Vie 04.06.2004
las12

RESISTENCIAS

¿cómo me llamaste?

Hartas de que en el hip hop se use puta para decir mujer, un grupo de estudiantes secundarias de Boston creó una radio para ofrecer alternativas a la misoginia
de esta música masiva y afianzar la hermandad entre las mujeres negras.

Por Mariana Enriquez

La crítica a la misoginia en el hip hop no es un tema nuevo. En 1992, la periodista y crítica de hip hop Dream Hampton fue amenazada por Method Man de Wu Tang Clan después de que ella escribió un artículo en la revista de rap The Source. Hampton no lo había atacado, sólo lo comparó con otro rapper, Busta Rhymes; a Method no le gustó la analogía, y escribió un tema que decía: “Si veo a esa perra, a esa Dream/ La apuñalo”. Dream Hampton, una fanática del hip hop que además reconoce y respeta la importancia social de esta cultura negra urbana en Estados Unidos, fue una de las primeras en denunciar el sexismo desde las páginas de The Source. En su artículo “Confesiones de una crítica de hip hop” para la revista Essence, escribía: “No soy una puritana, y creo que las mujeres deben ejercer el control de su sexualidad. Pero, por obvias razones, dudo que las ‘putas’ a las que se refiere el hip hop puedan hacerlo. Y también me resulta claro que la ‘venta’ del cuerpo de una mujer negra tiene una directa relación con nuestra opresión, como negros y como mujeres”. Y continuaba: “Me frustra que en mi comunidad nadie comprenda que estamos jugando un juego peligroso. Me molesta que las mujeres del hip hop no se ofendan por la impresionante misoginia del género. Me enoja sentirme abandonada por mis hermanos y hermanas, muchos de ellos líderes del movimiento negro, que desestiman a nuestra generación. Y me cuesta y confunde defender a grandes poetas urbanos como Tupac y Snoop, porque es difícil reconciliar el genio y la pasión de estos artistas sin traicionar mis creencias políticas”.
Dream Hampton fue una precursora, pero la crítica continuó. Y desde hace un año, un grupo de chicas de Boston decidieron dejar de protestar y hacer algo al respecto.
R-Log, la primera radio integrada sólo por mujeres adolescentes negras, emite desde el barrio de Dorchester, Boston. Las fundadoras son primera generación de inmigrantes de Haití, Cabo Verde y varios países de América Central y viven en barrios pobres y violentos, conocidos por las guerras de pandillas. Las chicas –que tienen entre 13 y 18 años– se conocieron en Log School, una escuela alternativa de Dorchester, y pronto descubrieron que tenían mucho en común: buenas calificaciones que les permitirían aspirar a carreras universitarias y las ganas de hacer trabajo comunitario en un barrio donde las oportunidades de trabajo y educación son escasas.
El mensaje de R-Log es sencillo. “No aceptamos los términos discriminatorios y sexualmente abusivos que se usan en el hip hop sobre las mujeres”, dicen las chicas. “Nuestro objetivo es darles a las mujeres una alternativa a la cultura del hip hop que iguala dinero y posesiones materiales con status y éxito, y que trata a las mujeres como chucherías para ostentar y después descartar.” Oladijemi, de quince años, dice: “Ninguna mujer merece ser tratada así. Pero muchas chicas no tienen autoestima, y permiten que los hombres las traten de putas. Queremos hacerles saber que no tienen por qué aceptarlo”. Stephanie Alves, de 18 años, hija de inmigrantes de Cabo Verde y estudiante en el Boston College, explica: “Queremos crear una hermandad femenina en la comunidad y demostrarles a las chicas que no somos lo que el hip hop dice de nosotras”.
¿Qué dice el hip hop de ellas? Los ejemplos son infinitos, pero basta mencionar que la gran fantasía del hombre rapper es la del “pimp” (fiolo), y astros del género como Ja Rule rapean: “Lo que está entre tus piernas es el producto/ Usalo bien/ Y hacé dólares con eso, puta”. (“Bitch Betta Have My Money”). El hip hop tiene elementos de afirmación del hombre negro ante una sociedad racista que les teme; alardeando de su sexualidad, sus armas, su violencia, enfrentan los estereotipos. Pero la exaltación de la masculinidad negra viró hacia un constante ataque a las mujeres. “Todo lo que les importa son las armas, el sexo y el dinero. Les faltan el respeto a las mujeres, y lo peor es que muchas de las chicas ya se apropiaron de ese lenguaje y se llaman ‘putas’ entre ellas”, explica Alves.
La radio, que está intentando mejorar su alcance y ya se escucha fuera de Boston, transmite desde una casa comunitaria que trabaja con mujeres y niños en riesgo. Las oyentes participan contando lo que pasa en sus barrios y sus vidas, y hacen programas especiales sobre mujeres negras artistas y activistas. Del grupo fundador, sólo queda Dalida Rocha, de 19 años, ella misma inmigrante de Cabo Verde; el resto tuvo que dejar el proyecto para estudiar en la Universidad. Pero se mantienen en contacto, y reclutan constantemente nuevas participantes. La decisión más dura que tomaron fue dejar fuera de la programación a la mayor parte del hip hop, el género más popular en las radios norteamericanas. Lo reemplazan con reggae, neosoul, baladas y música dance de Cabo Verde. Algunos artistas de hip hop llegan al aire, después de una cuidada selección: Alicia Keys, Ashanti, Faith Evans y Usher suenan con frecuencia, pero nunca pasarán un tema de Lil Kim, Snoop Doggy Dogg, Ja Rule, 50 Cent o Tupac Shakur. “No queremos predicar ni decirle a la gente qué escuchar, sólo ofrecemos una alternativa”, resume Alves. Ella tiene esperanzas de que la iniciativa de R-Log logre, en el futuro, un profundo cambio cultural. Parece utópico, pero las dificultades no van a detenerla: “Hace demasiado tiempo que escuchamos canciones sobre sexo, drogas y dinero. ¿Qué más hay para decir? Creo que ya es tiempo de que algo nuevo y positivo tome la posta. Si las chicas nos escuchan y dejan de comprar discos de artistas de hip hop que las maltratan, a lo mejor podemos cambiar algo. Eventualmente, la industria tendrá que prestarnos atención”.

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