VIOLENCIAS
Una cárcel de varones es el destino para las travestis que han delinquido. Así lo dispone el sistema penal, indiferente a lo que puede provocar un cuerpo femenino en un lugar (de encierro) donde la violencia sexual es un modo de disciplinamiento y control. Claudia Baudracco es la primera travesti que denunció haber sido violada, en el mismo hecho, por siete agentes penitenciarios. Pero sigue en el mismo penal, solo que como “protección” la aislaron y le cortaron su derecho al estudio.
› Por Roxana Sandá
Dice que los hostigamientos persisten y sobrevuelan aún más lo ocurrido hace menos de dos meses en la enfermería del penal de Marcos Paz, cuando siete penitenciarios la violaron durante una “fiesta” sorpresa (para ella) y la despacharon de regreso a su celda. “Me hostigan para que levante la medida extrema de seguridad, alegando que así podré compartir los espacios comunes con el resto de los internos” del módulo 3, pabellón 8, que por ser travesti le corresponde habitar junto con otras compañeras, violadores y gays.
A esta altura de los sucesos, nadie duda de que los “hostigamientos”, como ella define el sistema de aprietes, son, sin mayores eufemismos, portales de entrada al riesgo de perder la propia vida, sobre todo por tratarse de la primera travesti que denunció haber sido violada por personal penitenciario en una cárcel federal.
Claudia Baudracco está presa hace tres años, procesada por un delito que, advierte, no cometió, y la afirmación no debería llevar a sorpresa, vista la cantidad de presos que en los últimos tiempos fueron liberados tras comprobarse su inocencia y las groseras irregularidades judiciales que suelen rodear las causas penales.
“Su único delito fue conocer a Carla, otra travesti que estaba implicada en una historia de drogas. Claudia, que siempre tuvo una participación activa desde la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de la Argentina (Attta), entendió que debía ocuparse del caso de esa compañera, pero la relación con otro de los implicados terminó enredándola y la Justicia le adjudicó el rol de ‘reclutadora’ de una supuesta banda de narcotraficantes”, explica su abogada, Angela Vanni, quien desde el 30 de mayo último –con la lógica que impone el instinto de supervivencia– recorre los tribunales de Morón, donde se atienden las cuestiones relacionadas con los intramuros de Marcos Paz, reclamando que el juzgado federal correspondiente disponga el traslado de Baudracco a una dependencia de seguridad por fuera del Servicio Penitenciario.
“Es desesperante, porque desde el mismo juzgado no me dan opción; no puedo hacer nada por su traslado”, se lamenta Vanni. “El Ministerio del Interior ordenó a los jueces de todo el país que no remitan detenidos a ningún ámbito de las fuerzas de seguridad que dependan de esa cartera. Por eso ni en Morón, donde me dijeron que ellos no pueden hacer nada, ni en los juzgados de La Plata, adonde también me dirigí, dispusieron trasladar a Claudia. Y como alternativa eligieron la peor: ahora la mantienen dentro del mismo penal, en una celda de resguardo custodiada por los compañeros de los penitenciarios que denunció”.
En estos días se está convocando desde Attta y otras organizaciones de derechos humanos a todas las agrupaciones que se interesen por el futurode esta travesti, para elaborar una petición al Ministerio del Interior en la que se solicite su traslado a un lugar de detención que no esté bajo injerencia del SPF.
La semana del lunes 30 de mayo comenzaba sin demasiados sobresaltos, excepto por las grescas de costumbre, algunos pleitos de pabellón o las prepeadas sin sutilezas de guardiacárceles cebados. Quizá por ese conocimiento del paño, a Claudia no le despertó curiosidad que a la tarde fuera llevada por un guardia a la peluquería del penal, donde a puertas cuidadosamente cerradas debió participar en una fiesta sexual encabezada por el jefe de Módulo, el de Pabellón, un inspector y cuatro celadores.
Al cabo del magreo de su cuerpo, la aceptación fingida para prevenir cualquier posible sed de lastimar, las penetraciones reiteradas, las risotadas de machos con ánimo de poseer y un clima de acogedora impunidad, Claudia se retiró del salón de peinados carcelario hacia algún sitio donde rearmarse. Un recreo corto en el infierno.
“Mientras se recomponía y aseaba extrajo de su recto un preservativo con semen que había utilizado uno de los guardiacárceles, y la decisión llegó en ese instante, observando ese objeto mientras lo sostenía con la punta de sus dedos: lo convertiría en la prueba fundamental de su denuncia -detalla Vanni–. Lo guardó cuidadosamente y se lo entregó a su hermana para iniciar las pericias correspondientes y convertirlo en la prueba fundamental de su denuncia.” La causa se abrió el 6 de junio en el Juzgado Federal Nº 1 de Morón que tramita, sí, pero no protege, por impotencia normativa.
La celda adjudicada a Baudracco en el marco del régimen de resguardo que ordenó el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata “es, en realidad, un sistema de protección contra las posibles agresiones que pudiera sufrir de otros internos, no alcanza de ninguna manera la situación delicada en la que se encuentra Claudia”, enfatiza su abogada acerca de la celda 3805, que ni siquiera cuenta con cámaras de televisión en alguno de sus ángulos a fin de registrar cualquier hecho de violencia explícita o solapada que pudiera ocurrirle.
“Me visita un médico por la mañana y otro por la tarde, para corroborar si tengo lesiones. Salgo a las duchas de 12.30 a 13 y hablo por teléfono algunos días más, otros menos minutos. Me facilita el compartir con las chicas, el hecho de que la puerta tiene reja intermedia entre la otra puerta ciega y la celda. Además recibí gestos de solidaridad de parte de mis compañeras y en algún momento se pensó en organizarse desde adentro, pero se teme a las represalias que se hacen notar en el módulo 1 pabellón 4”, como refiere Claudia al área dura del complejo donde, por dar algunos ejemplos, no se habilita teléfono, recreación de patio ni campo de deportes. “De todas maneras, estoy con las travestis Flopi y Celeste, y con Carlos, un compañero gay, que me ayudan, junto con la psicóloga Gabriela Campos, a olvidar el mal momento que cada día recuerdo como cuando uno despierta de una pesadilla.”
Ese resto de horror que suelen dejar los vejámenes carcelarios continúa flotando en los pasillos del penal, donde algunas compañeras todavía ven pavonearse a los jefes que participaron de la encerrona en la peluquería, adjudicándose la autoría de la violación o, lo que es más grave aún, que los siete penitenciarios involucrados continúan en actividad. “Yo no los vi más, ya que pasé a otro módulo, pero se sabe quiénes fueron y que siguen en funciones. Además, según otros compañeros de trabajo que preguntaron por lo que ocurrió, uno de ellos contestó `ya fue` con gesto de desdén.”
Desde los primeros tiempos de su detención, Claudia decidió sobrellevar lo que entendió como una larga temporada bajo la sombra con el inicio de la escuela secundaria, la creación de talleres de pintura, el armado de un grupo que realizara actividades destinadas a los ciegos y el reclamo de medicación y de suplementos dietarios para los internos con VIH/sida, ya que la alimentación que provee el SPF no cubre requerimientos básicos.
“Llegó a Marcos Paz y armó un revuelo de organización entre la gente -sonríe Vanni–. Quería aprovechar su tiempo y tratar de hallarles solución a infinidad de falencias que descubrió al llegar.” En los códigos carcelarios, y para una travesti, acercarse a esa categoría de defensa de los derechos humanos tiene un precio tanto más alto que el clásico de “apoyar el culo en la reja”.
En una entrevista reciente publicada por el área de estudios queer del Centro Cultural Rojas, Esteban Costa, titular de la cátedra de Etica y Discriminación que se dicta en el Centro Universitario de la cárcel de Devoto (CUD), se pregunta: “¿Qué ocurre con una travesti en la cárcel? La condición travesti interroga de hecho la división por género, pero la institución lo resuelve de manera expeditiva: las travestis están en la cárcel de hombres. Este hecho, que se vive como natural, debe ser objeto de una profunda reflexión. La presencia de un cuerpo femenino en una cárcel de hombres genera un factor de tensión. Especialmente cuando estos hombres, a consecuencia de la reclusión, se encuentran sometidos a una restricción de sus intercambios sexuales”.
Baudracco no ignora la situación de riesgo a la que se somete a una travesti cuando ingresa al universo carcelario, pero tras su entrada a Marcos Paz intuyó que la condición del estudio en las cárceles puede ser “un embrión de libertad”, a decir de Costa (por caso, la cátedra que se dicta en el CUD surgió a partir de la demanda espontánea de una travesti, Jorgelina Berardo, que sumó entusiasmos entre los reclusos para promover la iniciativa). Por las cuestiones de seguridad que decretó el tribunal platense, la vida en la celda 3805 transcurre bajo el régimen de “resguardo físico” en un sistema de semiaislamiento: esto es que ni siquiera permiten que prosiga con sus estudios, con lo cual al día en que fue victimizada le siguieron un glosario de absurdos que ocultan el sobrecastigo bajo un paraguas falso de protección. “Las autoridades de Educación prometieron facilitarme el material para dar libres las diez materias del último año, con lo que completaría la secundaria para continuar una carrera libre o el CBC el año próximo, y realmente espero que se dé.”
Claudia intenta manifestarse en esa resistencia del estudiante preso que se opone a la voluntad única del sistema carcelario, esto es, entenderla solamente como recluso, pero la desespera el peligro de los borceguíes pisándole los talones. Conoce de sobra que con algunas instancias autoritarias no se juega.
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