafío que implica la declaración es una forma de quemar las naves, y Brasil parece dispuesto a recibir a los náufragos en su puerto. Como resultado, en abril de 2014 la Icann, W3C, la Internet Society y demás organizaciones internacionales de Internet se reunirán en Río de Janeiro para hablar sobre un nuevo marco de Internet basado en la “libertad de expresión, privacidad, gobernanza democrática, multilateral, ejercida con transparencia, universalidad, diversidad y con neutralidad”, como pidiera Dilma Rousseff en su discurso sobre el tema en la última reunión de Naciones Unidas.