Viernes, 21 de octubre de 2016 | Hoy
PARO DE MUJERES
Por lo menos el 40 por ciento de las familias argentinas están a cargo de una jefa de hogar. Pero las mujeres ganan, al menos, 22 mil pesos menos al año por ser mujeres. También es más alta la subocupación e informalidad laboral (mayor a la masculina) si tienen trabajo. La desocupación femenina en menores de 29 años llega al 25 por ciento en el Gran Buenos Aires. Las jóvenes conurbanas son las más golpeadas por la economía, con una abismal diferencia con varones adultos y aun con mujeres más grandes, pero ninguna tiene sindicalistas que pidan por su derecho al trabajo digno e igualitario.
Por Luciana Peker
El desempleo promedio en la Argentina llegó al 9,3 por ciento. Pero los promedios siempre son engañosos. El enorme problema son las desigualdades. Y las desigualdades de género son notorias. El desempleo femenino escaló al 10,5 por ciento en el (nada bienvenido ni acogedor) segundo semestre. Mientras que la tasa de desocupación de los varones es de 8,5 por ciento, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares, del segundo trimestre del 2016, difundidos por el Indec. La CGT discutía el año pasado el impuesto a las ganancias y ahora un bono de fin de año. Pero la falta de trabajo no se arregla con un empujón para la sidra o para raspar la mitad de unas zapatillas o unos zapatitos para chancletear en Reyes. Los representantes sindicales nunca tuvieron en cuenta las demandas para mejorar la cantidad de mujeres en el mercado laboral ni la calidad de sus trabajos. Ese agujero, ahora que el desempleo femenino creció, se convirtió en un desaire que deja sin defensa a las trabajadoras o a quienes quieren serlo.
La brecha de género también quita sueldo, horas y sueño ya que la tasa de subocupación está en un promedio de 11,2 por ciento, según el INDEC. En la mescolanza se disimula que las mujeres no trabajan todo lo que quieren, necesitan o pueden. Los muchachos sufren una subocupación de 9,2 por ciento y, en cambio, las doñas que no solo no llegan a fin de mes (tampoco a principio) son el 13,9 entre las trabajadoras que malabarean con sueldos insuficientes. El índice de subocupación femenino (quienes trabajan menos de 35 horas involuntariamente y están dispuestas a trabajar más) debería ser un problema. En 1999, los peores registros del menemismo, el promedio fue de 13,7 y se toma como una mancha histórica. Ahora, en cambio, la falta de empleo suficiente no aparece en la agenda política, ni sindical.
En el 40,1 por ciento de las familias las mujeres son jefas de hogar. En realidad esta cifra es engañosa porque, en las encuestas, si hay una pareja el varón suele contestar que es el jefe aunque ella cobre más o él esté desempleado o si los dos contribuyen a pagar la cuentas. Por eso, las que declaran ser jefas de hogar son las que están solas, separadas o a cargo de tutti lo que hay que desembolsar, hacer, limpiar y mantener con solo dos manos. La cifra es alta si, además, se cruza con que las jefas de hogar son las que más sufren el desempleo, la informalidad y la brecha salarial.
El promedio de la brecha de género en la Argentina es de 27,2 por ciento y es una de las tajadas más altas de Latinoamérica. Del peaje de género que le cobra un impuesto invisible a las trabajadoras por ser mujeres –sin que casi nadie reclame por ese cobro a las no ganancias femeninas– no se salva ninguna.
En la Argentina la discriminación sexual se cobra un impuesto que no se reclama pero que ajusta los bolsillos –o las carteras– de las damas. La diferencia de género es un asalto: las mujeres ganan –por lo menos– 21.264 pesos menos que los varones por ser mujeres. El salario promedio (tanto de empleados/as formales e informales) era de 7.425 pesos en el segundo trimestre del 2015. Pero en los bolsillos de los caballeros entra mucho más que en la cartera de las damas (y no es porque sean caras o lleven muchas cosas). Ya que los varones reciben un promedio de 8.200 pesos y las mujeres de 6.428 pesos. La diferencia era, el año pasado, de 1772 pesos (mucho más alta, en realidad, con un fuerte impacto de la inflación) por mes y de 21.264 pesos anuales.
A mayor desempleo, mayor informalidad. Por lo que las últimas estadísticas, seguramente, se ven aumentadas. Pero, hasta el 2014, entre las mujeres la informalidad alcanzaba al 36,4 por ciento de las trabajadoras, mientras que entre los varones afectaba al 32,9 por ciento de los asalariados. La mayor razón de la informalidad femenina es la clandestinidad del empleo de trabajadoras del hogar, que tienen más derechos, pero que no se cumplen, sin reclamos sindicales para que se hagan campañas para blanquear a las empleadas domésticas. La tasa de informalidad en trabajo doméstico alcanza al 80 por ciento de las 1.100.000 trabajadoras, 99 por ciento por ciento mujeres.
Joven argentina: si tienes entre 14 y 29 años y vivís en el Gran Buenos Aires sufrís un 25 por ciento de desempleo y tenés cinco veces menos posibilidades de cobrar un sueldo que si sos varón y tenés entre 30 y 64 años. Las conurbanas son, claramente, las más perjudicadas por la actual coyuntura económica según el informe “Mercado de trabajo, indicadores socieconómicos”, del segundo trimestre del 2016, difundido por el Indec el 18 de octubre del 2016, con datos de la Encuesta Permanente de Hogares.
El desempleo juvenil promedio es de 18,9 por ciento. Pero la falta de trabajo de las chicas menores de 30 años llega al 22,3 por ciento de la población con picos de 25 en el Gran Buenos Aires, de 22,7 en la zona pampeana y de 23,7 en los mayores conglomerados urbanos como Gran Rosario, Gran Mendoza o Gran Tucumán. Los varones jóvenes también sufren más el desempleo que los mayores. Pero el desempleo juvenil masculino es de 16,6 por ciento y el femenino de 22,3. La diferencia de seis puntos entre chicos y chicas marca una brecha de género enorme entre pibas y pibes que buscan trabajo y no logran ganarse su pan o su celular. El Indec difundió esas cifras el 23 de agosto pasado. Después de pedidos de Economía Feminista y Las/12 y, un día antes del paro de mujeres, se dio a conocer el talón de aquiles de la economía argentina: las pibas bonaerenses. La falta de posibilidades afecta muy fuertemente a las mujeres más jóvenes y muestra una disparidad enorme en momentos donde se discute la paridad política pero la paridad laboral retrocede muchas fichas.
La falta de lianas para avanzar a un mejor futuro es una enorme deuda pendiente. En el 2013 el desempleo promedio era del 6,4 por ciento (ahora de 9,3) y, sin embargo, el desempleo juvenil femenino llegaba al 16,2 por ciento como señalaba la nota “El género del dinero”, publicada en Las/12, el 25 de abril del 2014, con datos de la Encuesta Permanente de Hogares publicados por el Ministerio de Trabajo. No es un problema nuevo la falta de horizontes. Pero, ahora, se acentuó a niveles muy preocupantes: la falta de trabajo para las jóvenes pasó del 16,2 al 22,3 por ciento. El aumento de 6 puntos de desempleo entre las pibas más vulnerables tiene que ser una alarma que no deje de sonar hasta que se encuentren soluciones.
La diferencia entre varones y mujeres es alta, pero se agrava por una representación sindical con bajísima participación de mujeres y, por lo tanto, que no reclama políticas laborales con perspectiva de género para frenar la falta de trabajo, el disciplinamiento que genera la necesidad laboral, el acoso sexual, la desigualdad salarial entre varones y mujeres y la falta de licencias parentales. Los sindicatos tendrían que pedir políticas públicas y negociar, en cada paritaria, mejores condiciones laborales para conciliar la vida laboral y familiar. No lo hicieron. No lo hacen. No está en sus planes hacerlo. Eso no solo implica un fracaso en lo que no se da, sino en lo que ni siquiera se pide.
“En la Argentina llama la atención que en el marco de paritarias el cuidado no sea relevante. No toma ni tres minutos al final de una negociación, a pesar de que la cobertura de las negociaciones colectivas equivale al cuarenta por ciento de asalariadas/os y treinta por ciento de la fuerza laboral, según la investigación “Trabajo decente y corresponsabilidad en los cuidados en Argentina”, de Carina Lupica.
“Sorprende que teniendo ese instrumento tan poderoso de negociación colectiva esta parte del mundo laboral no demande, por ejemplo, que la licencia deje de ser subsidio y cuente para la previsión social, licencias extendidas (y no la excedencia no remunerada que además deja a la trabajadora en una negociación desigual) y que no planteen de manera más beligerante las salas cuna y la atención de cuidados cuando terminan las licencias. En muchas de las centrales sindicales hay pedidos, pero no dejan de ser voces marginales preocupadas por problemas que afectan a las mujeres”, resalta el desaprovechamiento de las paritarias Juliana Martínez Franzoni, doctora en Sociología e integrante del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica en una investigación sobre políticas de conciliación entre vida familiar y laboral en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Costa Rica.
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