RESISTENCIAS
Las experiencias de autodefensa feminista no tienen que ver sólo con la necesidad de reapropiarse de la fortaleza del cuerpo –que la socialización de las mujeres suele convertir en debilidad constitutiva– sino también con la construcción de redes, de espacios colectivos en los que la empatía que nace cuando las vulnerabilidades son puestas en común generan otro tipo de poder, otros recursos, otra seguridad que no dependa de las instituciones ni del ánimo punitivista. Algo de todo esto pudo leerse en manifestaciones masivas como el Ni Una Menos o inesperadas –y multitudinarias– como la que se dio el último sábado en Parque Centenario. El cuerpo y las emociones en primer plano entablando un diálogo político cuyo rumor crece lentamente pero sin pausa.
› Por Flor Monfort
En 2002 un grupo de mujeres de la villa 11-14 al que apodaron las “amazonas del Bajo Flores” contaba a este suplemento que para resistir la violencia de los varones actuaban en grupo. Cuando un tipo le pegaba a una, respondían encarándolo, haciendo escraches, visibilizando aquello que el machote de turno pretendía ahogar en las paredes de su casa. Cuando entendieron que si la respuesta no era colectiva no había forma de defensa posible, dejaron de actuar solas, todo ocurría en tribu: así fue como criar a lxs chicxs, pensar estrategias de supervivencia en un país incendiado y responder al maltrato de sus parejas y ex se volvió un asunto de todas, tan importante el de la otra como el propio. También podían ponerle humor al estado de alerta riéndose del mote de “amazonas” que las remitía a la imagen de la curvilínea pelilarga con la que no se identificaban del todo. Lo importante era estar juntas, hacer de colchón mutuo, sentirse hermanadas cortando con esa máxima que imprime competencia y envidia entre mujeres. Desde entonces, Las12 viene acompañando grupos que se organizan para resistir el golpe cuando viene embalado por la impunidad, como se dio en el caso de Yanina González, quien estuvo presa casi dos años por “abandono de persona” luego de que su ex pareja matara a golpes a Lulú, su hijita de dos años. La Coordinadora Feminista Antirrepresiva y el grupo Gallo Rojo la contuvieron en un proceso que parecía condenarla a ella y dejar libre al único responsable y asesino. Desde allí que la consigna “si tocan a una respondemos todas” circuló a la velocidad de la luz y se hizo carne en el XXX Encuentro de Mujeres, donde además de sinergia y horizontalidad, uno de los talleres (que se realizó a puertas cerradas) proponía poner el cuerpo en sintonía con la energía grupal para la autodefensa, no solo porque aquel mantra de que las niñas debemos ser suaves y sumisas es disciplinador e inmovilizante sino porque la potencia está en la piña que podemos pegar, en las piernas que podemos poner a correr o en la patada que debemos aprender a esquivar así como en la fuerza de estar unidas. El 3 de junio fue una jornada histórica para sentir esa sonoridad que crece: miles y miles nos juntamos para decir basta a los femicidios y a la violencia machista, y la ronda fue tan grande que no hay filo que la amenace: allí estábamos de viejas a niñas, en todo el país, dejando de lado la intimidad de un dolor para volverlo abrazo colectivo. Todas vibramos por la de al lado, en ese testimonio que se dijo en voz alta y en simultáneo, sobre el hartazgo y la rabia ahogada por la naturalización de un orden que le hace pagar con la vida a una mujer cada treinta horas. Si el patriarcado espera vernos confinadas entre muros, la fiesta de encontrarnos ya se planta como escudo y se inflama de bronca pero también de solidaridad, de fuego, de alegría y danza.
La autodefensa no solo es plantarse con la silueta que nos enseñaron a domesticar para jugar a las muñecas, también es encontrarnos iguales a las otras, empatizar con el dolor ajeno y hacer del pogo un ritual que sume cada vez más alianzas.
Algo de esa potencia se vio el sábado pasado en Parque Centenario cuando miles saltaron al mismo tiempo para hacer temblar una semana llena de incertidumbre. No es casual que parte de ese camino haya empezado en las redes, como en el caso de la iniciativa que hizo estallar la plaza con Ni una menos, y se haya motorizado con su misma rapidez y eficacia. Para Majo Giovo, periodista de Facción, una plataforma de Comunicación alternativa en América Latina, Amor Si Macri No es el resultado de un impulso, una desesperación que puso en marcha un movimiento que terminó siendo salvador. “Eran las 3 de la mañana cuando todavía los resultados de las elecciones presidenciales estaban frescos. La reacción fue inmediata: había que ponerse en marcha. Oliver Kornblihtt, fotógrafo que reside en Brasil y compañero de iniciativas colectivas me comenta de una campaña que se lanzó hace tres años atrás para evitar que Celso Russomanno, entonces candidato a alcalde por San Pablo del Partido Republicano Brasileiro (PRB), ganara los comicios. Periodistas, activistas, agrupaciones, gestorxs culturales y hacktivistas crearon un frente popular y nació el hashtag #AmorSimRusso mannoNao. Fue tan grande la movilización en redes que finalmente Russomano se quedó afuera de las elecciones”. Mientras esa lanza ya estaba en el aire, la artista Fernanda Laguna, con larga trayectoria en el uso del arte como herramienta de inclusión social y una militancia de años en la villa Fiorito y la editora de este suplemento Marta Dillon, también hacedora de Ni una menos que a su vez se motorizó con la experiencia virtual del Tortazo (primero como respuesta a la censura de Facebook, enseguida como punto de reunión y goces diversos a través de imágenes, fiestas y recursos tortilleros), le dieron ritmo al chat del insomnio activadas por el nudo en la garganta. Ya eran las 8 de la mañana del lunes cuando juntas y en tríada con la artista visual Mariela Scafati, pusieron palabras y dieron forma a la idea de Facción. Lo que salió fue sumar una narrativa propia fruto de esas experiencias y de haber trabajado juntas otras veces y llenar de sentido a esa palabrita que de tan gastada a veces se deforma. “Amor” en este contexto político y en este año de movilización y rejunte implica, frente a la alegría y los globos de colores, un motor que conlleva poner el cuerpo, pero un cuerpo real y tangible que se resignifica en consonancia con otros, nunca solo, nunca lavado, nunca expulsivo. Amar en el espacio público, como se hizo el 31 de octubre en el Parque Centenario, es llenar de certeza aquello que hasta ese momento era incertidumbre pura, independientemente de los resultados de las elecciones, con la pulsión de la bronca que empezó con el resultado electoral pero el trabajo de muchxs, desde mucho antes. La viralización en las redes fue inmediata. El mensaje, la estética, encontrar una narrativa distinta, usar el magenta (un color relacionado con la diversidad) por fuera de la lógica de los colores partidarios fue fundamental. Así fue como el evento se transformó en una herramienta de empoderamiento. En un espacio que permitió pensar estrategias y herramientas nuevas, refrescantes, laterales. “En lo personal, fue muy movilizante ver a toda esa multitud actuando como una gran red de acción. Ahora tenemos que trabajar para fortalecer ese entramado. Somos miles y la calle será, como siempre, nuestro espacio de encuentro” dice Scafati y adelanta que la experiencia ya promete multiplicarse. Córdoba, San Fernando, Quilmes, Morón, Santiago del Estero, Chivilcoy, Tucumán, Santa Rosa, La Pampa, Avellaneda, Olivos, San Miguel, Mendoza y Berisso van a hacer sus versiones. “En el hacer nos reconocimos, y vimos que había un montón de cosas en común y un deseo de ir para adelante. Cada lugar impondrá su ritmo, su modo de organización, hay un instructivo de distribución espacial, un uso de símbolos y de las redes, pero es horizontal, de manera que no hay ni escenario, ni figuras, ni líderes, como se supone que marca la agenda política” dice y narra su experiencia en Serigrafistas Queer, que se define como no grupo y que desde 2007 interviene el espacio público con la misma idea de respuesta colectiva. “En ese sentido, destaco las micro-asambleas, grupos que se improvisaron al final de la tarde, cada uno con su tema, desde cultura a salud, craneando como y dónde seguir agitando. Todas esas propuestas, que son como 300, las vamos a subir online. Para mí como artista visual era importante que los artistas estuvieran a la par del público: esa incomodidad hizo que la gente rotara, hubiera otro movimiento” dice. Todos esos detalles de los que habla Scafati y se desmarcan de las convocatorias tradicionales se fusionan para dar mensajes: había banderas a mano, espacios de discusión donde no se bajaban consignas, se escuchaba cada voz, hubo un sector donde se montó un taller de serigrafía, la gente hizo collages, escribía sus ideas, vecinxs que se acercaban para aportar, ofrecer recursos, aportar nuevos y más espacios. “Ahora me parece que estamos más cruzados, pase lo que pase. Yo estuve organizando las micro asambles y todes hablábamos de eso, de compartir herramientas y mucho más allá del 22. Amor es derechos, es lo que sacamos de la marcha como consigna y frente a las críticas que dicen que con el amor no pagamos las cuentas. Yo creo que el amor es una manera de construir y construir también es bancar la propia vida desde lo económico”.
“Cuando la gente se reúne en espacios públicos para combatir la destrucción progresiva de los bienes infraestructurales, para combatir las medidas de austeridad, por ejemplo, que recortarían la educación pública, las bibliotecas, los sistemas de transporte y las carreteras, nos encontramos con que la misma plataforma de dicha política es uno de los elementos de su agenda” escribió Judith Buttler en “Repensar la vulnerabilidad y la resistencia” mucho antes de Amor Sí Macri No y hablando de autodefensa sin nombrarla de esa manera pero marcando sus contornos. Durante la década de los ‘90, cuando el neoliberalismo mostró de manera diferenciada pero constante sus más feroces fauces en formato de crisis económicas, arrastrando a poblaciones enteras a condiciones de competencia feroz, incertidumbre económica, privatización de la cultura, y una precariedad social extendida, nacieron en diversos puntos del mapa nuevos movimientos sociales que renovaron el ejercicio de la política y en si, lo entendido como político, a partir de la necesidad urgente de intervenir en estas coyunturas. El principio que muchxs investigadores, activistas y teoricxs tanto de Europa como América Latina reconocen, en estas formas de inventar colectivamente estrategias de resistencia contra el impacto de la precarización neoliberal, por un lado es el rol fundamental de la organización político social en torno a la potencia poética de lo expresivo, y por otro, plantean como diferenciador el principio de organización y politización de estos movimientos en torno al deseo, y sobre todo a la afectividad. En nuestro país, uno de esos teóricos es Nicolás Cuello, activista de la gordura y becario de investigación en la Universidad Nacional de La Plata. Para él “pensar en y desde las emociones y en cómo intervenir en un escenario político desde los afectos, puede significar dar paso y estatuto de político a esos registros sensibles del cuerpo que se activan en el curso de nuestros modos de estar en el mundo. Allí, en esa escucha, existe la posibilidad de producir un movimiento que deje de entender las emociones y los afectos como reactivos, individuales y accesorios, para pensarlos justamente como un lugar donde efectivamente se produce, donde sucede lo político. Estas formas de organización, entonces, permiten desestructurar la historia culpabilizante que arrastran ciertos formatos de activismo en torno a lo que sentimos, y convierten esa experiencia en la energía erótico afectiva que produce identificación, que gestiona la grupalidad, que empieza a escribir los acuerdos y da lugar al desarrollo de una plataforma de acción política específica”. En esa grupalidad se inscribe gran parte de la movida que inauguraron las Madres marchando en círculo en la Plaza, en la explosión de H.I.J.O.S como continuador de sus consignas, y se enlazan con la resistencia feminista y con la lucha del movimiento lgbt, que abrieron paso a la discusión sobre los modos diferenciados en los que la vulnerabilidad y la precarización actúan sobre nuestras existencias, complejizando de manera productiva la tarea de construir lo común.
“La autodefensa para mí es una práctica micropolítica de reconfiguración de la subjetividad enmarcada en un proceso colectivo. Te constituye y afecta tu forma de habitar el mundo. Fortaleciendo tu autonomía pero respaldada por la manada. Los talleres y grupos no tienen una única forma, son lo que produzca el encuentro entre esas personas que se cruzan a preparase, a entrenar. La riqueza está en no establecer roles fijos, y en poder aprovechar lo que cada quien tenga para ofrecer al espacio. Todo suma, es hermoso ver como los procesos individuales se suceden como parte constitutiva de un proceso colectivo, de esa grupalidad que se revisa en forma permanente, intentando poner en cuestión cada aspecto de la vida social. Por eso, creo que cualquier práctica de encuentro entre mujeres y otras corporalidades oprimidas por este patriarcado es autodefensa” dice Rosario Castelli. Como cada viernes a las 8 am, Castelli se encuentra con otras mujeres en una diplomatura para formar Operadores sociales en Promoción de la Equidad de Género y Prevención de las Violencias. Abriendo la pregunta a las mujeres de la diplo, todas cooperativistas de los Programas Argentina Trabaja, ellas definen la autodefensa como saber sobre las otras, saber para decir cosas que nunca hubieran dicho. “Antes no sabíamos que había muchas como nosotras. Ahora sí y somos un montón” dice Moni. Marisa afirma “tu vida no va a ser la misma. El miedo y el dolor te quedan en el cuerpo. Cuando encontrás espacios como este, donde podés hablar, tu cuerpo se va liberando, vas sacando esa angustia, te liberás”. “Yo cuando llegué a un taller de autodefensa, y vi un montón de pibas como yo, entrenando, fue revelador, en mi barrio no había eso. Lo mismo que cuando fui al Encuentro de Mujeres por primera vez. Me quedé parada en la plaza mirando: ¡Somos un montón!”. Gladis cuenta que “antes era buenita y sumisa, ahora no. No sabés bien qué hacer pero lo hacés y lo mejor es que ves los resultados concretos, por eso te metés”. Isabel se queja y con justa razón “toda esa gente que se supone que nos tiene que proteger y ayudar, jueces, fiscales, policías, servicios de salud, es toda gente preparada, con estudios, están ocupando cargos de poder y se manejan con una impunidad tremenda para juzgarnos y reproducir lo mismo que denunciamos. Entre nosotras nos tenemos que ayudar, es muy importante lo que estamos haciendo”. “Lo que estamos haciendo” es crear otras formas de existencia. Una que les permita vivir libremente esos lazos sociales que potencian a todas. Fabricar relatos propios sin leyes, ir creando referentes. Las estrategias de visibilidad contribuyen a poner esos referentes disponibles para el resto, a expandir el imaginario de posibilidades, no para imitar sino para crear opciones, para disputar las reglas con las que se tejen los vínculos en la sociedad. “Por eso hablamos hoy de autodefensa, en esta coyuntura en la que se están disputando los sentidos de un eslogan, como el Ni una menos que de fácil que es, hace muy feliz al capitalismo cognitivo y sus máquinas de lavar, ya lo perdimos. La pregunta es ¿a quienes vamos a interpelar? y la otra pregunta es ¿quién es ese nosotras? y como consecuencia ¿quiénes van a encarnar al patriarcado para el castigo ejemplar cuando todo esto resulte en ‘más seguridad’?” dice Castelli.
No está claro en qué va a devenir todo esto, pero mientras, hay quienes se forman, quienes se organizan para acompañarse, para cuidarse. El escrache, la denuncia, la demanda, manifestarse para reclamar, establecer estrategias de visibilidad, difundir las cifras de la violencia, son algunos pasos para avanzar colectivamente y desde la base y esto es lo que el feminismo organizado y el activismo sexopolítico vienen haciendo hace décadas. La autodefensa, entendida como modos de cuidarnos entre nosotrxs, también es la autogestión colectiva del placer, de la risa, la alegría, el juego, el baile, la fiesta. No hay recetas, para algunas puede implicar aprender a estar alertas por la calle, pero quienes viven hace 30 años con la alerta enquistada, es encontrar un descanso en otrxs, disfrutar. Tiene que ver con conocer nuestros cuerpos, conectarnos con esa sexualidad y esas formas de relacionarnos con otrxs que nos fueron prohibidas. Esas conquistas son las que más molestan, las que se instalan en el cuerpo como espacios de resistencia y como formas de liberación. Las que no tienen retorno, porque un fallo se puede revocar, pero un orgasmo no.
Retomando el manifiesto de Amor Sí Macri No “Y también sabemos lo que queremos, resistir juntos y juntas, salir de las redes y conjurar la intemperie de ese cielo abierto para convertirla en cobijo colectivo, poner nuestros cuerpos junto con otros cuerpos, tejer redes que nos van a sostener ahora y en adelante. Este círculo que formamos es un primer anillo, nos rodea otro al que hay que comunicar y convencer, y otro más. Y desde aquí nos desarticulamos para generar otros círculos que vayan replicándose como las olas en el agua cuando cae una piedra. Esa piedra es conciencia, esa piedra es acción”.
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