Viernes, 18 de septiembre de 2015 | Hoy
COSAS VEREDES
En India, los ataques con ácido a mujeres son una creciente forma de violencia cotidiana, que marca irreversiblemente a las víctimas. En ese contexto, una sobreviviente hace campaña para concientizar sobre la problemática y para que el gobierno ponga coto a la venta libre de químicos peligrosos.
Por Guadalupe Treibel
“Hola chicas, soy Reshma. Estoy aquí para enseñarles cómo tener los labios rojos perfectos. Empiecen cepillándolos, así removerán la piel muerta y los dejarán rosados. Luego, apliquen bálsamo labial, para que el rouge no se seque. Después usen delineador de labios, y entonces sí: lipstick, solo sobre los labios, no los contornos. Lucen perfectos, ¿cierto?”. El minucioso paso a paso de Reshma bien podría ser un tutorial más de aquellos que abundan por cientos de miles en YouTube; empero, la muchacha de 18 –que, en su serie online, suma tips para remover puntos negros o dominar magistralmente el eyeliner– termina cada clip con la siguiente nota: “Podés encontrar un labial fácilmente en el mercado; es casi tan fácil como comprar ácido concentrado. Esta es la razón por la que todos los días una joven se vuelve nueva víctima de ataques con ácido. Súmense a la petición para que el gobierno de India refuerce la ley que limita su venta”. En resumen, que limite y controle la venta de químicos altamente corrosivos que tienen un efecto catastrófico en las personas, derritiendo la piel y, a menudo, exponiendo los huesos; en ocasiones, disolviéndolos…
Quien vea el video notará lo evidente: que la propia Reshma Bano Qureshi, oriunda de Bombay, ha sido blanco de los mentados ataques; que ha perdido el ojo izquierdo, y tiene el derecho parcialmente cerrado; que su piel acusa serias marcas, incurables, foco de constante infección… Sin más, a un año del siniestro, la muchacha sigue en tratamiento. Y continúa militando para que se detenga tanta locura, porque “comprar un delineador cuesta alrededor de 100 rupias indias, sin embargo el ácido se puede obtener por solo 30”. En efecto, 30 rupias (poco más de 4 pesos argentinos) son todo lo que necesitan los perpetradores para desfigurar a las 1000 mujeres que cada año padecen esta forma de agresión misógina en el mentado país asiático. Misógina porque 7 de cada 10 víctimas son, en efecto, mujeres; porque si bien los enconos por causas económicas son una de las principales razones, también lo son el rechazo sentimental o sexual, las disputas en el seno matrimonial, las peleas por la dote… No es casual, en este sentido, que los especialistas aduzcan que la intención tras el cruel y perverso crimen no sea matar sino humillar a las jóvenes, incluso llevarlas al suicidio.
Con Reshma no han podido. No lograron quebrar su voluntad ni su cuñado ni los varones que lo acompañaban cuando la sujetó y le arrojó un concentrado de ácido sulfúrico en la cara el año pasado, para “enseñarle” el valor de la humildad por considerarla demasiado bella y popular. No pudo la Justicia, que encarceló al familiar pero dejó escapar a dos de sus cómplices. Ni la policía que dejó de buscar prontamente a los mentados perpetradores. No pudo el gobierno, que falló en compensarla con el dinero necesario para sus múltiples y muchas operaciones, razón por la cual la joven tuvo que apelar a donaciones de anónimos a través de una campaña crowdfunding de IndieGoGo, donde recaudó casi 9 mil dólares que sirvieron para costear parte de sus gastos médicos. Con Reshma no han podido; tampoco contra las otras sobrevivientes que, al igual que Qureshi, forman parte del colectivo Make Love Not Scars (en criollo, “Haz el amor, no las cicatrices”), ONG india que concientiza acerca de los ataques con ácido y otras formas de violencia machista para que “estos actos sean vistos como arcaicos y condenables”, además de asistir a muchachas en su rehabilitación, recuperación y reinserción social, de darles un espacio de contención y encuentro.
Organización responsable, dicho sea de paso, de los tutoriales de belleza primeramente descriptos, cuya intención de pasar mensaje ha resonado raudamente con el correr de los días. El millón y medio de vistos así lo indica, al igual que los muchos miles que vía Twitter expresan su apoyo bajo el hashtag #EndAcidSale. “Queríamos crear un contraste fuerte usando un tópico superficial como el maquillaje para hablar de un tema difícil como el uso violento de ácido en India. Hay un estigma tan fuerte alrededor de la temática que sentimos que un video de este tipo podía cambiar la percepción de la gente y mostrarle que las supervivientes son tan normales como cualquiera de ellos”, ofrece Bharat Nayak, miembro de Make Love Not Scars, sobre una iniciativa que –a su entender– “tuerce” las tradicionales normales de belleza femenina para poner el foco de atención en la urgencia que los convoca.
Urgencia que, en un reciente artículo, The New York Times explica del siguiente modo: “A pesar de que una orden de la Corte Suprema de Justicia de India de 2013 dispuso detener la venta pública de ácido y restricciones más estrictas a sus distribuidores, los activistas concuerdan en que materiales peligrosos -entre ellos, químicos industriales utilizados para limpieza- siguen estando ampliamente disponibles en el mercado, siendo de fácil acceso.” A pesar, además, de que se dispuso una ley específica con punibilidad de una década de prisión para quien ejerza esta forma de violencia, los casos tardan años en resolverse, y la policía apenas investiga, frecuentemente intentando que las víctimas cambien sus denuncias.
De allí, la importancia de que damas como Reshma Bano Qureshi levanten su voz en países donde ser mujer es ya un desafío; más aún con el rostro desfigurado, el cuerpo dolorido, el aislamiento y la estigmatización a la orden del día. De allí el valor de propuestas en sintonía, como la de la ONG Stop Acid Attack que, meses atrás, pedía donar un rostro (léase, una selfie) y algunas monedas, amén de juntar fondos que ayudaran a las víctimas. O el café Sheroes Hangout, que dicha entidad abrió a 130 kilómetros de Nueva Delhi, y solo es atendido por sobrevivientes. O, para el caso, el viralizado calendario realizado por el fotógrafo Rahul Saharan a fines de 2014 con imágenes de empoderadas muchachas; “porque son los agresores quienes deberían esconder la cara de vergüenza”, jamás ellas.
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