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Era difícil que una idea tan atractiva como la catalepsia no fuera aprovechada asiduamente en la literatura. Para un recorrido por esos temas, conviene empezar por el cuento El entierro prematuro, de Edgar Allan Poe, donde un cataléptico es el protagonista, y el autor se divierte contando historias de entierros equívocos para dar una oportuna vuelta de tuerca al final del cuento. Además, Poe caracteriza a otros personajes como “catalépticos” en –por ejemplo– El hundimiento de la casa Usher. Pero este preferido de Borges no es el único. Sir Arthur Conan Doyle usó personajes catalépticos en algunos relatos de Sherlock Holmes. Y también lo hizo el genial Philip K. Dick en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que se hizo conocido gracias a Blade Runner –su versión cinematográfica– dirigida por Ridley Scott. También hay catalépticos en la novela Silas Marner, de George Eliot, una autora inglesa del siglo XIX; en El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, y en obras de Rudyard Kipling y Alfred Tennyson. Tampoco podía dejar de atraer a los productores cinematográficos. Roger Corman dirigió –en 1962– una película basada en el cuento de Poe. Corman no fue el único. En 1973 se filmó una coproducción italiano-francesa bautizada Sepolta viva, que fue distribuida en los países de habla hispana bajo el título de Catalepsia, y es posible encontrar otra larga, y antigua, lista de películas clase B y C sobre esta particular temática.
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