Mar Cerdà (1984) es una joven ilustradora barcelonesa que, en sus palabras, cree “firmemente que un personaje puede ser definido por el espacio, aún sin estar de cuerpo presente”. “Mi entrenamiento en cine y audiovisual, al igual que mi especialización en dirección de arte, solo enfatizan mi fascinación por la escenografía y la arquitectura”, esgrime desde su sitio web, subrayando una evidente predilección por las locaciones. Predicción puesta de manifiesto no solo en dichos: también en el “manos a la obra”. Finalmente, la artista dedica buena parte de sus horas-mujer al monono diseño y la cuidadosa confección de dioramas que crean -o recrean, según- sitios memorables. Sean mediterráneas casas de la isla Menorca, el balcón de la Julieta de Shakespeare o un fashion show del villanísimo Mugatu, de Zoolander (con manifestación incluida), todo acaba vuelto miniatura, a base de envidiable pulso para el recorte y pegado de papel (su materia prima) y, por supuesto, el coloreo (en acuarelas).

Aunque con muestras varias en galerías muchas de Estados Unidos y España, entre otros puntos cardinales, han sido dos de sus más recientes piezas las que han puesto a Mar en la cresta de la ola virtual, viralizándose nombre y obra. Con sobradas razones, en tanto sus mini film sets de películas de Wes Anderson encantan por múltiples motivos: la meticulosa atención al detalle (ni siquiera omite maletas, enchufes, guardas o productos de higiene personales), la recreación de la estética preciosista, la composición -con vista frontal- simétrica (en honor a los originales, claro), la reinvención a pequeña escala… Así, Cerdà ha “encogido” la conserjería de El Gran Hotel Budapest, el interior del vagón de los hermanos Whitman en Viaje a Darjeeling, el baño de Los Excéntricos Tenenbaums (con Margot y Etheline incluidas)… Otra prueba de amor a los films del cineasta genial, que a menudo inspira manifestaciones artísticas propias a lo largo y ancho, y que -incluso en formato reducido- conserva toda su belleza.

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