ESCENAS
En Persona, Charo Loìpez, Ana Carolina, Malena Pichot y Vanesa Strauch hacen gala de un stand up feminista. La masturbación, la violación encubierta del “qué te cuesta”, la legalización del aborto trabada por las puertas de la culpa, la maternidad o la heterosexualidad obligatoria son algunas de las ideas candentes y provocadoras. Ellas creen que el humor es una herramienta tan valiosa como el enojo ante las injusticias y se reivindican como minas dispuestas a dar batalla.
› Por Luciana Peker
La risa no espera a que el grabador se encienda. Ni a que el escenario marque altura. O la cámara mire a los ojos. La risa las enciende. Las potencia. Las desafía. Son un dominó donde una ficha respalda a otra ficha. Pero un dominó erguido donde las fichas no se caen, se levantan. La risa tiembla, arquea, hace arrugas, sube el cuello. La risa es una electricidad permanente que las vibra, las conjuga, las eleva. Y las arenga con las risas que subliman aplausos desencajados de sororidad sonora entre cuatro mujeres que reivindican, entre risas y sin varones entre telones, trabajar juntas.
La risa vuelve éxito poder hablar contra la violencia sexual, la maternidad obligatoria, el deseo lésbico o el cupo laboral trans promovido por Diana Sacayan. El éxito se multiplica en una gira por pueblos o ciudades donde reírse es una forma de reconocerse fuera de la vuelta al perro y en un galpón donde las sillas se amuchan para que éxito sea una palabra bienvenida para hacer de la risa una multitud jocosa donde ser muchas vuelve pasión de multitudes a la comedia feminista.
Ya fueron exitosas en Palermo y recorrieron Bahía Blanca, Necochea, San Nicolás y Baradero –entre otras ciudades, con localidades agotadas- y desde el 5 de marzo, los sábados vuelven a llenar con Persona, stand up de desparpajos y esperpentos, en Espacio G104.
“Persona, un show de stand up travesti, un musical hipócrita y sobre todo un ejercicio de comprensión basado en que quienes se atreven en el escenario, no son mujeres. Son personas”, coinciden Charo Loìpez, Ana Carolina, Malena Pichot y Vanesa Strauch. Y arremeten con un humor que desencaja y se mete en la pieza cerrada donde la incomodidad de no querer tener sexo oral llega hasta tener la boca abierta y, sin embargo, poder decir que no. Y no solo se mete en el baño sino en cómo meterse en el baño con vagina y sin aspecto de mujercita en la piel de quien juega a chica-chico e interpela sobre cómo su vagina se asusta de los hombres y asusta a las señoras retocadas en el toilette. Se va a contrapelo de la idea de la muñeca sexy con que desencaja la niña dedicada a escribir en un diario íntimo cuando, en verdad, la masturbación femenina está tan reprimida entre las niñas como festejada símil deporte púber entre los niños. Y se brilla al manifestarse sobre la ausencia del instinto maternal y la sarna que pica de tanto tragar actos escolares, y se mencionan madres que ven por todo resplandor la delgadez de una hija como un pavito escuálido en Navidad.
Si alguien duda del efecto del humor femenino puede escuchar el eco de las pibas contagiadas en su propia fortaleza. Ahora, si quieren, están invitadxs a pasar de largo. Tanto que la canción –con icónica e irónica guitarrita rosa- manda de moraleja: chúpenme la concha.
No es poco. El humor sigue siendo un poder femenino que repudian quienes ostentan el privilegio de poder para pocos. El 6 de abril, Alfredo Angel Casero publicó un tuit donde recomendaba: “las mujeres que hacen stand up se deberían ir con Boko Haram”, en una invitación a mudar a humoristas con el grupo terrorista nigeriano que secuestró a más de trescientas adolescentes en repudio a la idea de que las chicas también estudien.
Se puede pensar en distintas formas de poner en vigencia una agenda de derechos feminista, pero es difícil encontrar un punto G más placentero y eficaz que cuatro talentos volteando con cuerpo, voces, vestuario y gesto a los machos que ya no dan risa, sino lástima.
“Siempre quise ser travesti pero Dios no me ayudó”, se jacta Vanesa Strauch, que tiene 43 años, es actriz, DJ, cantante e improvisadora. Malena Pichot tiene una década menos y fue alma mater de Cualca y Mundillo, conductora de radio y guionista, junto a Charo López, de 35 años, que es improvisadora y guionista, y escriben juntas un futuro libro, Hermostra, donde recomiendan –por ejemplo- que si querés ser joven para siempre, morite a los 29. Ana Carolina tiene 40 años, al gran personaje de Rosita Stone en Casa Brando, girando por Youtube, y a la irreverencia dulce como bandera sarcástica donde no solo pide por la legalización del aborto, sino que también cuestiona los obstáculos de legalidad uruguaya con más culpas que puentes para decidir. ¿Somos todas prostitutas? ¿Fuimos todas violadas? ¿Me estoy riendo de todo lo que me da miedo pensar? Ellas dicen que eso es Persona.
-Charo López: Fui a muchos festivales de improvisación que son muy, muy misóginos. Ellos mismos dicen que no hay mujeres que improvisan delante de mujeres que improvisan… y me hice ahí un lugar. Como no hay tiempo para ponerse políticamente correcto, muy rápido sale toda la mierda. Algo que empecé a registrar hace poco es que siempre arriba del escenario hay contacto de más de los varones. Estas acostumbrada que siempre te están agarrando, que es algo de dominio. A todas nos pasan que empezamos a entender las cosas que vivimos. Ahora les digo: “¿Qué me tocas?”
Ch.: -A mí me gusta redoblar la apuesta. Ellos no esperan que vos les contestes con las mismas reglas. ¿Son esas las reglas? Bueno, vamos con esas.
Ana Carolina: -Devolverles un espejo magnificado a ver si ven.
Malena: -En un festival que fuimos, en España, en octubre del 2015, le hacían una guarangada y Charo les devolvía una guarangada triple y se quedaban duros.
Ch.: -“Ya te voy a coger y vas a llorar” sirven cuando se ponen sexuales. Trato de que les dé vergüenza y se sientan intimidados.
Vanesa: -Que entiendan qué siente una…
Ch.: -Te vas dando cuenta cuando alguien busca tocarte para callarte o para dominar la situación y, por lo general, siempre es algo sexual. A mí me pasó estar en México con un chabón que me intentaba besar y todo el público riéndose. No hubo una sola persona que diga que no estaba bien. Todo el mundo lo arengaba mucho. Y cuando terminó todo me di cuenta de que yo realmente estaba haciendo fuerza para que esa persona no me bese. Después fui a otro festival en Chile y besé yo a todos antes de que vengan a joderme. Después me quedé angustiada: “¿Tengo que caer en esa mierda para que no me pasen por encima?”. Son momentos. Ahora no sé si lo volvería a hacer.
M.: -Estuvo bien igual. Claro, después te quedás agotada…
Ch.: -Y besada
Ch.: -Sí. Yo no me había dado cuenta del rol de la mujer en la improvisación hasta que una chica mexicana me dijo “Nunca una improvisadora empieza con una mujer descubriendo una vacuna, sino que van a barrer o a cocinar o a limpiar el piso”. Hay un chip que ya tenés de meterte en ese rol. Hay improvisadoras que están alertas y tienen buenas carreras y otras que se hartan y se van. Por eso, después dicen que no hay mujeres que improvisen.
A. C.: -Porque las anulan.
Ch.: -Porque las vuelven locas. Por eso, sobrevivimos a las que un poquito nos gusta pelear.
M.: -Un poco sí.
Ch.: -Yo preferiría que no. Pero sobrevivimos las más guerreras.
M.: -Lo sano es enojarse frente a las injusticias. En un punto sí estamos enojadas las feministas.
V.: -Pero no nos paraliza el enojo.
A. C.: -Estamos entre enojadas y perplejas de que el enojo no sea general ante las injusticias.
M.: -Una chica por Twitter me preguntaba: “¿Te encontrás con huecos en tu ideología? Porque yo veo que en todo hay machismo, no veo una solución y me da paja”. Hay un momento de chicas que la ven, pero no pueden dar la batalla. Porque realmente tenés que dar un poco la pelea. En algún momento te vas a pelear con tu hermano, con tu novio, con un montón de varones en tu vida.
A. C.: -El discurso dominante hegemónico te dice que no vale la pena.
Ch.: -Siempre para los demás vas a ser la enojada.
M.: -La difícil.
Ch.: -La bruja.
M.: -En algún momento me pesó que digan “es difícil trabajar con ella”. No es verdad. Pero bueno, ya: ¡Que lo piensen!
M.: -Sí, hace muy poco me di cuenta; que piensen que soy una jodida y ya…
V.: -Los chistes son nuestra manera de decir lo que pensamos.
A. C.: -Una profesora de Historia, de San Nicolás, me pidió que le recomendara libros. Hay algo fuerte de ver gente en el mismo lugar, que se ríe de lo mismo que vos.
M.: -A mí me hubiera gustado a los veinte acceder a comediantes con un discurso feminista más claro.
A. C.: -Y que lo enunciaran como tal…
M.: -Cuando era chica tenía todas estas percepciones de género pero no entendía. Si a mí a los veinte me hubieran dicho un montón de cosas, me ahorraba un montón de cosas que hice.
M.: -En el stand up es fundamental reírte de vos porque si no sos un gil que se está riendo de todos los demás y estás dando cátedra como la sabionda.
V.: -Nosotras aprendimos a los ponchazos y lo estamos contando para que no le pase a otra.
M.: -Sí, la gente en esa parte no se descostilla de risa. Y a algunos les ves la cara de espanto, que también está bueno. El mensaje es que las violaciones pasan mucho más de lo que pensamos, a punto tal que a vos también te pasó algo incómodo, ¿te acordas?
Ch.: -Hay chistes que llevan un silencio porque estás recordando. La parte buena es que te baja el dolor porque te sentís identificada con la que está al lado. Estas cosas una se las calla muchísimo porque te dan vergüenza. La identificación es sanadora.
M.: Charo tiene todo el material de cómo los chicos se hacen la paja re tranquilos y las pibitas están todas reprimidas.
Ch.: -Yo siento que eso es algo re viejo y ya no hace falta decirlo y siempre es algo que provoca mucha atención. Está mal que las mujeres nos calentemos y nos gusten los varones.
A. C.: -¡Y las mujeres ni hablar!
M.: -Aunque parezca una antigüedad, las chicas no saben cuándo quieren coger realmente y cuándo es para agradar y complacer al otro. Las mujeres están pensando más en el otro.
A. C.: -A los hombres el discurso dominante no los deja pensar si tienen que comprar el auto y la casa. O que tienen que comentar sobre los culos para pertenecer.
A mí me costo mucho detenerme a entender por qué no quería esto que se suponía que era lo que tenía que querer. Te suben a un tren y vas comprando y no nos cuestionamos nada.
Ch.: -Tenemos mucho miedo al rechazo.
M.: -Eso para mí es lo más liberador de todo. La libertad es poder mandarlos a la concha de tu madre.
Ch.: -Que te rechacen está bien porque los humoristas que nadie rechaza son gente medio muerta.
A. C.: -Por suerte a San Nicolás y a otros lugares voy con estos tres seres de luz. Estoy sola en el escenario diciendo que chupo conchas, pero no estoy sola, sola, sola. Ni antes de subir, ni cuando me bajo, ni cuando entro al hotel. Si me tengo que marketinear sola, todo el peso se pone sobre mi sexualidad. Si a mí me venden como la lesbiana me escucharía menos gente. A ellas no las venden como las heterosexuales. Entonces un poco me aprovecho de la capacidad de infiltrarme y ¡zas!, no se dan cuenta y tienen que tocar a una lesbiana y limpiarse con Espadol. Mi fantasía es que todos los que van a ver el show se vean las caras.
V.: -A mí me sirve animarme a decir mis miedos. Es un exorcismo. l
Persona. Sábados a las 22 en Espacio G104. Gascón 104, CABA.
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