Vie 18.03.2016
las12

POLÍTICA

Sin resguardo

El 86 por ciento de quienes accedieron a la última moratoria previsional fueron mujeres. El gobierno de Cambiemos anunció que esta posibilidad se termina en septiembre y no sería extendida. En los hechos implica la caída de la llamada jubilación para amas de casa, que perjudicaría especialmente a mujeres mayores que sufrieron la explotación laboral, la informalidad o que se dedicaron al cuidado de lxs hijxs y el hogar y se quedaron sin seguridad para la vejez.

› Por Luciana Peker

-Yo trabajé toda mi vida juntando aceitunas y cortando uvas, un trabajo muy bruto, muy pesado, porque antes teníamos que acarrear los cajones para que los cargaran los camiones. Salíamos a la mañana y volvíamos a la noche a la casa. Pero toda la vida trabajamos en negro. Nos daban 4, 8 o 12 pesos y no nos hacían ningún aporte –cuenta América Ramona Ontivero, desde Chilecito, La Rioja. América nació el 20 de julio de 1948 sin brazos que la protegieran. Se quedó huérfana y vivió con tíos hasta que empezó a trabajar a los diez años en una casa de familia: limpiaba, cuidaba a los niños, ayudaba a ir a los mandados, relata. A los veinte años empezó a teñir de verde o mora sus manos en las fincas.

–Ya tenía mis hijos y mientras andaba embarazada y todo, lo mismo iba a trabajar y volvía –describe. Tuvo ocho hijos, seis vivos y dos muertos, diferencia. Tiene la espalda partida de tanto levantar fruta. Pero desde marzo de 2015 pudo acceder a una jubilación gracias a una moratoria previsional que, con un descuento de 158 pesos por mes, le permite que no le falte nada para comer y para sus remedios –rescata– y para esperar con la cocina encendida a sus hijos y nietos cuando la visitan los fines de semana.

América es una de las más de 2.700.000 personas que pudieron jubilarse a pesar de no tener el total de aportes registrados por alguna de las moratorias provisionales que se dictaron desde 2004 en adelante. Su caso es emblemático. El 86 por ciento –casi nueve de cada diez– beneficiarias/os de la mora previsional dictada en 2014, fueron mujeres y el 14 por ciento varones. Las razones son claras: Las mujeres sufren más la informalidad laboral, igual que América, que las lleva a soportar trabajos sin aportes y desbancados de futuro. En promedio un 33 por ciento de argentinos/as no está blanqueado. Pero las mujeres sufren más destrato y evasión de aportes patronales. El 36 por ciento, aproximadamente, de las trabajadoras, no tiene asegurada su jubilación y obra social. La mayor razón de la inequidad es que la mayoría femenina limpia, plancha, cocina y peina hijos e hijas, sin que su tarea reciba un sueldo con papeles y un futuro para descansar sin quedarse en banda. Además muchas mujeres comenzaron a trabajar de jóvenes pero cuando nacieron sus hijos o hijas se encargaron de llevarlos a la escuela, dejaron empleos fijos, comenzaron a hacer changas, vender tortas o animar cumpleaños, pero sin facturas ni horarios para poder estar en las reuniones de la escuela o en la cita mañanera para dar las vacunas. Eso tiene un nombre: trabajo no remunerado. Y un costo: No consta como trabajo para jubilarse. Por eso, la moratoria previsional se nombró a coro como jubilación para amas de casa. Pero la tregua no se estableció de modo permanente. El kirchnerismo nunca le dio forma de ley. Y, ahora, el gobierno de Cambiemos anunció que no va a prolongar la moratoria que vence en septiembre de este año. A partir de octubre, América y las Américas, no podrían jubilarse.

Tensa espera

“Estamos muy conformes, festejamos las moratorias, festejamos la ampliación de derechos, pero tenemos que dar una discusión para dejar los parches porque esta segunda moratoria vence en septiembre y a partir de ahí, si no hacemos nada, empezaría a caer de vuelta la cobertura porque es por año, por camada”, sostuvo el titular de la Anses, Emilio Basavilbaso. Y agregó: “Tenemos que pensar una nueva ley jubilatoria que contemple un haber mínimo lo más universal posible” y que además “tenga una parte contributiva”, porque “es injusto que la gente que contribuye reciba lo mismo que la gente que no contribuye”.

La idea de debatir esta ley todavía no está presentada formalmente y, mucho menos, cuántos años podría llevar su discusión y aprobación y qué pasaría con quienes no tengan cobertura en ese agujero previsional sin remedios, comida ni asistencia. Las12 pidió una entrevista con Basabilvaso, pero respondieron que a fin de mes se va a informar a todos los medios sobre los avances de la moratoria. El rumbo a seguir no es claro. Lo cierto es que muchas mujeres van a quedarse sin resguardo para su vejez.

La historia de Ana Pruis, igual que la de América, puede volverse una reliquia y no un traspaso de derechos. Ella trabaja desde los 17 años. “La mayor parte en negro”, resalta. El atajo al aprovechamiento patronal fue la protección estatal: “Gracias a la moratoria pude jubilarme con dieciocho años de aportes registrados y varios años en los que me descontaron distintas empresas que nunca aportaron a las –por ese entonces– Cajas de Jubilación”. ¿Ana y América son jubiladas en proceso de extinción?

Norma Pla, volvé

En la primera moratoria jubilatoria –el perdón a los pecados de ser explotada o trabajadora sin sueldo en el cuidado de los hijos y la casa–, el 73 por ciento de quienes se pudieron jubilar de los 2,7 millones de personas (con un promedio de ocho o diez años de aportes) fueron mujeres. En la segunda moratoria del 2014 la acción positiva para remediar las inequidades de género fue todavía más amplia: el 86 por ciento de las jubiladas y pensionadas gracias a moratoria de aportes fueron mujeres y el 14 por ciento de los beneficiados varones, según cifras de Anses, requeridas por Las12, hasta julio de 2014. Pero la diferencia de género es notoria: ocho –casi nueve– de cada diez jubiladas gracias a la mora son mujeres. Por lo que es una medida que, si continúa, es prácticamente destinada a las mujeres y si se quita perjudica, centralmente, a las mujeres.

En la última moratoria jubilatoria, en 2014, se incorporaron 500 mil personas y la protección estatal a adultas/os mayores llegó al 97 por ciento. En definitiva, casi todas adentro. Antes de 2005, en cambio, sin moratorias a la vista apenas el 65 por ciento de señoras y señores tenía jubilación. Ahora puede plantearse un horizonte de retroceso y donde el Estado quite la frazada frente a un tiempo de mayor fragilidad vital.

Otro dato espeja que el fin de la moratoria es un cuento que tiene a protagonistas femeninas. Entre las jubiladas y jubilados con todos sus aportes en regla las mujeres son el 62 por ciento –por mayor expectativa de vida–, pero hay una enorme diferencia entre el porcentaje femenino con una trayectoria laboral con baches –surcados por la maternidad y la discriminación de género– y las que tienen el boletín impecable de aportes mes tras mes. De cada 10 mujeres que forman la mayoría con jubilaciones en regla se pasa a, casi, 9 de cada 10 mujeres cuando la informalidad o la invisibilización laboral las vuelve más vulnerables.

No cosecharás tu siembra

El fin de la moratoria puede perjudicar a muchas. Pero, muy especialmente, a las que cuentan con menos respaldos. La socióloga Viviana Espejo, ex coordinadora de Políticas de Inclusión del Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios apunta: “En el sector rural no sólo no tienen aportes: encontramos altas tasas de analfabetismo e indocumentadas por falta de controles del Estado. El cambio previsional implicaría la exclusión definitiva de las mujeres. Una trabajadora de La Cocha (Tucumán) una vez me dijo: “Yo fui golondrina toda mi vida, ahora estoy jubilada”. Sus ojos me transmitieron la paz de contar con algo seguro cada mes. En cambio, se podría pasar al final de la esperanza de cerrar el ciclo de toda una vida de trabajo en el campo, criando hijxs a la intemperie, de años de manos curtidas. El sueño de la jubilación palió años de trabajo en negro donde la ausencia del Estado contribuía a invisibilizar. El patrón decidía sobre la vida de cada laburante, cuándo dormía, qué comía. Con la moratoria, esos cuerpos dejaron de ser dóciles y ahora tendrán que inclinar sus espaldas sobre los surcos hasta que aguanten. Si la patronal del campo hubiera hecho aportes por cada mujer que acompañaba a su hombre con sus hijos a cuesta no estaríamos hablando de moratoria”.

La agenda urgente

El 6 de marzo Claudia Danani y Susana Hintze publicaron un artículo en el suplemento Cash, de Página/12 advirtiendo: “Las contundentes definiciones que fundamentan lo hasta ahora anunciado por Basavilbaso deben preocupar especialmente a las mujeres y a sus organizaciones, ya que hemos sido mujeres las principales destinatarias de las moratorias”. Danani es investigadora docente del área de Política social del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento, y remarca: “La cobertura de 97 por ciento de personas mayores es de punta. Pero este tema se tiene que convertir en agenda del movimiento de mujeres, porque a las que más va a perjudicar es a las mujeres. Tienen que ser sujetas de esta discusión”.

Las mujeres son el centro de esta decisión. Pero no hay una mirada binaria sino múltiples: la gestión anterior no dejó la inclusión por ley, sino por excepciones que no estaban garantizadas en continuidad en ningún gobierno, no se promovió mayor trabajo digno femenino –para que puedan acceder a jubilaciones con aportes–, se sustenta la Asignación Universal por Hijo (AUH) que cobran las mujeres –por sus hijos– y que implica asegurar que los chicos y chicas vayan al centro de salud y a la escuela, pero no se valida la AUH como años de aporte para después jubilarse, entre otras deudas pendientes. La pregunta es si se puede pelear para extender –provisionalmente– la moratoria y pedir por más y mejor trabajo, y por una ley jubilatoria que incorpore el trabajo que no es esclavo pero que sí es el único –desde barrer hasta bañar o lavar la ropa- que no se paga.

En realidad, la jubilación para amas de casa se nombró tanto que se creyó lograda y ahora puede desvanecerse. El problema es que no quedó plasmada en una ley que la garantice como sí sucedió con la movilidad jubilatoria: aumentos obligatorios dos veces por año. Laura Pautassi, investigadora del Conicet e integrante del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), subraya: “La moratoria es una medida correctiva de la falta de políticas de seguridad social de largo plazo. En este sentido, las moratorias operadas en los últimos años no tenían como objetivo primigenio incorporar a las mujeres, sino que la denominación de jubilación para amas de casa surge ante el dato de que el mayor porcentaje de mujeres de más de 70 años solicitantes de la medida era de quienes se habían dedicado principalmente al trabajo de cuidado y no habían concluido una trayectoria de aportes a la seguridad social. Si se decide finalizar con esta medida, se debe reemplazar con otras medidas para las mujeres que ya están en edad de retiro del mercado de trabajo y no tienen aportes suficientes. El problema no es que no haya más moratoria, porque se supone que es una medida de excepción, sino que no haya políticas publicas y especialmente de empleo para las mujeres”.

Para las que menos tienen

También la socióloga Rosalía Cortes, investigadora del Conicet y Flacso, acentúa la necesidad de garantizar más y mejor trabajo: “La pregunta que debiéramos responder es si la seguridad social está en condiciones de compensar las desventajas en el mercado de trabajo por la concentración en actividades donde predomina la informalidad y las interrupciones de la vida laboral asociadas con la maternidad y los cuidados”. Cortes también critica que, en la última década, no se haya puesto el pie para que las mujeres de sectores populares puedan acceder a trabajo calificado con recibo de sueldo claro. “Las tasas de participación y empleo de mujeres de hogares de bajos ingresos y baja educación en la última década y media cayeron mientras subían o se mantenían las de mujeres de hogares de ingresos altos. La inserción se mantuvo, sobre todo, en las áreas de servicios personales –incluyendo servicio doméstico– y en el área de comercio minorista en los que predomina el empleo informal. La historia ocupacional de este sector está plena de interrupciones y de oscilaciones entre la inactividad (cuidado del hogar y de sus miembros), la desocupación y la ocupación informal. Estas características tuvieron una fuerte incidencia en la desprotección ante el avance de la edad y la enfermedad.”

Gala Díaz Langou, directora del Programa de Protección Social de Cippec y Magister en Políticas Públicas, le pone letras mayúsculas al trabajo que la economía minimiza: “En Argentina no se reconoce los trabajos domésticos no remunerados en las cuentas públicas como sí se está empezando a hacer en otras latitudes. En países de la región se estima que este tipo de trabajos, de ser valorizados, representarían entre el 15 por ciento y el 20 por ciento del PBI (para un parámetro, por ejemplo, los subsidios a la energía, tan enérgicamente discutidos, representan un 3,3 por ciento del PBI y los subsidios al transporte un 1,2 por ciento). Los países nórdicos, por ejemplo, computan cada niñx que tiene una madre como un año de aportes adicional. Argentina había empezado a transitar este camino con el reconocimiento (tácito) que implicó la moratoria. Sin embargo, con las recientes noticias de su remoción, volvemos un paso atrás”. Y también objeta que “la moratoria debió haber sido institucionalizada, pero no lo fue y ahora vemos las consecuencias. El titular de Anses afirmó que no se trata de un retroceso porque buscarán justamente su institucionalización en el Congreso, pero también aclaró que ese proceso puede demorar los cuatro años de la actual administración. En ese tiempo, todas las mujeres que no lleguen a los treinta años de aportes reglamentarios, por haberse dedicado a trabajos domésticos no remunerados (o a invertir en el capital humano más valioso que tiene nuestro país) verán uno de sus derechos humanos básicos vulnerados”.

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