Sábado, 28 de junio de 2014 | Hoy
Saturno es una maravilla de escala súper planetaria: una bola de gas (casi todo hidrógeno y helio) de 120 mil kilómetros de diámetro ecuatorial, rodeada por un resplandeciente sistema de anillos, formados por un mar de polvo e incontables pedazos de hielo y roca, girando a toda velocidad. Esa “bola” escondería un pequeño núcleo sólido (quizá del tamaño de nuestro planeta). Pero, en conjunto, Saturno es extremadamente “liviano”: su densidad es de apenas 0,8 gramo por centímetro cúbico. Al punto tal que, si hubiese un recipiente con agua lo suficientemente grande como para contenerlo, Saturno flotaría como una boya descomunal.
El segundo planeta más grande del Sistema Solar (detrás de Júpiter) gira sobre sí mismo a unos 35.000 km./hora. Al punto tal que, debido a la fuerza centrífuga, luce sensiblemente “achatado” (su diámetro polar es un 10 por ciento menor a su diámetro ecuatorial). Esa rotación velocísima hace que los días duren apenas 10 horas y media. En contrapartida, los años son larguísimos: duran casi 30 de los nuestros. Y es lógico: Saturno está a casi 1500 millones de kilómetros del Sol. Diez veces más lejos que la Tierra. Por lo tanto, no sólo tiene una órbita inmensa, sino que, además, su velocidad de traslación es bastante menor que la de la Tierra.
La “cara visible” del planeta es su gruesa y pesada atmósfera exterior. Allí, la luz solar llega con una intensidad 100 veces menor que a la Tierra. Y las temperaturas rondan los -150ºC. En esa atmósfera, de color mayormente acaramelado, flotan y circulan coloridas nubes (de hidrógeno, helio, metano y amoníaco), empujadas por vientos de más de 1000 km/hora. Sin embargo, es mucho más “tranquila” que la violenta atmósfera de su hermano mayor, Júpiter.
Por supuesto: el sello distintivo del sexto planeta a partir del Sol es su espectacular sistema de anillos. Hasta hace algunas décadas, se hablaba de apenas cinco o seis. Pero las naves espaciales que exploraron Saturno –y muy especialmente la misión Cassini– revelaron que si bien es cierto que hay algunos anillos principales, éstos, a su vez, están formados por miles y miles de finas “cuerdas” de hielo, roca y polvo. En conjunto, el cuerpo principal de los anillos mide unos 275 mil kilómetros de diámetro. Dos tercios de la distancia Tierra-Luna. Sin embargo, hay anillos mucho más finos y pálidos que se extienden, al menos, hasta el doble de ese diámetro. Más allá de su enorme extensión, los anillos son extremadamente finos: sólo tienen entre 10 y 100 metros de espesor. Todo un prodigio de la arquitectura planetaria.
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