Viernes, 17 de junio de 2016 | Hoy
ARTE
Gabriela Golder y Mariela Yeregui subrayan las mutaciones en territorio del barrio de La Boca en el que conviven las marcas de la pauperización con el arribo de experiencias más ligadas al arte. Lo hacen a través de frases iluminadas que surgieron de talleres previos realizados en la comunidad, que dan como resultado una nueva cartografía que se enciende entre el atardecer y la medianoche.
Los cuatrocientos metros de un boulevard de La Boca, el Pérez Galdós, se iluminan desde el 14 de mayo con seis carteles de neón desde las seis de la tarde y hasta la medianoche. Cada cartel encierra una frase creada por lxs vecinxs junto a las artistas Gabriela Golder y Mariela Yeregui. Los carteles que iluminan ahora ese callejón boquense se prenden en un espacio con marcas complejas y bien contemporáneas, donde se mezcla el abandono y la pauperización con la llegada de nuevos habitantes dispuestos a cambiar el paisaje por uno más “artie” y “cool”. El Pérez Galdós vive ese proceso llamado “gentrificación”, que las artistas vuelven a mutar con sus carteles que organizan una instalación de sitio específico llamada Escrituras.
Las dos artistas comenzaron a trabajar en su proyecto en 2014 cuando ganaron un concurso organizado por el Gobierno de la Ciudad para realizar intervenciones de sitio específico en distintos espacios urbanos. Desde el principio a ellas les interesó el Galdós. “Nos interesó especialmente este sitio por las particularidades, conflictividades, diversidades y disrupciones que presenta -explica Golder-. A nuestro criterio, era uno de los espacios que presentaba mayores complejidades, un espacio en vías de gentrificación pero con una poderoso bagaje de crisis, de poblaciones y repoblaciones, de abandonos”.
Golder y Yeregui consideran que la ciudad y el entorno urbano tienen múltiples capas significantes que muchas veces permanecen invisibilizadas, ya sea porque el propio aparato de codificación de los signos de la ciudad los ignoran, los tapan y así quedan fuera de la señalización oficial, o porque los propios signos se normalizan en el paisaje y ya no se ven. Escrituras propone, a partir de un trabajo de talleres con la comunidad, develar estas capas y hacerlas visibles. A partir del recurso de los carteles luminosos (tomando un recurso que es propio de la señalización de la ciudad), el proyecto intenta revertir su función comunicacional, planteando una contra-comunicación que devela otras capas que surgen a partir de la acción colectiva en el espacio urbano.
El proceso de trabajo definió esas palabras que ahora cuelgan en el cielo del Pérez Galdós. Se realizaron cuatro talleres con consignas y artistas que fueron convocados especialmente para desarrollar la dinámica de acción.
El primero se llamó Recorridos a través de paisajes sonoros y estuvo a cargo de José María D’Angelo. Allí se enfatizó en el sonido y la escucha como canales de dialogo y encuentros humanos, espacios sonoros donde surgen interacciones múltiples y sensibilidades que propician narrativas diversas. “Un silencio interior abrió posibilidades y reflexiones acerca de la identidad y sus territorios -cuenta Golder-. Nos preguntamos cuáles son los sonidos típicos del barrio de La Boca y afloraron anécdotas de vecinos recorriendo su barrio , onomatopeyas, reflexiones criticas acerca del paisaje sonoro. La sensibilidad estuvo a flor de piel, la escucha calma y los pasos acompasados entre silencios, anotaciones y descubrimientos construyeron metáforas sónicas”.
Un segundo taller, Las palabras obvias, coordinado por Mario Guzmán, “partió de una reflexión sobre lo obvio -explican las artistas- como el resultado de un automatismo de la mirada y de la lengua, como un vacío en la representación, como aquello que suponemos sabido y por lo tanto innecesario nombrar. Sin embargo, enmascarado como está, lo obvio muchas veces no es tan obvio. Para decir ‘esto no es obvio’ hay que dar paso a las palabras. Es decir, recorrerlas, buscar las que tienden lazos hacia lo que siempre estuvo ante nosotros, y sobre todo dejar que estas redefinan nuestros espacios y nuestras percepciones”. El taller propuso, a través de una serie de consignas, recorrer el espacio para documentar, clasificar y revelar frases ocultas en el paisaje barrial a partir de la formación de una base de datos cuyo objeto fue la calle misma. Un tercer taller a cargo de Juan Onofri, El cuerpo en La Boca, planteó una serie de prácticas corporales a desarrollarse en cuatro cuadras específicas del barrio de la Boca, donde se reconocieron nuevos trayectos y diseños espaciales. “Se crearon modos en los que los cuerpos se invisibilizan dentro de estas arquitecturas y formas de movernos juntos a través de estas”, dice Golder. Finalmente el taller La visualidad en La Boca coordinado por Julieta Levin propuso una serie de prácticas para visibilizar los lugares ocultos. “Pozos, grietas, huecos en una cuadra específica del barrio de la Boca, -recuerdan las artistas-. Nos sugirieron nuevos trayectos y diseños espaciales. Rompiendo las convenciones de recorridos predeterminados, definimos otras conexiones entre los espacios para crear un nuevo territorio visual”.
Y de eso se trata Escrituras, de cuestionarse el espacio dado. Tiene una naturaleza performática que potencia los devenires del territorio. “Tomamos el concepto de agenciamiento de Gilles Deleuze -explican-, un conglomerado de líneas binarias o duras y flexibles o moleculares, formando un entramado que atraviesa las ideas, los cuerpos, las acciones y las relaciones. Estas líneas envuelven relaciones de transformación en cuanto a la territorialidad, siendo las de fuga aquellas que plantean la emergencia de la desterritorialización. Así, el territorio es un vector dinámico, una superficie de código abierto, en el que la dinámica de desterritorialización y reterritorialización pone en escena movimientos diversos. Trabajamos, mediante técnicas de derivas psicogeográficas y recursos de representación gráfica y textual, estas líneas de fuga que atraviesan las relaciones sociales, las prácticas ideológicas, los imaginarios sociales, las dinámicas comunicacionales y la dimensión estética”.
Desde este marco teórico, Escrituras pone en juego una mirada crítica en relación a las estrategias cartográficas y a la definición del territorio, con el objeto de visibilizar las diferentes relaciones de los individuos con el espacio aledaño al Boulevard Benito Pérez Galdós, en La Boca. Si el territorio real y su topografía generan una capa de información que sería fácilmente “trazable”, hay autopistas y senderos mucho menos representables. Se trata de hacer visible lo que los mapas no muestran: vínculos sociales, prácticas organizativas, problemáticas comunitarias, huellas de una memoria histórica y las reconfiguraciones formales en la dimensión urbanística. Todos aspectos que definen una morfología que no es tan neta como podría serlo una representación del espacio en términos cartográficos. “El entramado de relaciones que tienen lugar en el territorio no es lo que habitualmente representan los mapas -afirma Golder-. Y es esto lo que nos interesa, este nivel ‘transversal’ que denominamos meta-mapa: tejidos relacionales que configuran y reconfiguran universos dinámicos y mutables, una urdimbre intangible que se edifica, planteando vínculos que exceden al mapa. En definitiva, se trata de plantear otras estrategias de mapeo, abordando al entorno como un territorio open-source (código abierto)”.
Cuando dicen “open source”, código abierto, se refieren a pensar al territorio no como un espacio encriptado y cerrado sino como un lugar a desarmar mediante la acción y el diálogo directo con él y sobre él y, además, desde dinámicas grupales que operan activamente para llevar a cabo esta suerte de “desguace” del espacio. “En ese sentido nuestra propuesta fue de código abierto -explican-: desencriptar el territorio a partir de dinámicas de acción que propiciaran una operación colectiva. Trabajamos con los materiales textuales producidos durante las experiencias de deriva de los talleres. Seleccionamos colectivamente las frases que enhebraban otras formas de concebir el territorio y las relaciones que en él se entretejen. Estas frases fueron traspuestas a estructuras en neón de gran tamaño que se ubicaron en los techos de los edificios del boulevard -dos cuadras de ambas manos-, con una frase central en el lateral de la autopista donde termina la calle y que queda frontal a ella. Así, la cartelería urbana embebida en la arquitectura fabril construye una escritura espacial a partir de las frases. Pretendemos trascender la cartografía canónica y hacer que el territorio sea el verdadero marco de posibles diálogos, abriendo un horizonte en el que el accionar y la construcción colectiva planteen nuevas zonas de debate en relación al territorio”.
Sus “escrituras”, efectivamente, narran una nueva apropiación del espacio de la que siempre cuelgan invisibles puntos suspensivos que posibilitan la reescritura todas las veces que sea necesario porque como dice uno de los carteles que invitan al recorrido “el terreno se vuelve a mover”. Y así sucesivamente.
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