CINE
una apuesta ganada
En su primer film de ficción, La Cruz del Sur, Pablo Reyero elige como protagonista a Nora, una mujer aguerrida y determinada, a años luz de la chica fatal del cine negro, que es interpretada por Letizia Lestido, una auténtica revelación. Un acontecimiento en el cine argentino donde brillan por su ausencia los personajes femeninos de peso.
Por Moira Soto
Audaz jugador, Pablo Reyero apostó mucho, muchísimo por su primer largo de ficción, La Cruz del Sur: se atrevió con una historia sombría y desesperada de marginales, puso en un personaje femenino rasgos con los que se identifica, eligió como intérprete de ese papel a una perfecta desconocida y hasta arriesgó su casa para financiar este film sin concesiones. “Cero glamour”, como dice ahora el director y guionista, sonriendo más confiado luego de haber estado en el Festival de Cannes y haberse ganado el premio Città di Roma, al mejor director joven de todas las secciones de esa muestra. En verdad, Reyero ya venía acostumbrándose a los lauros gracias a Dársena Sur, el ejemplar documental en el que reflejó con minada sensible y solidaria la difícil supervivencia en el polo petroquímico de Dock Sur.
La Cruz del Sur, anunciada para el próximo 25 de marzo, se abre a un paisaje agreste y desolado, de inquietante belleza, descubre un fantasmal cementerio de barcos y un ominoso balneario, El Marquesado, cerca de Chapadmalal. En esos espacios se enfrentan, se aman, se odian, tratan vanamente de esquivar el infortunio los personajes que interpretan Letizia Lestido, Luciano Suardi, Humberto Tortonese, Mario Paolucci y Silvia Baylé. “Tengo el pequeño orgullo de haber hecho lo que quise, como quise, lo mejor que pude en las condiciones en que trabajé. Fue mi odisea personal, porque aparte de las dificultades previstas, tuvimos que capear un accidente, la gran debacle con la película sin terminar y vivimos episodios perturbadores en El Marquesado, un sitio de cuya mala onda me habían contado, y del que por un motivo u otro no lográbamos salir...”
–La protagonista de La Cruz del Sur es una chica dura, apasionada, distanciada del arquetipo de la mujer fatal, que se mete en una aventura peligrosa, de futuro incierto ¿por qué actúa de esta manera?
–No creo que Nora se mueva por dinero, tampoco exactamente por amor. Está con Javier y le cabe ese movimiento que tienen juntos, están yendo hacia un lugar utópico, hacia la nada. Más que el dinero, sería la cocaína. Y está el tema de que están circulando por esa zona, trafican por esos lugares, lo que a ella le sirve para ir buscando la cruz del viejo, el sitio donde puede estar su tumba. Pero yo creo que el dinero es algo secundario para Nora. No que no lo necesite, pero no tiene grandes ambiciones en ese sentido. Y Javier tiene ilusiones de convertirse en otra cosa, de subir de estatus.
–Por otra parte, tenemos al hermano de él, la travesti a cargo de Humberto Tortonese que quiebra ese arquetipo del espectáculo: la superproducida, hipermujer.
–Quise despegar de ese estereotipo, así lo trabajábamos con Humberto para llegar a otro lugar, en su aspecto y también a nivel actuación, evitando precisamente la sobreactuación. Humberto es un gran actor y manejó muy bien esto de la contención.
–Para seguir rompiendo estereotipos, ninguna de las dos mujeres –Nora, la protagonista; Mercedes, la madre de Javier– muere, y una de ellas quizás esté embarazada, lo que para el cine negro es insólito.
–No se sabe seguro lo del embarazo, eso queda en cada espectador.
–Lo que es seguro es que Nora es un personaje diseñado sin sombra de misoginia. Antes que ser la perdición de los hombres, ella parece una chica dura, atormentada, con un objetivo preciso, no curte el sexy look tradicional del género, provocativo, glamoroso. Esto en un cine como el argentino con tanta ausencia de personajes femeninos con peso propio, algo que se advierte en las candidaturas a la actuación femenina para los Cóndor.
–Es cierto eso que decís. Pero debo reconocerte que en ningún momento me propuse hacer un personaje femenino que estuviera en las antípodas de nadie. En general, todos los personajes fueron surgiendo junto con la historia. Pero sí, Nora es el personaje más complejo de La Cruz del Sur, también el más difícil. Y de los intérpretes, Letizia Lestido fue la actriz con quien más trabajé. Hubo casi un año de preparación, no intensiva pero sí sostenida.
–¿Qué era lo que querías conseguir de Letizia para que se convirtiera en Nora?
–Bastante de lo que se logró. Era difícil porque es un personaje que habla poco –nadie habla demasiado en la película, en realidad–, ella es como el elemento de conexión de lo llano y lo terreno con otro tipo de percepción de lo que acontece, de fuerzas en lucha. Ella también conecta la acción, la trama más de policial negro.
–¿Esas percepciones corresponden a su condición de mujer?
–No, no creo que sean específicamente femeninas. Creo que son características que puede tener también un hombre.
–Te lo preguntaba por esa sensibilidad que parecería relacionada con la intuición, esa forma de conocimiento directo que, por estar silenciada y sometida, la mujer ha desarrollado a lo largo del tiempo. Por otro lado, hay una identificación de Nora con la naturaleza, que se puede asociar con lo ligada que está la mujer a la tierra, a la luna, a las mareas.
–Sí, puede ser, esos elementos que nombrás están en Nora, totalmente. Como te decía, creo que es el personaje más complejo, el que ofrece más dificultades de encarnar. Para mí era fundamental que estuviera en tono, como un diapasón de música. Porque si no, se me caía toda la estantería. Por supuesto que todos los demás roles son importantes, pero Nora es el eje de la historia. Es un personaje donde volqué muchas cosas mías, que no sé si tienen que ver estrictamente con la feminidad, o simplemente con la humanidad.
–Dicho eso sin negar que, como cualquier tipo, vos también tenés componentes femeninos.
–Pero sí, claro. Nora me expresa en más de un sentido, es un personaje donde yo puse muchas fichas personales adentro. Y volviendo a los dos personajes de mujeres –Nora y Mercedes–, que se salvan, creo que en esta supervivencia hay algo relacionado con rasgos femeninos como la defensa, la conservación de la vida, algo que parece bastante innato en las mujeres.
–Nora es una presencia distinta, enigmática, que se recorta respecto de los demás personajes, incluso de la madre de Javier, más terrena, más práctica.
–Sí, seguro, Mercedes es más rústica. Aunque tampoco es totalmente simple. Creo que la ambigüedad se juega en varios planos: el embarazo de Nora, lo que sucedió con su padre, de quien no termina de saberse cómo es que murió. Se menciona al pasar un ajuste de cuentas. De hecho, es un desaparecido, no se sabe de qué categoría, no pensé que hubiera que dar ese tipo de explicaciones porque me parece que hay muchos desaparecidos sociales, vivos y muertos, una situación que considero de mucha gravedad.
–Nora tiene rasgos de algunos personajes femeninos de la tragedia que enfrentan su destino y lo cumplen, chicas como Antígona, por ejemplo. Va más allá del fatalismo a veces gratuito del cine negro.
–Sí, totalmente. El policial negro suele tener ese fatalismo vacío, camino del fracaso y la muerte. Creo, o al menos lo intenté, que La Cruz del Sur habla de muchas cosas sin verbalizarlas, que tienen varios niveles donde se van dando informaciones de otra manera. Me interesaba que no fuera un policial negro cuadrado y previsible, quería ir por otro lado.
–¿Por eso el personaje de Wendy, la travesti, atípica por su aspecto y su conducta, en el cine y particularmente en el policial negro?
–Me parecía mucho más interesante trabajar el arquetipo de un travesti pobre, humilde, de barrio bajo y marginal, que uno producido y glamoroso. Como estuve años en periodismo y haciendo documentales, he conocido los dos estilos. Y para La Cruz del Sur, se imponía un personaje como el de Wendy. Concretamente está inspirado en parte en un personaje que conocí, que vivía en el barrio de Ramón Carrillo, aunque su nombre corresponde al de un travesti glamoroso de acá de Buenos Aires. Nora, por su parte, está emparentada con una chica que conocí cuando tenía unos veinte años, que tenía la característica de estar superjugada, esta dureza, esta cosa retraída, aunque carecía de otros rasgos de la protagonista de la película. Javier tiene que ver con personas cercanas a mí. De hecho, yo vengo de Villa Gesell, me he criado en un ambiente muy próximo al que describo, lo conozco muy bien.
–El balneario El Marquesado es casi un personaje más de la historia.
–El interior de El Marquesado está armado con objetos de una persona que vivió allí, de la que surge el personaje de Rodolfo. Un lugar terrorífico, para mí el símbolo de la Argentina a través de esa ilusión de querer sacar adelante algo cuya base está podrida.
–Entonces esa mirada abierta sobre el paisaje proviene de tu experiencia personal, de ser un chico de tierra adentro, incluso de mar abierto.
–Y claro, yo viví toda mi infancia y adolescencia rodeado de estos paisajes impresionantes, algo más que un telón de fondo. Aunque nuestro cine se haya detenido poco en ellos, están ahí nomás, es Mar del Plata, Villa Gesell camino a Miramar.
–También había que poner a los personajes en esa escena, en muchas secuencias recortados sobre mar, piedra, arena, bosques.
–Sí, pero para mí fue natural hacerlo, porque tiene que ver con los lugares de donde yo vengo. Para mí era importante estar al lado del mar, en sitios tan familiares. Por otra parte, fuera del elenco de protagonistas, la mayoría de las personas que aparecen en a película no son actores, sino habitantes de Mar del Plata, Villa Gesell o zonas aledañas. Varios personajes secundarios son gente que creció conmigo. Mi familia, que sigue viviendo allá, me ayudó muchísimo con todo lo que tenía que ver con la logística. Entonces estoy contando una historia de allá, bien localista, hablando de personajes, situaciones, de un mundo que conozco. Todos, su vestuario, su conducta, sus gestos reflejan una realidad.
–¿De dónde sale Letizia Lestido, esta actriz tan personal, de inusual intensidad?
–Letizia es hermana de la fotógrafa Adriana Lestido. Ella tiene una historia de vida con puntos de conexión con el personaje de Nora. Me pareció que lo podía hacer, fue una apuesta arriesgada porque Letizia, si bien ha estudiado actuación, éste es su primer trabajo profesional. Por eso ese laburo de casi un año para que ella se sumergiera en lo que le pasa adentro a este personaje. Poder llegar a su vibra básica en cada una de las situaciones. Por suerte, salió muy bien. A esto sumemos que Tortonese no había hecho cine, Luciano Suardi que apenas había hecho algo chiquito en Garage Olimpo. Y que yo mismo debutara como director de ficción, lo que convierte a La Cruz del Sur en una apuesta absoluta.