Vie 09.09.2005
las12

ENTREVISTA

La decisión de Sophie

En 1943, en el tiempo oscuro de la Alemania nazi, los integrantes del grupo de resistencia Rosa Blanca caen en las garras de la Gestapo. La única activista mujer, Sophie Scholl, es detenida junto a su hermano Hans y, después de un proceso sumario, condenada a la decapitación. Un film que cuenta esta historia de compromiso y coraje excepcionales fue presentado en el reciente Festival de Cine Alemán en Buenos Aires por su protagonista, la actriz Julia Jentsch.

› Por Moira Soto

Compañeros estudiantes: la nación está profundamente conmovida por la derrota de nuestras tropas en Stalingrado. 300 mil alemanes han sido conducidos descabellada e irresponsablemente a la muerte... El pueblo alemán cuenta con nosotros”, decía en 1943 el desafiante manifiesto del grupo Rosa Blanca, expuesto en todos los edificios de la Universidad de Munich. Sophie Scholl formaba parte de esa organización de resistencia que desde el verano de 1942 distribuía en distintas universidades de Berlín, Viena, Hamburgo, panfletos contrarios al régimen nazi, así como realizaba pintadas con lemas que llamaban a estrechar filas en ese rechazo. El 18 de febrero de 1943, después de que Sophie y su hermano repartieran papeles subversivos en Munich, un ordenanza los denunció a la Gestapo.

El 22 de febrero los hermanos Scholl y Christian Probst fueron juzgados por el llamado Tribunal del Pueblo, dirigido por Roland Freisler, que se desplazó expresamente desde Berlín. Los tres acusados fueron decapitados unas horas después del juicio. Posteriormente, otros catorce integrantes de Rosa Blanca fueron procesados: tres resultaron condenados a muerte y el resto recibió diversas penas de prisión. Así lo relata Eric A. Johnson en su exhaustiva crónica El terror nazi, La Gestapo, los judíos y el pueblo alemán (Paidós, colección Historia Contemporánea), un texto que se centra en la investigación y el análisis de la conducta de los “alemanes corrientes” durante el nazismo.

Cuando se habla de la poca resistencia a la barbarie nazi que hubo en Alemania, se suele citar como ejemplo de compromiso y coraje las acciones de Rosa Blanca, integrado por estudiantes y un profesor. Otros grupos juveniles, como Los Piratas de Edelweiss (o de Kittelbach), que durante años trataron de desligarse del rigor de la Juventudes Hitlerianas, empezaron a ser desarticulados por la Gestapo en 1942. Hubo una serie de detenciones, y el 10 de noviembre de 1944 trece obreros fueron ejecutados. Al parecer, estos grupos independientes llegaron a desarrollar algunas actividades de resistencia recién en la última etapa de la guerra.

En el V Festival de Cine Alemán que culminó el miércoles pasado, se proyectaron sendos films, Sophie Scholl y Los Piratas de Edelweiss, inspirados en las citadas historias. La actriz Julia Jentsch, intérprete de la joven militante de Rosa Blanca y también protagonista de Los edukadores, estreno de esta semana, estuvo en Bueno Aires y conversó con Las12. Con una intensa carrera teatral, cinematográfica y televisiva a sus espaldas, premiada por su labor en Sophie..., Julia se apresta, a su regreso a Alemania, a trabajar en una puesta escénica de Los 10 mandamientos, de Kieslowski y en una versión experimental de Lulú de Wedekind.

¿Cuándo tuviste la primera noticia sobre Sophie Scholl y su arriesgada participación dentro del grupo Rosa Blanca?

–En la secundaria nos hablaron bastante sobre los grupos de resistencia que hubo en la época de los nazis, sobre el papel de la Iglesia... Supe más en detalle sobre la historia de Sophie a través de la investigación que se hizo para el film. En los colegios alemanes se habla mucho del tema del nazismo, año a año. Yo tuve un profesor para quien era muy importante explayarse sobre los crímenes nazis.

¿Encontraste alguna respuesta a la pregunta sobre la mínima resistencia al nazismo por parte de millones de alemanes?

–Justamente, el hecho de que haya habido una resistencia tan pequeña nos obliga a ocuparnos de ese tema hasta el día de hoy. Si el movimiento de rechazo hubiera sido más importante, aunque fracasara en su intento de derribar a Hitler, los alemanes tendríamos otro sentimiento de alivio, el mundo también. Quizá no habría prevalecido el mal, no se habría llegado a los extremos a que se llegó. Ese es el gran interrogante: ¿por qué tanta gente apoyó, estuvo de acuerdo, no reaccionó frente a hechos tremendos, evidentes? El funcionario Mohr, que saca su propio provecho personal de la situación, es parte de esa mayoría que ignoró determinados valores, que no quiso enterarse de las atrocidades. A su vez, Sophie es la prueba de que si un ciudadano quería enterarse de lo que estaba sucediendo, podía hacerlo. Por supuesto hubo personas que desarrollaron otras actividades de resistencia, que ocultaron o ayudar a judíos a escapar.

De hecho, hubo escritoras y escritores, como Irmgard Keun y Lion Feuchtwanger que, a partir del ascenso de Hitler como canciller, advirtieron el horror que se avecinaba, trataron de alertar a la comunidad internacional...

–Es cierto pero, por otra parte, la gente estaba viviendo una situación muy difícil, había una gran crisis: la posguerra, mucha desocupación, no se veía una salida y apareció Hitler. Y sí, la mayoría, en ese estado lábil, creyó encontrar un líder, un respaldo, un futuro mejor. Hitler prometió todo eso, apeló al orgullo nacional, hizo mejoras en el plano económico, dio muestras de preocuparse por los niños, por la juventud... La gente se dejó arrastrar por gestos demagógicos, aceptó la parte que la beneficiaba de manera muy poco crítica, negándose a mirar más allá. Creo que faltó valentía, cierto grado de conciencia: de lo que no sé, no soy responsable. Y tampoco es mi culpa si pasan cosas malas.

¿Cuál fue tu reacción personal, emocional, cuando fuiste convocada para interpretar a Sophie, cuando leíste el guión?

–Como te dije, ya conocía la historia, pero igualmente me impactó mucho la lectura del guión, me sentí muy conmovida por el enfoque. También experimenté mucha tristeza y una gran ira por el trágico, injusto destino de esta chica tan joven, idealista. Al leer los detalles, conocer la forma en que se desarrollaron los interrogatorios, los casos de los otros detenidos de Rosa Blanca, me identifiqué con su rebelión. Pensaba que ese intento de resistencia tendría que haber funcionado, que esos jóvenes jamás debieron ser ejecutados. Esas emociones tan fuertes asimismo me llevaron a darme cuenta de que estaba muy bien que se hiciera esta película, que era necesario que esta historia se siguiera contando. El deseo de las hermanas de Sophie, que aportaron detalles muy personales, fue el de contribuir a dar una imagen distinta de Alemania frente al mundo. Porque en la familia Scholl ese sentido de la justicia, de los derechos humanos, de la dignidad de las personas, era muy grande. Las hermanas pensaron que esta chica comprometida y corajuda era un símbolo valioso más allá de las fronteras de Alemania.

¿Cómo definirías a Sophie?

–Todo indica que ella tenía un sentimiento muy profundo de compasión hacia las personas que habían caído en desgracia, basado en principios muy fuertes de justicia e igualdad. Esto es algo marcado por la historia familiar. El padre era muy crítico, expresaba sus opiniones en contra de Hitler, incluso le costó prisión esta actitud. Es decir, desde niña Sophie conoció en su familia a personas con esta línea de conducta, de pensamiento. Personas que no se sometieron, que se enfrentaron y corrieron riesgos. Evidentemente, ella creció en un terreno fértil para desarrollar un ánimo combativo.

¿El hecho de que hubiese una sola chica en el grupo Rosa Blanca refleja el rol tan secundario asignado a la mujer durante el nazismo?

–No exactamente. Entre los integrantes del grupo, al principio el criterio era que no se enterasen las familias, los amigos, para no ponerlos en peligro. Y también que no hubiese ninguna mujer. Pero Sophie se entera del accionar de Rosa Blanca, siente admiración por su hermano. A la vez, ella estaba buscando un camino para luchar contra el sistema, e insiste mucho para que la acepten.

Según el film, Sophie hace un acelerado proceso de maduración, de asunción a full de sus ideas a partir del momento en que es detenida. Aunque al comienzo, instintivamente, trata de salvarse.

–Sí, esta chica durante las primeras cinco horas del interrogatorio lo que intenta es librarse de la acusación. Pero se va haciendo fuerte, va creciendo a través de su confrontación con el funcionario, a través de la palabra que articula sus sinceros ideales. En poco tiempo, Sophie se va afirmando, va ganando fortaleza para sostener sus convicciones. Toma conciencia directa de lo que es el pensamiento nazi frente a Rohm, y hasta tiene la esperanza de poder convencerlo.

Al trabajar en la composición del personaje, ¿hiciste algún descubrimiento personal sobre Sophie?

–Primeramente, traté de obtener toda la información posible: leí biografías, sus diarios, sus cartas. También vi entrevistas grabadas en video a las hermanas de Sophie, de Billy Graft. Sobre todo, miré detenidamente las fotos de ella, que me resultaron muy inspiradoras. Por supuesto hubo muchas charlas con el guionista Fred Breinersdorfer, el director Marc Rothemund. Siempre tuve claro que lo importante era mantener vivos los ideales de Rosa Blanca.

Tu actuación está marcada por la contención, por la economía de recursos aplicada a un personaje al que hubiera sido fácil darle un sesgo lacrimógeno.

–Creo que el hecho de que se investigara tanto, hasta los menores detalles, nos dio a todos una base muy sólida. A mí particularmente, me dio posibilidad de internalizar muchas de sus facetas. Conocí hasta la carta que escribió su compañera de celda, Else, sobre los últimos días de Sophie, destinada a los padres, donde relata con exactitud los diálogos, sus sueños, cuando se quiebra y llora. También leímos lo que anotó Mohr sobre los interrogatorios. El testimonio de Else dice que, en realidad, Sophie llora muy poco: cuando detienen a su amigo Probst cuya mujer acaba de tener un bebé, cuando piensa en lo que le puede pasar a su propia familia. Pero casi siempre se mantiene serena, no quiere mostrar debilidad frente a Mohr.

¿Cómo fue recibida Sophie Scholl por el público alemán, por la gente más joven?

–La película despertó gran interés, fue mucho público a verla, aunque no tanto como a La caída, que rompió el tabú de representar a Hitler y resultó más polémica. Pero Sophie Scholl tuve más de un millón de espectadores, lo cual para una obra dramática en Alemania está muy bien. Fueron muchísimos jóvenes, llevaron a colegios enteros a verla. Creo que más allá de lo que se enseñe en clase, es importante el impacto emocional que puede causar un film como éste.

¿Es difícil desprenderse de un personaje como Sophie?

–Sí, porque además del compromiso mío con este rol, Sophie Scholl nos ha llevado a muchos lugares, a varios festivales. Entonces, aparte del tiempo previo al rodaje que le dediqué y a la intensidad que puse en la interpretación, este interés por presentar la película y hablar de ella, hace que el personaje me siga acompañando más que otros que he hecho. Sin embargo, soy actriz por vocación y aunque estoy feliz y agradecida por haber hecho este film, me gustaría poder hacer en el cine próximamente un rol totalmente diferente.

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