Vie 07.01.2005
las12

TEVé

Chicas bien de casas mal

Messina, la Muda y la Nena, las prostitutas de Padre Coraje, fueron durante todo el año las putas más queridas a la hora de la cena. Formaron una familia casi feliz –si no hubiera sido por los avatares del folletín– en El Búho, y destacan el fuerte perfil de todas las mujeres que protagonizaron la tira, que se ambientó en los años ‘50.

Por Noemí Ciollaro

Un pueblo chico, La Cruz, infierno grande escondido en algún rincón bonaerense. El lugar, El Búho, un “piringundín”, una casa de citas, donde tres mujeres cambian sexo por dinero. La madama, Messina, una cuarentona de carácter fuerte, pasado oscuro y corazón solidario, a la que su rufián un día le dijo “salgo a comprar fasos” para nunca más regresar. Las pupilas, la Nena, bella, etérea, eternamente melancólica y acosada por historias familiares de mal signo; y la Muda, una trabajadora del sexo diminuta, de voz atiplada y sueños de gran señora. Conocedoras todas de los secretos más celosamente guardados de los poderosos y de los débiles que protagonizaron la telenovela más comentada del año, Padre Coraje, folletinesca y apasionada, reflejo de los años ‘50, de una Argentina pasada y presente, espejo de historias, que con cambio de vestuario y maquillaje siguen ocurriendo.
Messina, protagonizada por Julia Calvo; la Nena, Melina Petriella, y la Muda, Fabiana García Lagos, afirman sin dudar “rompimos el estereotipo que existe sobre las putas, para convertirnos en mujeres que le dan pelea a la vida y a la adversidad en todos los terrenos. A lo largo de la novela la gente nos iba reconociendo por la calle y le hablaba a nuestros personajes con afecto y complicidad, nos sentimos queridas y premiadas”.
Julia Calvo, peluca enrulada con estridente moño turquesa, boca y uñas bermellón, pestañas arqueadas, mejillas ruborosas y un vestido de época, ceñido estrechamente a su cuerpo maduro y generoso, relató a Las/12 el nacimiento de su personaje, con la misma pasión con que se la pudo ver en pantalla a lo largo de todo el año.
–Uno de los incentivos con los que empecé a trabajar fue la recreación de aquella época y el tango siempre presente en El Búho, no hubo ningún tango de los que canturreaba, Como dos extraños, Malevaje, Tarareando que fueran posteriores a 1950 y me gustan mucho, porque además los bailo, soy milonguera. Fue trabajar a partir de esa primera impresión, verme maquillada, un par de cosas que me dijo el director sobre cómo caminaba en la prueba de cámaras, la ropa y recuerdos de mi abuela, una mujer muy fuerte, que se la pasaba tarareando tangos mientras laburaba. Así terminó de componerse algo que inicialmente, tenía que ver con la madama oscura de un pueblo, que había sido escenario de historias horribles que ella conocía. Luego fueron sucediendo las cosas y en el trabajo con los compañeros de elenco se fue delineando otra madama, Messina, que si bien proviene del mundo prostibulario, tiene esa cuota maternal y de madraza. Proponíamos cosas y los autores las tomaban para terminar de definir situaciones. El Búho con la presencia de la Nena y de la Muda se convirtió en algo así como un “aguantadero” en el buen sentido, en un lugar donde se bancaron historias de vida muy fuertes. No podría haber ocurrido esto siMessina no hubiera tenido un corazón grande como una casa. Además fue una madama con la posibilidad de enamorarse de verdad (de Santo, Javier Lombardo, el sacristán y compañero de fechorías de Coraje). Una mujer con un perfil propio muy definido, de armas tomar, sin rufián, ella se hace cargo de todo, tiene su lata con su plata, en una época en que pocas mujeres se hacían cargo de cosas tan enormes. Es como una contrapartida con el personaje de Leonor Benedetto (Amanda), que estaba a cargo de su casa y de su historia desde otro lugar social, no sé si eso es esencial, porque muchas veces hablábamos con Leonor de que ella era como una puta, pero “fina”, con otra educación. Me encantó jugar mi personaje, no tener todo programado, resultó genuino. La época del ‘40 y del ‘50 siempre me fascinó, su cine, su música, evidentemente el archivo se disparó de tal manera, que para mí fue muy natural hablar y actuar como Messina. Se dieron situaciones de interrelación entre los personajes muy fuertes, como con Amanda, Santo, Coraje. Los autores hicieron que el primer día Messina y sus putas entraran a la iglesia y se le plantaran a Costa (Raúl Rizzo), el intendente, eso ya hablaba de impresiones muy potentes para empezar a trabajar. Con nosotras se identificaron tanto las putas como las madres con siete hijos, los adolescentes, los chicos, los hombres.
A Fabiana García Lagos, la Muda, los productores de la tira la llamaron para hacer solamente un “bolo” en El Búho, pero a ella se le ocurrió jugarse y tirar una propuesta, una muestra de esa mujer menuda, pícara y escandalosa, ingenua y algo calculadora. Bucles largos, pintura discreta, vestido sin escote, digno atuendo de esposa de Pipo Jáuregui (¡Pííííííípo!...), resultó ganadora del premio Clarín Espectáculos en el rubro actriz revelación de 2004.
–Creo que todos los personajes femeninos de la novela son muy jugados, cada una a su manera, dentro de su historia, rompe códigos morales establecidos, salta la cerca de las prohibiciones, va por más en una época en la que las mujeres pagaban un alto precio por las transgresiones. Desde lo bueno o desde lo más enfermo o malvado, todas las mujeres de la tira tuvimos perfiles muy fuertes. En mi caso el “bolo” se convirtió en un personaje, porque tanto Melina como Julia se engancharon, jugaron conmigo en esa apuesta donde yo hice lo que sé hacer, que es actuar. Mi personaje está inspirado en mi abuela, no me interné en un estudio antropológico para crearlo, la mamá de mi papá era muy viejita, ya casi no escuchaba y tenía la voz colocada en ese registro que yo recordaba perfectamente. En el bolo yo tenía que decir dos cosas solamente y se me ocurrió hacerlas con esa voz, lo propuse y gustó, lo aceptaron, pero en los primeros capítulos temía que sacaran a la Muda del Búho. Esa relación tan fuerte con Messina, de peleas y reconciliaciones, como de madre e hija, donde ella me bancaba todo, fue creciendo. Siempre sentí que la Muda era como un perro de gomería, que se adapta y trata de hacer lo que hay que hacer para conservar su lugar. Son personajes que se sostienen desde el lugar más elemental y más instintivo, desde ahí funcionan y reaccionan, seguir a los autores de esa forma, poniendo lo instintivo en juego, nos permitió enriquecernos con el conjunto del elenco. La Muda pasó por momentos de ternura, de dolor, de miedo; y lo más lindo como actriz fue cada uno de los encuentros con los otros personajes que se iban cruzando por el azar de la pluma de los autores. Fue maravilloso hacer capítulos con Mercedes Funes (Nora), con Leonor Benedetto, o escenas con Luis Machín (Ponce) tan fuertes que eran casi el regocijo del desprecio, del castigo, pero que después, con el nexo de la Nena y la comprensión de las desgracias de cada uno terminaron convirtiéndose en afectos muy intensos. Cuando pasé El Búho a la casa de los Jáuregui temblé, les tuve miedo a los dos, a Leonor Benedetto y a Matías Santoianni, no los conocía y es como meterse en la casa de otro, preguntarse si una molestará, en qué lugar me pongo, pero fui bien recibida y esto hizo que la Muda creciera, allí pude darle otro color y jugar a otras cosas. Los personajes me despertaban contradicciones, antes de trabajar con Leonor miraba la novela por tele y la veía en ese papel de mujer sin escrúpulos y pensaba qué bárbaro, esta mina me está haciendo querer a esa hija de puta, porque la veía en sus escenas con Costa y con Coraje (Facundo Arana), y todo el tiempo me llevaba de un lugar a otro, eso es genial. O con Roberto Vallejos (Pedro Olmos Rey) que era amigo de las chicas del burdel y a la vez era un psicópata asesino de mujeres infieles. Y Costa, que no dejaba de llamarme “putita” todo el tiempo, lo mismo que a la Nena, que era la mujer de su hijo. Costa es de esa gente a la que nada le genera una veta humana, ni la muerte de su propio hijo. Todos los personajes femeninos fueron muy potentes.
La Nena (Melina Petriella) había sido criada entre algodones por su madre, una prostituta amiga de Messina, que quedó embarazada de Ponce y huyó de La Cruz. Al enfermarse mandó a su hija a El Búho con una carta en la que le pedía a la madama que la recibiera y se hiciera cargo de ella.
Melina habla con la misma voz suave de la Nena, sus ojos verde agua tienen la intensidad que mostraba su personaje, aunque su suerte en el amor es muy distinta. En la vida real es la pareja de Fabio Di Tomaso (Lautaro), y conviven felices desde hace un tiempo.
–Sí, la Nena es un personaje que ha sufrido mucho, que se presentó en el pueblo con una historia oscura, con un arma para matar a su padre (Ponce). Se enamoró de Lautaro, el novio de su hermana, Nora (Mercedes Funes), cuando por primera vez lo vio en el prostíbulo. A partir de allí comienza un verdadero infierno para ella. Fue un muy buen trabajo, muy fuerte, muy creativo, con un elenco increíble. Laburamos mucho para recrear la época, leímos libros, aprendimos tangos, lunfardo, realmente nos metimos en la historia, en las costumbres y en la realidad social. Desde lo personal como actriz fue muy intenso, me pasó de todo, esa Nena no dejaba de sufrir, fue una novela muy larga donde tuve la posibilidad de jugar todo el tiempo, me violaron, me apuñalaron, me enamoré del novio de mi hermana. ¡Esa hermana!, obsesiva, llena de odio, mutilada, todo muy arriba, siempre al borde, estoy agotada, todos quedamos muy cansados. Pero a la Nena me la llevo conmigo de recuerdo, fue una experiencia increíble. Lo de Fabi con la Muda fue un acierto de ella que enriqueció mucho, es la imaginación, es la creación, cuando el actor produce en el imaginario y se anima a tirar propuestas pasan estas cosas, y que te den el espacio de ofrecerlo es un lujo. Recibí mucho afecto de la gente en la calle, “¡Y Nena, cuándo terminás de sufrir!”, me gritaban, o “Mandale saludos a Lautaro, y liquídenlo a ese cretino de Costa”.
Melina se entusiasma cuando habla de su personaje en el burdel, de esa chica huérfana y bien educada, que de pronto, tiene que prostituirse y se convierte en la más requerida por los hombres del pueblo.
–Hacer de prostituta de la década del ‘50 fue algo que me atrajo mucho, nunca lo había hecho. Fue ponerme los tacos, las plumas, la peluca y jugar, me fascinaba cambiarme todo el tiempo de pelucas y trajes, ensayar poses, gestos, nos divertimos mucho con Fabi y Julia, hacíamos todo desde el humor, salía muy natural. Cuando tuve que irme de El Búho para vivir con Lautaro en lo de Costa, me costó un montón, quería seguir en el piringundín –se ríe–, pero tuve que convertirme en una señora, cambió el vestuario, los tonos, todo, pero me gustaba mucho ser el “cambalache” que fue la Nena, ese olor que tenía mi personaje. Vamos a extrañar El Búho, no me cabe duda.

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