ESCENAS
Esplendor, la última pieza de Santiago Loza donde la pasión se paga, una vez más, con la vida de una mujer.
› Por Alejandra Varela
Ella sabe copiar esa actitud displicente, esa pose siempre en guardia de la diva. Ella debe tomar de la actriz que funciona como mito, algo en su gestualidad que sea suficiente para desenterrar ese mundo de un Hollywood rancio que llegaba a la Argentina en las películas de la televisión en blanco y negro.
Ella no es Natalie Wood y el público se ríe cuando todxs en escena conjugan sus nombres de actores famosos de un cine olvidado con el mundo áspero del conurbano, porque en la operación dramatúrgica que realiza Santiago Loza, un hecho real se encaja con desparpajo en un contexto que no le pertenece. Si la muerte de Natalie Wood en ese barco de ensueño, en ese mar donde cayó para ahogarse como Ofelia, supo cocer versiones homicidas, la falta de exactitud sobre ese suceso y las leyendas que emana, llevan a suponer que puede repetirse como un espíritu que no encuentra paz y se enclava en una chica de Lomas de Zamora que quiere la fama, la gloria, aunque su marido y su hermana la odien.
Cuántas Natalie Wood navegan por el Delta, cuántas mujeres descubren que es muy fácil ser exitosa si se construye la armadura de la presumida, si la soberbia y la confianza logran empequeñecer al entorno.
El personaje que compone Valeria Lois hace de su permanente necesidad de actuar un delicado desgarramiento. Esta criatura egocéntrica, fascinada de sí misma, obliga a sostener esa espectacularidad de circo de los suburbios. Si el barco como espacio es construido con retazos de estructuras que exigen un desplazamiento acrobático de parte de lxs actores, es porque todo lo que les ocurre necesita de esa fanfarria, de esa voluntad festiva para que la vida mugrosa que llevaron hace un instante, no lxs contamine como ese mar que lxs refresca después de tanta palabra ardiente.
Ese drama, esa muerte trágica, puede funcionar como inspiración de una vida pero aquí la anécdota se debilita en su verosimilitud, en el modo en que el público puede impregnarse de ella, porque en el montaje de palabras ajenas, en la forma extravagante de componer personajes, de encontrar el doblez de esos seres desesperados para mostrarlos como despampanantes bufones, autores de una ficción por la que no dejan de sufrir aunque el/la espectador/a no lxs comprenda, se ofrece la mentira como la sustancia de sus conductas.
Todo aquello que la platea no se cree, se vierte como esencia para que ellxs puedan existir. Esplendor dialoga con el mecanismo ideado por Borges en Ema Zunz pero lo asume en un sentido inverso. El testimonio de la joven obrera es convincente porque se sostiene en un ultraje real. Los demás ignoran que el plan secreto de su venganza pudo consumarse porque la protagonista supo cambiar algunos nombres propios.
Esta Natalie Wood de la zona sur aparece como alguien que aplastó su infancia pobre para convertirse en estrella. Su esposo, su hermana y ese Christopher Walker payasesco, quieren ocupar su lugar. La copian en sus aires de diva pero nunca dejan de odiarla. Esa animosidad tiene la forma de un melodrama, entonces se inunda de irrealidad. Todo es un efecto, como la espuma que suelta una máquina, como la mujer que habla después de muerta, como las versiones que hay que contar con ademanes para que nadie sepa qué pasó.
Lo indispensable es que la fantasía se mantenga hasta el final, aunque después, cuando Natalie Wood sea un cuerpito absurdo, un alga revoleada por el agua, ellxs ya no existan y encuentren en la envidia su sangre.
Los textos de Loza están cargados de esa bronca que se amasa cuando alguien consigue ser lo que desea más allá de la realidad. Que la risa no opaque a una mujer que convenció a todxs de su brillo y los dejó vaciadxs, deshilachadxs en un yate de lujo para que las manchas marrones del Delta lxs despertaran con el sol punzante en un bote, a la orilla del río.
Esplendor de Santiago Loza, dirigida por Gustavo Tarrío, con las actuaciones de Valeria Lois, Moro Anghileri, Patricio Aramburu y Eddy García, se presenta los lunes a las 21 horas en el Teatro del Abasto.
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