MODA
Larga vida al comodín
Por sencillo, por práctico, por su docilidad para mutar según lo que cada una (o uno) se ponga encima, el jean es esa prenda que merece un sincero homenaje, ya sea a sus cinco bolsillos o a las múltiples posibilidades que los diseñadores saben proponer con esa tela tan bien confeccionada en este país que ha resistido todo tipo de olas importadoras.
Por Victoria Lescano
El jean es la prenda más apta para generar distintas estéticas a través de las tipologías y ésa es la premisa de mis diseños. Siempre hago un clásico cinco bolsillos de estilo western, pero también pienso en varios personajes, desde la mujer de estilo Jane Birkin que usa pañuelo y cartera Hermés con pantalones de tiro más alto y el gastadito en su punto, a otra más contestataria, a quien le gusta la cultura del rock y el cuero negro y se identifica con el denim sin lavar. Independientemente de las estéticas, importa la funcionalidad, el jean oficia de comodín con las demás prendas de un guardarropas y calculo que por cada pantalón los usuarios suelen tener diez partes de arriba”, dice José Luis Zacarías Otiñano, el diseñador de la firma Oxdans. Su discurso es el de un graduado en indumentaria en la Universidad de Buenos Aires (más precisamente en una camada de la que surgieron expertos en la industria jeanera) que ofició como contador público hasta que dejó las finanzas por la militancia estética y asistió a un decorador de casas de celebridades de Nueva York.
Oxdans hace alusión al cowboy de las estepas nórdicas y el local de Avenida del Libertador 826 simula una boutique de los ‘70 con interiores en madera y fetiches del estilo escandinavo ideados por Julio Oropel: tiene sillones con patchwork, probadores con estampas florales y vidrieras muy conceptuales (transcurrido un año desde la apertura, accedieron a mostrar los pantalones sobre simples maniquíes). Mientras tanto prefirieron acciones de moda como esponsorizar en la galería de arte Dabbah-Torrejón, una muestra del fotógrafo Jamel Shabazz, documentalista del nacimiento del estilo hip-hopero de Brooklyn, o bien colgar pantalones de una puesta de maderas en un show-room de la Semana de la Moda a las incursiones en pasarela.
En su colección de invierno existen variaciones sobre el tailleur Chanel, la tipología de los gabanes de posguerra, pilotos y chaquetas saharianas de Yves Saint-Laurent, ya en denim celeste sulfurado o en versión dark y con raros botones rescatados del stock de una tienda de provincias, y reciclados con dorados al cobre.
La base de operaciones del diseñador está delimitada entre una oficina símil depósito del subsuelo del local y estadías semanales en lavaderos y talleres de Pergamino. “Esa zona tiene los lavaderos y talleres más importantes, y concentra a familias destinadas al trabajo de jean desde que en los ‘60 el sastre Antonio Annan capacitó profesionalmente a toda una generación. Porque en la trama del jean hay distintos negocios; por un lado están las empresas que confeccionan su propio producto de manera casera y otras que contratan a empresas de servicios para que desarrollen un producto específico y así intentar comunicar estéticas desde la etiqueta, la badana, la grifa, el cartón colgante o los botones hasta el tipo de calce, la tela o el tiro”, dice José Luis, quien antes de fundar su firma propia supo ser prestador de servicios para diversas marcas (una de ellas fue Kosiuko). Otros indicadores del actual furor de lavados y sofisticados hilados que transforman al clásico, simulando desgastes asimétricos, roturas y parches, se pueden apreciar en la propuesta para el invierno 2004 de Levi’s. Inspirada en la cultura del garage rock de los ‘60, en Buenos Aires se presentó en los escenarios devastados de la Ciudad Cultural Konex, con innovaciones sobre Type One, el último invento de esa marca, que homenajea al jean de los pioneros, blazers de denim y otros dictados de nuevas tendencias como minifaldas con roturas, pantalones de calce slip con alforzas y denim rayado.
Desde el flanco de la industria, la firma Santista –tal es la nueva denominación de Grafa– edita dos veces al año una publicación con información sobre últimos desarrollos textiles para sus clientes e información sobre estilos. En su lectura de tendencias internacionales, ilustra el uso del jean en sus variantes marmolizados, manchados vintage, efectos suavizados, manchas y nombres genéricos como sensor twill, sensor slip o paper twist que se desprende de las colecciones de Yohji Yamamoto, Marithe François Girbaud a los experimentos de mapas de huesos del cuerpo humano que Andrey Mackenzie imprime al denim.
El diseñador de Oxdans continúa con un análisis del estilo argentino en jeans: “Cuando a mediados de los ‘90 abundaban las megamarcas y se importaban tanto las remeras como los tejidos y las carteras por cuestiones de costos, el del jean fue uno de los pocos rubros de la industria nacional que sobrevivió, seguramente porque hay un sello local, un calce argentino, apretado, ajustado, tiro bajo y muchas firmas comprobaron que si lo importaban, las usuarias se quejaban de que les quedaban mal; la cadena Zara, por ejemplo, importó la línea de denim y no tuvo éxito. Pero el modus operandi cambió a partir de la crisis económica: acá trabajamos con las telas que nos llegan de empresas nacionales, luego se las interviene con lavados. La autocrítica es que todavía nos falta tecnología para lograr excelencia, me apasionan los denims japoneses y belgas cuyas bondades pasan por la construcción de alta densidad que los hace muy compactos en apariencia, pero finalmente son muy suaves en contacto con la piel. En simultáneo hay un cambio en los códigos de la cultura del jean, en el mundo se está empezando a usar el tiro bajo, pareciera que la onda latina está imponiéndose, mientras que por el contrario lo holgado está ingresando entre los latinos. Pareciera que hoy nadie quiere seguir la moda. Es cierto que hay una industria que va a intentar poner un dictado, pero del lado de los nuevos movimientos de diseñadores se generan variables muy interesantes con los elementos disponibles.”
El libro Jeans, la vigencia de un mito, que fue compilado por Susana Saulquin y realizado junto a un equipo del Instituto de Sociología de la moda –bajo el sello Nobuko–, además de referirse a los modelos pioneros de Levi’s, Lee y Wrangler, aporta data técnica muy precisa. Los investigadores documentan que en 1950 la empresa Alpargatas fue precursora en desarrollar los hilados del jean, pero la producción masiva empezó en 1970. Los primeros usuarios del jean fueron los hijos de estancieros que estudiaban en Estados Unidos o Europa, y los primeros importados –la marca más codiciada era Lee– se vendían en Eduardo Sport, la tienda que Eduardo Darbozzi abrió en Pacífico y estuvo consagrada a prendas de equitación.
Otro pionero en jeans fue Ernesto Fabregas, creador de la actual marca EF, quien junto su novia Dolores y con el nombre Dolores confecciones hizo pantalones a medida en denim azul y piel de durazno en diversos colores. El anecdotario de Jeans, la vigencia de un mito aporta data que supera casos agudos de fashion victims como los seguidores de los Beatles que se estacionaban frente a la casa de botas londinense Davide & Anello para comprar sus modelos favoritos. Las devotas del jean solían agolparse frente al piso de Barrio Norte donde funcionaban los talleres y también el salón de ventas. El motivo fue que, si bien costaban lo mismo que los Edu, su moldería incluía una U en el tiro delantero para ajustar la base de la cola. Según cuentan, existió un modelo que de tan ajustado se lo llamaba “pantalón violador”, y para probarlo sus consumidoras debían intentar acostarse en un sillón tapizado en denim, hasta que los diseñadores decidieron construir una escalerita con una tarima para facilitar ese falsa violación incitada por un modelo de jean.