La revelación la tuvo en exclusiva The Times de Londres: dieciocho años después de haber comenzado a ser amantes, Edwina Currie, la ex ministra de Salud del gobierno conservador de John Major, se decidió a contar con lujo de detalles, esos detalles a los que de pronto son tan afectos los británicos más reconcentrados, que durante cuatro años tuvo ardientes encuentros sexuales con el mencionado Major, justo antes de que la carrera política de él tomara vuelo. Hijo de un trapecista, de pasado más burgués que aristocrático, Major cultivó durante su gobierno una imagen más bien lavada, muy lejana a la actual briosa y sexy imagen de Tony Blair. Por eso sorprendieron los detalles brindados por Currie, una especie de Monica Lewinsky de la tercera edad, que dijo que se lo había levantado con mucha facilidad. El despecho de Currie se debe a que hace poco apareció una biografía de Major en la que su nombre no figura en ningún lado. Desatado el escándalo, Major no lo desmintió sino que dijo que su esposa, Norma, estaba al tanto de ese desliz desde hacía tiempo. Aclaró además que aquella relación lo “avergonzaba”. Currie, al enterarse de las declaraciones de Mayor, contraatacó: “No parecía muy avergonzado en esa época”. Lo más sorprendente de las revelaciones de Currie fue el tramo en el que aseguró que Mayor era “bueno, espectacularmente bueno en la cama”. En fin, la de Major fue una trampa como tantas, irreprochable para quien no hubiese hecho de la moral un caballito de batalla.