Viernes, 28 de julio de 2006 | Hoy
SOCIEDAD
Esta semana se cumplieron dos años desde que Fernanda Aguirre fue secuestrada en Entre Ríos por todo lo indica– una red dedicada a la trata. Todavía la Justicia no puede dar cuenta de ella, a excepción de rastros que ella misma fue dejando. María Inés Cabrol, su madre, la sigue buscando y dice que “es difícil creer en alguien” después de todo esto.
Por Gimena Fuertes
Se cumplieron dos años. Fernanda Aguirre desapareció el 25 de julio de 2004 –cuando tenía 13 años– a pocas cuadras de su casa en San Benito, Entre Ríos. La secuestraron y la llevaron un prostíbulo, donde la explotaron o explotan sexualmente. Así lo hizo saber ella misma a través de dos escritos encontrados el año pasado. El caso se repite por miles, pero el vacío legal, la complicidad de las fuerzas de seguridad con los dueños de estos locales y el prejuicio hacen que siempre se llegue tarde donde nunca pasa nada. “Cuando a la noche nos encontramos en casa con mi marido, nos miramos a los ojos y nos preguntamos qué sabemos. Lamentablemente la respuesta es siempre la misma”, cuenta María Inés Cabrol en el segundo aniversario de la desaparición de su hija.
Fernanda cursaba el noveno año y decía que cuando fuera grande quería ser dentista. Ahora debería estar cursando el primer año del Polimodal y disfrutando de sus quince años. Este martes sus compañeras hicieron un acto en el colegio y se lamentaron por pasar un Día del Amigo más sin Fernanda. También se hizo una marcha, una misa y una suelta de globos, para que ella los viera desde alguna ventana. Los pocos datos que se tienen sobre la situación o el paradero de Fernanda los brindó ella misma. “Auxilio, estoy secuestrada, soy Fernanda Aguirre”, se lee en un pedazo de madera encontrado en julio del año pasado en la localidad bonaerense de Morón. También agregó la palabra “Portugal” y la fecha de enero de 2005. La segunda información recibida en el juzgado fue encontrada en el norte del país. Fernanda logró escribir en la puerta de un bar: “Auxilio, estoy secuestrada, son prostituidores los que me tienen”, y agregó la fecha del mes de abril de 2005. Los investigadores le dijeron a Inés que la palabra Portugal podía ser el nombre de una villa del conurbano o la intención de llevarla al país europeo. Dos días después de haber sido descubierta la leyenda en el baño, el bar fue cerrado. Después de los intentos de Fernanda por lograr que la ubicaran, no se supo más nada.
–No se debe poder seguir comunicando. Mi esperanza es que se escape, que pida ayuda si es que todavía cree en alguien, porque es difícil creer en alguien después de lo que pasó ella. No sé si ha pedido ayuda y no la ayudaron –especula Inés.
Cuando Inés se enteró de las notitas, le estalló el pecho. “Enseguida noté que era letra de ella”, dice. “Las noticias de ella las recibimos con mucha alegría, era signo de vida, pero después te bajoneás porque es la nota y nada más que eso. Sé que ella no va a bajar los brazos, y si no tenemos más nada es porque o la sacaron del país, la maltratan y la tienen encerrada y no se puede escapar, o está en un lugar que en el que no entiende el idioma o no la dejan hablar. No perdemos la fe de que nos encontraremos”, dice firme Inés.
En casa de Fernanda viven su mamá, su papá Julio y una de sus dos hermanas con su respectiva hijita. “Fernanda tenía una habitación adelante para ella sola que sigue intacta, es de ella, nadie toca su cama ni su ropa, nada.” La de María Inés es una espera extensa y continua.
Cuando a la noche nos encontramos en casa con mi marido, nos miramos a los ojos y nos preguntamos qué sabemos. Lamentablemente la respuesta es siempre la misma.
–Desde que me llevaron a mi hija todos los días son iguales. Tristeza, angustia, dolor. Me acuesto y me levanto con Fernanda en mi cabeza. Mis otras hijas ya tienen su familia, tratan de criar a sus hijos y sobrellevarlo lo mejor posible.
En San Benito, una pueblo que creció hasta hacerse ciudad, los vecinos son solidarios con María Inés y Julio Aguirre. “Me preguntan si se recibió alguna noticia más, nos dicen que quieren a Fernanda de vuelta, piden justicia. “Las vecinas me preguntan si tenemos novedades, no entienden cómo puede ser que haya desaparecido y nadie sepa nada. La gente me acompaña, rezamos un Rosario los 25 de cada mes con un grupo de entre 40 y 50 personas.” Esta semana, María Inés y su marido se hicieron un examen de ADN para ver si coincidía con el cuerpo de una chica encontrada en la provincia de San Juan, pero todavía no saben el resultado. También, reciben de vez en cuando llamadas a su casa o en el juzgado de instrucción del magistrado Héctor Toloy, donde aportan información que hasta ahora no dio ningún resultado.
Fernanda empezaba su adolescencia. La tele y la música brasileña eran su pasión. Su mejor amiga era más chica y se quedaba a dormir siempre en su casa y ahora va a visitar a María Inés de vez en cuando. “A Fernanda le gustaba estar en casa, es muy compañera, me ayudaba a limpiar. Es una nena muy dulce. En el colegio era buena compañera, no era la mejor alumna pero andaba bastante bien. Era servicial, compartía sus cosas, no tenía problemas. Desde que era chica siempre decía que quería ser dentista, y como era la más chica que me quedaba en casa, yo quería hacer el intento de mandarla a estudiar a la universidad, aunque no se llegaba con la plata”, dice María Inés.
En avisos publicitarios en páginas web se promocionan hoteles y burdeles, en avisos clasificados se ofrecen “nenitas” o “adolescentes”, como mercancía, en las zonas turísticas de la ciudad de Buenos Aires se entregan pequeñas tarjetitas a transeúntes trajeados a los que en una rápida y casi inaudible frase les preguntan “¿sauna, señor?”. Sin embargo, estas licorerías, locales bailables o cualquier otro eufemismo utilizado para no nombrar lo que es a todas luces un prostíbulo, funcionan abiertamente y son una fuente de ingreso importante en el negocio del turismo. Inés Urdapilleta, legisladora la ciudad de Buenos Aires, miembro de la Comisión de Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud de la Legislatura porteña, elaboró un proyecto de ley para que se modifique el Código Contravencional en casos de turismo sexual y se penalice como contravención a aquellos que faciliten o promuevan la explotación sexual infantil. “Tratamos de cercar a quienes faciliten este delito, como agencias de turismo o de transporte, a quienes permitan el acceso a hoteles. Promover o facilitar no deja de ser sólo una contravención, pero por lo menos vamos rodeando al delito, no a quien lo comete pero sí a quien lo facilita”, explica la legisladora. Asimismo, planteó que se modifique el Código Penal para que la prostitución infantil sea una figura autónoma y que no que solo se contemple como agravante el hecho de que los explotados sexualmente sean menores.
Después de la devaluación, el crecimiento acelerado del turismo en Argentina se vio facilitado por el tipo de cambio favorable a los visitantes provenientes de países con economías fuertes. Urdapilleta sostiene que “Buenos Aires tiene hoy un turismo extranjero importante que creció de alto poder adquisitivo, lamentablemente el turismo europeo en algunos casos lo que no se puede hacer en su propia ciudad porque tienen penas muy duras, buscan en sudeste asiático o en América latina”, argumenta Urdapilleta.
Si bien la conexión entre trata, explotación sexual de menores y turismo sexual no es lineal, Sara Torres, coordinadora de la Red No a la Trata y directora nacional de la Coalición Argentina Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas, sostiene que “hay diferentes formas de coacción”. “Cuando visita estos lugares, el inspector municipal sólo encuentra a las mayores, a las menores las esconden. En los burdeles se dan situaciones de esclavitud. Si las mujeres logran salir, ¿a dónde van a ir? Este tipo de prostitución es tomada como una forma de sobrevivir en países pobres. Las fuerzas de seguridad son cómplices porque están en el negocio de las coimas. Además no está visibilizada la demanda.”
Por su parte, Eugenio Freixas, director general de la Oficina de Asistencia a la Víctima de la Procuración General de la Nación, señala que “la trata es un caldo de cultivo para la prostitución infantil”. “Es un delito que viene creciendo, tenemos un registro parcial, una cosa era el año ‘99 y otra cosa es hoy”, consigna. En Argentina no hay “números puntuales”: y es que el de trata “es un delito que no podemos tener cuantificado porque no está tipificado. La privación ilegítima de la libertad y la reducción a servidumbre o el sometimiento sexual son figuras distintas dentro del Código Penal, pero se hace difícil detectar casos de trata en este universo de artículos”, se queja.
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