COSAS VEREDES
Un juguetillo sexual que vibra cuando la mujer lee literatura erótica es el nuevo gadget del mercado sextech. Producto inteligente, si los habrá, que estimula goce y fantasía por partida doble, y ha sido creado en Francia (como no podía ser de otro modo).
› Por Guadalupe Treibel
No es precisamente habitual leer que un juguete sexual tiene “clara vocación intelectual”, sin embargo, la etiqueta otorgada por una periodista ibérica a un novedoso artefacto amatorio no podría ser más atinada. Porque no conforme con estimular sexualmente a las damas, el artilugio hace lo propio con su imaginación, tarea fundamental al momento de generar un tsunami de placer (la zona erógena por excelencia es, después de todo, el cerebro). Lo cierto es que el futuro de la masturbación femenina ha llegado y luce encantadoramente letrado, gracias al flamante producto de la flamante firma francesa E.Sensory. Producto que, con la intención de “crear experiencias de realidad aumentada”, incluso ha flechado al jurado de la feria tech más reputada, el CES, que -rendido a tan seductora propuesta- le ha otorgado una distinción en innovación. Empero, dejando el calentamiento previo (momentáneamente) de lado, voilá el quid de la cuestión: el festejado chiche se trata de un vibrador de silicona medicinal que, conectado vía Bluetooth a una tablet o smartphone, se activa cuando la dama se entrega a la literatura erótica. Sincronizados sendos adminículos, el mero roce, sacudón o abrupta respiración de la mujer sobre la pantalla avisa al sex toy que necesita comenzar a vibrar, multiplicando físicamente los efectos gozosos del texto pasionario.
“Estamos explorando un tema tan original como la lectura digital sensorial. La idea es proporcionar, a través de diferentes interfaces, sensaciones carnales reales a quienes leen. En este caso, a partir del erotismo”, sintetiza la entrepreneur Christel De Coq, fundadora de la empresa y mente rectora tras el invento de mil amores (o de mil orgasmos, a juzgar por su auspicioso mecanismo), con fecha estipulada de salida al mercado el próximo marzo. Y acaso por su promesa de hacer trinar a usuarias ávidas o -en el mejor de los escenarios- asistirlas en un vuelo de alta y dichosa emoción (tiene 10 velocidades, después de todo), el gadget lleva por nombre Little Bird (en criollo, “pequeña ave”). Aunque sus suaves contornos se asemejen más a la pipa de Sherlock Holmes que al aspecto de un plumoso pajarillo… Claro que, por diseño ergonómico, creatividad y funcionalidad, poco habrá que objetarle a esta modalidad high-tech; en especial, de cotejar sus bondades con el primer sex toy de la historia (un consolador de fría, fría piedra pulida y 20 centímetros de longitud, de más de 28 mil años). O por caso, al compararlo con ejemplares contemporáneos del tipo Eva (petit manos-libres, no obstaculiza la penetración), Iroha Mini (monono y fácilmente trasladable) o Ladygasm Bliss (potente, con forma de lengua) que, aunque satisfactorios, no habían sincronizado el potencial del consolador/vibrador con la experiencia de la lectura.
“Por supuesto que el mercado ya existe. Nosotros no inventamos el juguete sexual. Tampoco creamos la literatura erótica. Las mujeres no han esperado a nuestra llegada para pasársela bien. Simplemente proponemos una nueva manera de leer o jugar, una nueva dimensión pasionaria. Little Bird no es vital, pero es importante”, ofrece -no sin refrescante humildad- Le Coq, expresa aficionada del mentado género literario y militante por la defensa del derecho al placer de las mujeres. Finalmente, aunque devenido tópico tabú con el discurrir de los siglos, la masturbación femenina data del principio de los tiempos, con -por caso- grupos paganos de hombres y mujeres en la Antigüedad ejercitando la práctica en solitario -a la vista de otros en símil faena-, amén de encargar a los dioses fertilidad para sus tierras y asegurarse buenas cosechas (la meta, eso sí, era alcanzar el clímax a la par, cual sinfonía orgiástica, complicada tarea). Por tanto, ¡enhorabuena! cualquier iniciativa que, conforme a los tecnologizados tiempos, aplique ciencia a mejorar la práctica Hazlo Tú Mismo y, colmo de dicha plena, estimule la lectura.
Quienes gustan de dar rienda suelta a la imaginería hot gracias a letras subidas de tono estarán encantadas. Como también lo estará la “abuela de la masturbación” o “gurú del orgasmo”, como se ha tildado a la tallerista y escritora feminista Betty Dodson, que lleva décadas declamando “¡la responsabilidad por la satisfacción sexual está en nuestras propias manos!”. Y, ojo, no por mero capricho o “deporte”. Como la doña ha explicado en cierta ocasión, “el segundo problema más importante para las mujeres a la hora de disfrutar plenamente del sexo –aparte de la iglesia católica, que todavía prohíbe la masturbación y los anticonceptivos–, es la falta de información y una educación sexual que incluya el placer de la mujer y no solo la procreación. Si ella no entiende el papel de su vulva y clítoris a la hora de alcanzar el orgasmo, será siempre una víctima que el hombre pueda usar para su propio placer”.
Por supuesto, quienes prefieran leer de a dos y darse una manita en los menesteres amatorios, también pueden utilizar el sex toy acompañadas. El pajarillo, de más está decir, no hace distinciones. De hecho, su sitio web aclara que -incluso quienes no estén interesados en literatura erótica- pueden sacarle provecho “utilizándolo como un simple control remoto en soledad o pareja”. Para las que, en cambio, sí gusten de empaparse de títulos sugerentes, Le Coq asegura que ya disponen de 200 obras especialmente adaptadas, incluidos textos originales escritos para la ocasión. “Elige tu propia aventura”, pareciera proponer esta heroína francesa, que ya cuenta con el madrinazgo de la escritora de piezas eróticas Françoise Rey y que convoca vía web a autores y editoriales todas a sumarse a su gozosa ola. Ola que continuará revolviendo la marea con futura oferta en audiolibros y, por qué no, otros complementos inteligentes. Si el erotismo es pornografía vestida de Chanel, como dijo en cierta ocasión el cineasta español Luis García Berlanga, ha adquirido una pieza de alta costura irreemplazable.
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