Isabel Macedo
› Por Flor Monfort
Esta semana pasada se estrenó la película que Adrián Suar hace cada dos o tres años para pulir su clásico meneo de cabeza y tartamudeo forzado que constituyen las dos armas principales de su ejecución actoral. Me casé con un boludo replica esa pareja exitosa que arma con Valeria Bertucelli y la gráfica del film recuerda en colores, formas y siluetas al dúo presidente-primera dama (en la página 13 de este suplemento se puede leer una reseña del mismo). Los Macri-Awada, súper alegres como sólo ellos pueden estar, ejemplos de minimalismo e impronta net, a pesar de tener la agenda llena, se dan tiempo para disfrutar de la vida y no se pierden, por citar un caso, la avant premiere de esta peli, dando obvias señales de apoyo al tipo de producciones que encajan perfectamente con su ética y estética globolífica. El mismo Suar se despachó en la mesa de Mirta Legrand hablando maravillas de la gestión a la que el boludo de su película recuerda, y en un pase de magia típico de esta presidencia, eso mereció las tapas de los diarios amigos. Ese y otros sociales dignos de destacar, del tipo “La separación de María Eugenia Vidal” (después de las elecciones, claro) o “Las mujeres del PRO van al supermercado”, el culebrón de cada semana cambia de personajes pero los títulos son todos parientes, y el tono, además de las banalidades arriba citadas, baja línea con un cinismo que se perfecciona con los despidos, tarifazos y balas de goma. “Más de diez años en el mismo trabajo es de loser”, “Irse de vacaciones ya fue” o “El ventilador, tu mejor amigo” son pruebas del blindaje mediático que protege y respalda las decisiones políticas y les da un baño de lavandina, a un año de empezar con aquel versito de “la campaña del miedo”. Los que traman este relato, negador y perverso, están siendo muy eficaces en que la grasa de la militancia se diluya al fuego de las malas noticias, una tras otras, y la conducción del país resulte en una linda historia con perfume a realeza que las masas miran apoltronadas en sus sillones. Y que tiene a las mujeres al mando del único control que manejan bien, el de la tele.
Parte de este tejido de alegría que incluye pasiones aguadas y que gusta de cruces entre la política y la farándula, dibujó un nuevo corazón en el aire con el noviazgo del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y la actriz Isabel Macedo. Ella, siempre espléndida, impecable a los 39 como insisten los medios todos los veranos en que da saltitos en las olas de José Ignacio dejando afuera del agua su cola dura y aterciopelada, había rezado mucho por encontrarlo, confesó. El, gobernador de una de las provincias más conservadoras de la Argentina desde 2007, ultra católico y parte de esa “oposición responsable” que gusta del panqueque, dijo que ella es “de otro mundo”. Juntos, hacen ese tipo de parejas que la revista Noticias insiste en poner en el centro, ahora bajo el concepto de “mujeres decorativas” o como figuras que hacen de contracara perfecta a las que bajo el mandato de Cristina Kirchner y encarnando en ella su mejor arquetipo, eran “taaaaan politizadas”. De dónde sino de allí salió la palabra “yegua” para invocar a la Presidenta, la bruja que había que quemar en la hoguera y la bipolar que tenía que ser medicada de urgencia.
Macedo forma parte de esa escena que Macri y Awada lideran y que refuerza el relato romántico que siempre tiene una chica buena (que además tiene que estar buena) que reza por el amor porque el amor es lo único que importa (a las mujeres) y que deja todo por complacer a ese hombre que acompaña y admira con tal de alejarse de esa loca, vieja y deshabitada representante de la locura que es la mujer sola. Gobierno conservador, mujeres a casa, militantes a la cucha, y la alfombra roja bien limpia de trabajadores para mostrar el brillo de cartón que tiene la felicidad cuando se actúa.
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