Vie 15.07.2005
las12

MúSICA

Mucha mina

Karina Beorlegui acaba de aparecer en la escena de la música popular con un disco, Caprichosa, que le hace honor a un repertorio original, provocador y desfachatado –como para usar una palabra acorde al estilo– que mezcla algún fado entre los tangos que alguna vez eligieron Libertad Lamarque o Tita Merello.

› Por Mariana Enriquez


No es casual que Karina Beorlegui cite a Tita Merello y a Libertad Lamarque entre sus principales influencias. Como aquellas divas, ella también es actriz –protagonista de la opereta Lo que me costó el amor de Laura de Alejandro Dolina y El romance del Romeo y la Julieta– y cantante de tangos. Aunque, últimamente, prefiere no encasillarse: descubrió su amor por el melancólico fado portugués, y también que Carlos Gardel incursionaba en el género. Un fado da título a su disco Caprichosa, donde interpreta, además, tangos, valses y rancheras en una selección cuidada de temas casi desconocidos, verdaderos rescates. “El tango Mañana, que incluí y que cantaba Tita, tiene una letra que para mí es piquetera. ‘Mañana, macana/ La verdá es que vivo al día/ Ahora no me vengan con mañana/ Que ya me han salido canas/ Esperando a esa señora/ Parado en la esquina de hoy’. Y no lo canta nadie. Para mí es un rocanrol. Ese como tantos otros tangos me los hizo descubrir el negro Dolina, que para mí es un personaje fundamental, generoso y con una discoteca en la cabeza. Me ayudó muchísimo.”

Karina tiene una manera de decir mucho más cercana a Nelly Omar y Azucena Maizani que a cantantes contemporáneas. Es, asegura, una cuestión de actitud. “Me deslumbran mucho más la forma de decir, la forma de encarar, la personalidad de una cantante, que una técnica impecable. De Tita Merello me gusta el desenfado, su desfachatez: era como una Madonna de la época.” A los 35, además de su experiencia como actriz, Karina estuvo en varios grupos, desde el dúo de tango y milongas Expulsadas del Paraíso -con una compañera de la secundaria– hasta Pax, en los ‘80, con los que hacía rock nacional. El rock, en realidad, está mucho más cerca suyo que el tango. “Mi viejo me dormía tocando El oso de Moris, era mi canción de cuna. Pero mi abuelo era un gran silbador de tango y tenía discos de pasta de Julio Sosa. El tango me resultaba gracioso cuando era chica, sobre todo por las letras. Mi abuelo murió cuando yo tenía 18 años y después lo definitivo fue la muerte del Polaco Goyeneche. Creo que eso despertó al tango a toda una generación. A los 26 empecé a querer contar o cantar el tango yo misma. Y entendí las letras, lo primero que me llegó antes que la música. Cuando era chica me parecía aburrido y bajoneante o exagerado. Pero ahora la vida me hizo entender muchas cosas. Esa cosa negra y oscura que cuando una es chica no vivió.”

–¿Y cómo llegaste al fado?

–Lo descubrí a través de un amigo por la cantante Mísia, y después llegué a Amalia Rodrigues, la Gardel del fado. Entonces hubo una especie de intuición de que tenía algo que ver con el tango. Me pegaba de manera coincidente, con algo de nostalgia y de puerto, esa cadencia nostálgica. Después descubrí que los géneros habían nacido en la misma época y cuando viajé a Portugal, el año pasado, por primera vez lo entendí. Me encantó pasear por Lisboa, que está detenida en el tiempo, con cosas que no funcionan bien, ropa colgada, muy distinto al resto de Europa. Conocí personajes muy queribles como Miguel, un portugués que parece porteño, fanático del tango, que me dio una mano, me conectó, pude cantar en milongas de Lisboa; él es una especie de mecenas sin dinero, si tenés que ver con el tango te da la llave de su casa. Ya no canto sólo tango, a veces me siento más identificada cantando fados. Me gusta decir que soy cantante de música de puertos; a veces incluyo también coplas españolas. Todo lo que tiene que ver con las orillas me gusta. Y cuando me enteré de que Gardel cantaba fados, me pasaron Caprichosa y lo elegí como título del disco. Además suelen decirme que soy caprichosa. Me cerró en todo sentido.

–¿Cómo te llevás con el boom for export del tango?

–Bien con lo que me tocó personalmente, festivales de tango en España y Portugal, con gente que hace mucho que hace esto, y no lo hacen por una volada, para llenarse de euros, sino por una pasión por el tango. Está bien que así sea aprovechable, porque el tango no te da mucho de comer acá. Pero estaría bueno que muchos lugares for export se arriesguen a algo diferente. Siempre son los mismos tangos, los mismos cantantes, el mismo baile de la pareja. Por ahí el turista que viene por primera vez busca algo así, pero el que viene por tercera vez quiere ir a una milonga y no a un lugar donde siempre le cantan El día que me quieras. Hay muchas orquestas de tango, como la Fernández Fierro, que son muy distintas; son amigos, yo trabajé con ellos. La movida de tango joven da para replantear algunas cuestiones. Además, los jóvenes redescubren mucho más, hay un afán de rescate e investigación muy interesante.

–¿La escena del tango todavía es machista?

–Terriblememte machista. Por ejemplo: para cantar con la Fernández Fierro, el año pasado, me saqué una foto bien de almanaque de gomería, para divertirme. Y generó una cuestión de crítica, de tratarme de “trola”, de juzgarme. Como si una mina que se saca una foto erótica no tuviera talento para cantar. Tengo muchos amigos varones en el tango, pero discuto todo el tiempo con ellos, porque siempre cuando se juntan a tocar nunca invitan a una mina, salvo para levantársela. Hay mujeres músicas, pero no tantas como debería. Estoy armando una orquesta para un posible segundo disco, y quiero que sea mixta, para equilibrar. Y además cae por su peso: hay mujeres músicas excelentes. No estoy enojada con los hombres, pero el tango sigue siendo machista, y creo que hay muchas minas que se sostienen y que siguen dando pelea. Minas que te esperan en la esquina cuando quieras.

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