Viernes, 20 de enero de 2006 | Hoy
CHICAS TELúRICAS
Paola Bernal, Silvia Iriondo y Laura Ros son tres folkloristas de generaciones, estilos e inspiraciones completamente personales (y diferentes) y alejadas del circuito marketinero de ponchos al viento. Sin embargo, en estos días se aprestan a tener algo en común: compartir el escenario de la clásica vidriera de música telúrica argentina.
Por Moira Soto
Muchas artistas del folklore despegado de fórmulas seguras y marketineras se están concentrado este año en la edición número 46 del Festival de Cosquín que comienza mañana (y culmina el 29 de enero). En el elenco artístico brillan nombres como los de Laura Albarracín, Melania Pérez, Mariana Carrizo, Mónica Abraham, Roxana Carabajal, Suma Paz o Verónica Condomí, entre otras descollantes intérpretes y creadoras. También estarán presentes en el escenario tres cantantes tan disímiles y talentosas como Silvia Iriondo, Laura Ros y Paola Bernal, diversas edades e itinerarios, pero una misma exigencia de autenticidad y una misma pasión justiciera por recuperar y dar nueva vida a ritmos ancestrales, ligados a las culturas indígenas y también a la negra, que forman parte indisoluble de nuestra identidad.
Desde Cosquín, el lugar adonde quiso volver, Paola Bernal, por teléfono, dice a Las12 que el folklore es su respiración musical, “lo que me conecta con mi ser femenino, con mi ser cósmico. Hace que me pueda plantar en un eje y sostenerme y poder transmitir mi compromiso de contribuir a llevar adelante este mundo para que no se destruya, para tratar de ser mejores personas, vivir en armonía. Estas ideas son las que me permiten subir a un escenario y reivindicar mi voz de mujer, porque ahora, más que nunca, con un hijo, me siento con la conciencia despierta de lo que estoy haciendo, lo que incide en mi trabajo como artista”. Respecto de su alianza de lo clásico con lo moderno, comenta Paola que es como una alquimia que se ha ido produciendo naturalmente, que “tiene que ver con muchas cosas: mis formadores, el hecho de haber vuelto a mi tierra donde me siento más conectada con mi ritmo natural... También tiene su peso mi actividad como docente –soy profe de canto en una escuela de música– y, tratando siempre de mantener una coherencia, todo esto se amalgama con el folklore que hago. Hace 20 que canto, desde los 11, y éste es el momento en que siento que puedo mostrar algo de lo que me siento más segura, que me identifica, aunque por supuesto la búsqueda es permanente”.
Paola Bernal siempre estuvo en Cosquín por haber nacido allí, no sin problemas algunas temporadas, pero está contenta porque este año el festival se abre a otras tendencias: “Es importante esta convocatoria, hay numerosas mujeres valiosas, fuertes. Creo que nos hemos ido abriendo suavemente, con nuestra propia energía, un camino que no tiene vuelta atrás. El elenco femenino es de mucha calidad y personalidad, creo que todas van a aportar bellos trabajos. Yo me presento con mis compañeros de ruta, vamos a cantar con Verónica Condomí, mi comadre, un tema de Violeta Parra, un gato de Cosquín, de Ica Novo. Abriremos con Piedra y camino, la poesía eterna de Atahualpa y quizá Cactus de San Pedro, de uno de los integrantes de Las Muñecas, y algunas amigas van a bailar”.
Desde un café de la calle Corrientes, Silvia Iriondo y Laura Ros, dos generaciones que se han saludado muy cariñosamente, reflexiva y calma una, turbulenta e impulsiva la otra, también manifiestan su alegría por la apertura de Cosquín. Ambas están preparando nuevos discos cuyos temasinterpretarán en el festival cordobés (sus últimos CDs fueron, respectivamente, Tierra que anda y Del aire).
“De hecho, el año pasado ya hubo cambios bastante radicales en la programación de Cosquín, relacionados con lo que viene pasando desde hace años”, señala Laura Ros. “No es que los organizadores busquen descubrimientos sino que sus elecciones tienen que ver con lo que está interesando. Lo del año pasado fue muy innovador. Creo que así se cumple el deseo de diversidad del público.”
“Yo estuve el año pasado en Cosquín, lo mismo que Laura”, recuerda Silvia Iriondo. “Para mí, el perfil de ese festival había sido siempre el del otro folklore, precisamente el que yo no canto. Esto sin dejar de reconocer que allí participaron figuras muy importantes, clásicos indiscutibles, como es el caso de Atahualpa Yupanqui, fundador de una estética dentro del género. Pero me sorprendió el año pasado ese interés por invitarme, porque significaba una intención de incluir otros modos de hacer folklore ese festival. Yo nunca había hecho ninguna gestión para estar allí porque sentía esa diferencia de lenguaje, no quería forzar las cosas. Para qué ir a cantar a un lugar y sentirme sapo de otro pozo. Cuando me llamaron, sentí que era una buena señal. Por otra parte, Cosquín es una manifestación muy importante para el folklore nuestro, tiene mucha historia.”
–No se puede negar que mantuvo encendida la antorcha en momentos de mucho bajón del género.
Silvia Iriondo: –Qué te parece. Y ahora este festival decide en buena hora abrazar todas las expresiones del folklore, las de mayor impacto comercial, pero también las más personales e íntimas, incluso experimentales. Me parece digno de todo elogio y apoyo. Porque si aparecen nuevas voces, nuevos músicos y poetas, significa que el folklore está vivo, en movimiento. Si no se incluían estas formas alternativas, o como quieras llamarlas, se perdía una parte del paisaje musical.
Laura Ros: –Hay que decir que en algún momento fueron tomando la posta las peñas que se armaban alrededor de Cosquín, más cerca de la vanguardia del folklore. Creo que ahí empezaron a avivarse los organizadores: ah, está pasando otra cosa en el género, y la gente responde, se interesa.
–¿Cómo las recibieron en esa primera incursión?
S.I.: –Tengo que decir que me atendieron de lo mejor, todo muy bien organizado: estuvimos en el escenario principal, fuimos televisados... Todo lo conversado se cumplió. Llevé lo que estoy haciendo, o sea que instalé una cocina en el escenario, hice una cueca con todos los elementos. Después otro tema, un bailecito, con diez sartenes... Es decir, hice lo mío, no cambia nada, no hubo ninguna imposición. Pero lo mejor fue la alegría, la euforia de la gente cuando, por ejemplo, escuchó La cocinerita con maíz, cacerolas y tenedores. Realmente festejaban. Una experiencia que me hizo pensar que hay una subestimación muy grande de lo popular, o más bien que a veces se decide cuál es el gusto de la gente, cuando en todo caso al público hay que ofrecerle todo el espectro para que elija.
L.R.: –En realidad, los últimos que se suelen dar cuenta de que el gusto del público es más amplio, que no siempre va a lo fácil y previsible, son los empresarios, los intermediarios. Pero eso fue siempre. Hay una especie de omnipotencia en esos ámbitos, una actitud de saberlo todo: qué va a funcionar, qué no. Se creen conocedores de una verdad que nunca es tan exacta, que a menudo es impredecible. Es una forma de manipulación, de lavado de cerebro, que a veces termina dando resultado.
S.I.: –En los casos de los que habla Laura se va directamente a lo que resulta más fácil de vender. Por eso fue doblemente grato lo que pasó en Cosquín el año pasado: poder comprobar que después de todo un recorrido en busca de calidad y expresión genuina, se puede llegar a grandes sectores del público si te dan la oportunidad. En mi caso, he ido elaborando una sensibilidad respecto de la música criolla, nuestra música, con un enfoque personal. ¿Por qué negarle a la gente que conozca estas nuevas manifestaciones que puede perfectamente entender, sentir, disfrutar? Por supuesto que siempre habrá sectores que adhieran a una u otra tendencia, pero es bueno que exista esta diversidad. El eclecticismo siempre es positivo, fijate cómo creció el movimiento de música popular en Brasil. Creo que hay géneros como los del Litoral, el chamamé, que han sido subestimados.
L.R.: –Sin embargo, ya hace un tiempo que esos géneros han sido revalorizados, te diría que Cosquín llegó tarde. Y que además Cosquín es una de las vidrieras que hay en el país. Yo vengo haciendo música desde hace rato en el interior y lo mío está bien lejos del folklore tradicional, es una fusión rara, y la experiencia me ha resultado muy estimulante. Pero ni soñaba con que me llamaran de Cosquín, también creo que la gente quiere escuchar de todo. Mi generación, la anterior, ya están dentro de la globalización. Una oyó a Atahualpa y a Madonna, y los que están en la platea, también.
–Dentro de este rico panorama del folklore alternativo, son unas cuantas las mujeres que, como ustedes, están ofreciendo una expresión singular de su arte. Se trasluce una afirmación de la voz femenina, la propia voz, un rasgo que conmueve al público.
S.I.: –Creo que lo genuino siempre conmueve. La gente intuye cuando hay una coherencia entre lo que se hace y lo que se es y se piensa. Esa integridad se percibe y yo creo que se agradece. También creo que a veces acá tarda en llegar el reconocimiento.
L.R.: –A mí me gusta mucho escuchar a Suma Paz, transmite pura emoción.
S.I.: –Nacha Roldán también tiene esa cualidad depurada, otra intérprete impresionante es Carmen Guzmán.
–Yo creo que esto pasa con las mujeres porque rompieron algunas cadenas.
S.I.: –Pienso que las mujeres se enfrentan a muchas adversidades en el momento en que deciden llevar adelante una carrera. Y hay una particular presión sobre las que se dedican a la música, al arte, muchos prejuicios.
L.R.: –A las mujeres nos falta todavía descubrir nuestro poder femenino, me parece. Quizá seguimos tratando de imitar modelos masculinos para lograr algunas cosas. Tenemos que aprender a explotar nuestro poder específico, inherente a nuestro sexo, a nuestro género. Creo que de a poco lo vamos descubriendo. Un rasgo que no es propio, por ejemplo, es esa calidad de emotividad de la que hablábamos antes. Hay una emoción que es femenina y poderosa.
S.I.: –Vivimos en un mundo muy machista en el que lentamente, con perseverancia, hay que ir sorteando escollos, ir decantando el propio lenguaje, encontrar aquella música que de verdad te expresa, la mejor manera de hacerla. Y una vez que están en ese camino, ver cómo articular todo desde el ser mujer, cómo sumo una maternidad, una familia junto con el arte en un país que no nos allana nada a las mujeres.
L.R.: –Una cosa que los hombres tienen que entender de una buena vez es que una mujer enojada es una mujer enojada, no una histérica. A ver si les entra en la cabeza, por favor.
–Para vos, Laura, ¿la experiencia cosquinense fue tan buena como para Silvia el año pasado?
L.R.: –Sí, maravillosa. Antes de ir me sentía un poco inquieta, no lo niego. Por suerte me tocó la noche de Julio Bocca, de Jairo, con gente más dispuesta a salirse de cánones tradicionales. Está bueno por parte de la programación que no mezclen el agua con el aceite, cosa que no beneficia a nadie y puede confundir. Creo que este año se va ampliar aun más esta experiencia que arrancó tan bien.
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