Dice que no sabe cuándo hay vida, y así, ¿cómo va a respetar la Constitución, donde está contemplada la Convención de los Derechos del Niño?” Con ese retruécano de elevadísima agudeza –y con el apoyo de la sanjuanina Nancy Avelin–, la senadora justicialista Liliana Negre de Alonso (San Luis) sumó su granito de arena a la audiencia pública que Carmen Argibay debió enfrentar el miércoles, en su camino hacia un lugar en la Corte Suprema. Mientras desde los palcos bajaba el clima de cruzada que los grupos católicos autobautizados “pro-vida” intentaban imprimirle a la sesión en la que la Comisión de Acuerdos del Senado cumplía en responder a las preguntas de los senadores (elaboradas en base a los 19 avales y 29 impugnaciones que había recibido el pliego de Argibay), la candidata escuchó caer una tras otra preguntas que hacían caso omiso de sus antecedentes profesionales y académicos (que los tiene, y bastante nutridos) para centrarse en las cuestiones que alborotaron conciencias hace unos meses: sus declaraciones a favor de la despenalización del aborto y sobre su ateísmo. Con 65 años, soltera, sin hijos, y especialista en Derecho Penal (una rama mayormente poblada por varones), la candidata se vio obligada a aclarar una seguidilla de obviedades: “No soy abortista, no mando a nadie a abortar. Hay casos en el Código Penal en que está permitido, eso no lo inventé yo, y los que dicen que ataco la vida del no nacido están equivocados”; “es un problema médico y no podemos saber desde cuándo hay vida, pero creo que la mujer tiene el derecho de disponer de su cuerpo”; “la fe es algo que se tiene o no se tiene, pero respeto a todos los creyentes” y “lo de atea militante fue una ironía”. Porque una mujer profesional y de actuación pública puede creer todo lo que quiera, pero de ahí a declararlo públicamente sin consecuencias hay un trecho. Como sea, Argibay atravesó el trance más que dignamente, y ahora sólo queda esperar al miércoles 7 de julio, la fecha en que se debatirá el dictamen de la Comisión de Acuerdos del Senado.