Vie 03.05.2002
las12

DOS ESCRITORAS VISITANTES DE LA FERIA DEL LIBRO

El iris de Siri

Siri Hustvedt está felizmente condenada a ser la mujer de Paul Auster, pero además es escritora. Sus dos novelas publicadas fueron tratadas amablemente por la crítica. Ahora está a punto de salir al ruedo con la próxima, “What I loved”.

Por S.CH.

Siri Hustvedt vino a Buenos Aires a acompañar a su marido y a conocer una ciudad grabada en su mente por las imágenes de libros leídos en la universidad y la leyenda de buenas librerías. Aunque se la conoce sobre todo por ser la esposa de Paul Auster, publicó dos libros con muy buenas críticas (La venda, 1992; y Hechizo de una mujer, 1996), y en enero del 2003 saldrá en Estados Unidos el tercero, What I loved.
Como la describió su marido cuando la conoció en 1980, es una alta mujer norteamericana de ascendencia noruega, a lo que hay que agregar: delgada, rubia, atractiva y enormemente gentil y cariñosa. Apoya su mano en la de su interlocutor afectuosamente y reclama un beso en cada mejilla al despedirse. “En Estados Unidos no acostumbran besar, y es tan afectivo ¿no?”, dice. El signo de interrogación es un gesto repetido que no parece tanto la expresión de una duda como el deseo de compartir lo que dice.
“What I loved está contada por un hombre, al contrario de mis otros libros. El tiene 70 años y es historiador de arte. Es acerca de su familia y otra familia que están íntimamente relacionadas, como una crónica familiar. Pero es también una historia acerca de las ‘enfermedades culturales’. Uno de los personajes escribe tres libros sobre eso: el primero es sobre la histeria, habla de las mujeres en los hospitales, en el Salpêtrière de París, y de cómo la histeria puede ser contagiosa; el segundo es acerca de desórdenes alimentarios: anorexia y obesidad; y el tercero sobre psicopatías. Es como un culebrón (risas), pero está todo este otro material que atraviesa el libro.”
–¿Por qué se interesó en temas psicológicos?
–Leo muchísimo sobre psicoanálisis y creo que es porque estoy interesada en por qué la gente es cómo es. Y lo encuentro muy original, sobre todo en escritores como Winnicot. Siempre me fascinó el tema. La cuestión de las denominaciones. La histeria, por ejemplo, es una enfermedad que casi desapareció, la gente no habla de ella. Entonces ves cómo la cultura determina las enfermedades, y esto es lo principal en el libro, cómo las palabras determinan el mundo, lenguaje e identidad. Este es un tema fascinante, porque las estructuras culturales marcan la forma de percibir las cosas.
–¿Es tan autobiográfico como los anteriores?
–Sí, pero para mí... yo normalmente empiezo mis libros con una semilla autobiográfica, algo pequeño, y luego, cuando el libro se desarrolla –lo cual es un proceso muy lento porque me lleva mucho tiempo cada libro, aunque todos los días me siento a escribir–, las cosas parecen transformarse por completo. Yo siento que lo más importante es el aspecto emocional, y esto a veces puede ser muy duro porque puedo intentar defenderme un poco. No siempre deseo escribir esto o lo otro, y creo que por eso me lleva tanto tiempo. La historia es el vehículo de una entrega emocional.
–¿Qué le pasa a usted en un proceso literario tan interior?
–Yo hago muchos borradores del libro; no es que recomienzo sino que lo termino y lo vuelvo a empezar completamente varias veces. Y algo graciosocon este último, que es largo, tiene casi quinientas páginas, es loco... Yo tenía un borrador, se lo mostré a Paul y me dijo: ‘Esto podría estar mejor, y esto otro’, y pensé: ‘Tiene razón’. Y lo empecé todo de nuevo y en ocho meses lo hice. Pero pude hacerlo en ese tiempo porque antes había trabajado muchísimo en él. A veces me digo: ‘¿Pero no puedes dejarlo así?’. No puedo. ¿No es extraño?
–Lo extraño es la paciencia para empezar una y otra vez.
–¡Pero es que yo sé que todavía no está bien!
–¿Es muy perfeccionista?
–Sí, soy perfeccionista, pero creo que esto que me pasa es una especie de estupidez emocional, ¿eh? Si no siento que atrapé mi deseo, no puedo dejarlo ahí. En todos los libros que escribí hay un momento repentino en que comprendo qué deseo, qué falta. Entonces mis defensas bajan y escribo como ciega, casi en forma inconsciente. No puedo estar muchas horas en ese estado porque me enfermaría, pero estoy así un par de horas, voy al baño, lavo ropa, vuelvo...
–En sus libros y los de su marido aparece Iris, un personaje cuyo nombre es el anagrama de Siri y que suele ser bastante parecida a usted. ¿Cómo surgió ese anagrama?
–Creo que tenía catorce años cuando vi escrito mi nombre y me di cuenta de que pronunciándolo al revés decía Iris, y cuando escribí La venda sentía que de alguna manera estaba escribiendo sobre algo muy profundo mío, por eso di vuelta el nombre. Pero también es el iris de los ojos y la letra “I” es con la que dices “yo” en inglés. Es un juego también. Y cuando publiqué La venda, Paul estaba escribiendo Leviatán y me preguntó si me molestaba que usara el nombre Iris y yo estuve de acuerdo porque era un personaje muy lindo, feliz, su marido Peter la ama mucho, y eso me hacía sentir bien.
–El año pasado se estrenó en el Festival de Cannes una película escrita por usted y su marido, The Center of the World...
–No, nosotros quitamos nuestros nombres del film. Escribimos el guión con Paul y nos gustaba mucho, pero Wayne (Wang) decidió finalmente no usarlo. La película consta básicamente de improvisaciones de los actores. En notas de prensa figuraron nuestros nombres, pero no somos responsables del film y no nos sentimos bien por lo que pasó.
–¿Trabajan seguido juntos?
–No, la única vez que lo hicimos fue ésa y fue maravilloso. No sabíamos qué iba a pasar, podía haber sido terrible. Y creo que fue una buena experiencia porque podíamos pasar las cosas malas rápidamente, si estás solo a veces se te van dos horas buscando el sentido de una palabra, pero la complementación fue maravillosa, uno u otro terminaba los diálogos y nos gustaban a los dos. Fue divertido, quizá algún día lo publiquemos.
–¿Les quedaron ganas de repetir la experiencia?
–No tenemos planes específicos, pero yo siempre pienso que sería muy divertido escribir el guión de una comedia con él.

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