PERSONAJES
De la imagen a otra parte
Dolores Barreiro pasó exitosa la puerta que la llevó de mostrar apenas su imagen (y qué imagen) a conducir programas de TV. En el mundo fashion le dicen “La Reina”, acaso porque ése es el sueño de todas, y vaya si lo dicen y lo repiten: demostrar que no son sólo una cara bonita.
Por Soledad Vallejos
Para la agencia de modelos, hace rato que dejó de ser una chica con nombre y apellido para convertirse, sencillamente, en “La Reina”. Tal vez, por ese profesionalismo que convierte un gesto de tedio en mohínes encantadores apenas se planta ante la cámara. Tal vez, por la naturalidad con que recibe los "¡Muy bien, Dolo!" de sus productores cuando modula el tono exacto en una presentación. Como sea, en el micromundo fashion ser una reina quiere decir ni más ni menos que, a diez años de haber caminado por una pasarela como participante de un concurso de belleza, ha alcanzado el reconocimiento supremo, ha prestado su cara y esas piernas casi eternas (que, se dice, están aseguradas por una suma desconocida) a tantas campañas, desfiles y horas de televisión que cualquiera, hasta quienes a duras penas hojean revistas de modas y chimentos, podría reconocerla. Porque Dolores Barreiro no fue la pionera, pero sí una de las más perseverantes en eso de pasar de ser pura imagen de modelaje para, con el mismo arrojo de las actrices que probaron saltar del cine mudo al sonoro, sumergirse enterita en la tele y probarse el lugar de conductora y entrevistadora. Dice que no se lo había propuesto explícitamente como una meta, “pero se ve que me hubiera gustado, porque cuando me lo ofrecieron, acepté al toque”. Entonces fue la chica de “El rayo” durante algunos años; ahora es la que en Disney Channel presenta “Mucho más Popstars”, la versión ampliada de ese híbrido entre reality show y concurso de talentos para muchachos con ganas de cantar y bailar. Hay que reconocer que entre jugar a ser la femme fatale de un programa moderno y dar la cara en uno de los envíos más vistos de un canal con target infantil y familiar, bueno, hay una distancia que va más allá de un poco de colágeno en los labios, un cuerpo transformado hasta ser casi etéreo, el casamiento con Matías Camisani y el nacimiento de su hijo Valentino. Habría que pensar que algo en ella ha cambiado en estos años a partir de meterse de lleno en el mundo del modelaje y abandonar la adolescencia, pero “no, no siento que nada haya cambiado desde entonces: es lo que soy, es lo que hago”, dirá “La Reina” en el camarín de un estudio mientras espera que llegue su maquillador. Pero para eso falta. De momento, los gritos de un nene rubio preceden la llegada de un cochecito, de la señora de ojos claros que lo empuja, que viene a ser su abuela, la madre y vestuarista de Dolores. Camperita con capucha azul, jeans y zapatillas, la que acaba de sentarse rápidamente a la mesa del bar de un edificio torre de Libertador es una chica de cara lavada, pelo atado y sonrisa difícil. Dice “hola”, no dice nada sobre su media hora de retraso, pide un jugo de naranja y agrega: “Preguntame lo que quieras, ¿eh?”. No hace demasiado que llegó de su casa de Maschwitz, y el día recién empieza.
Pocas palabras
Dolores parece estar atenta a los movimientos del pequeño todo el tiempo. Cuando espera el remise que la llevará a la grabación, cuando viaja, cuando llega al estudio. Aun en su camarín, esperando al maquillador que la convertirá en una mujer de piel más transparente todavía, mientras conversa con su madre y su peinadora, un radar en ella detecta cualquier mínimo ruido o gesto que Valentino haga. No está distraída sino abstraída. Abocada a él. De pocas palabras, Dolores. En medio del mini-revuelo de su producción personal, un juego.
–Se llama cuestionario Proust. Son algunas preguntas que una revista le hizo a Marcel Proust cuando tenía veinte años.
–¡Ah, sí!
–El principal rasgo de tu carácter.
–Odio este tipo de cuestionario... La voluntad.
–La cualidad que preferís en un hombre.
–La sinceridad.
–La cualidad que preferís en una mujer.
–También.
–Lo que más apreciás en tus amigos.
–Que sean amigos.
–Tu principal defecto.
–¿Por qué me hacés el cuestionario así? Odio –refunfuña–. ¿Qué me dijiste?
–Tu principal defecto.
Desde algún lado del camarín, su madre arriesga una respuesta con malicia: “¡La impuntualidad!”.
–Eso: la impuntualidad.
–No vale si te soplan.
–¡Pero es verdad! Ah, no, ¿y por qué no vale? No vale tener que responder en 30 segundos cada pregunta.
–Ocupación preferida.
–No sé.
–Sueño de dicha.
–¿Qué sé yo?
–¿Cuál sería la mayor desgracia?
–No quiero ni imaginármela.
–¿Qué quisieras ser?
–¿Qué quisiera ser...? Lo que soy. Estoy chocha con lo que hago, no me puedo quejar.
–¿En qué país desearías vivir?
–En éste, con un poco más de seguridad.
–¿Te preocupa mucho el tema de la inseguridad?
–Sí, últimamente me preocupa mucho. No porque viva en provincia sino por todo lo que estamos viviendo: la pobreza que trae. Me gustaría vivir en un lugar un poco más equitativo.
–¿Pensaste en irte del país en algún momento?
–Sí, pero no porque realmente me vaya a ir. Pero que dije “así no se puede vivir”, sí. Dada la situación, supongo que me iría. No me imagino mandando a mi hijo a un jardín, por ejemplo, hoy por hoy.
–La crisis afecta a muchos sectores de distintas maneras. ¿En qué sentís que te afectó?
–A mí, en todo. Esta crisis es tan general que nos afecta a todos, a todas las clases sociales. Para mí es una constante generadora de angustia, porque lo que más me afecta es la seguridad. Sigo teniendo trabajo, aunque por supuesto que no es lo mismo que antes, pero no me puedo quejar.
Ya es mediodía. La puerta se abre y llega el pedido de comida. Como las estrellas, como se dice que hacen los políticos muy poderosos, parece que Dolores nunca se encarga de llevar dinero cuando sale a la calle; sabe que su madre, formalmente llamada vestuarista y casi asistente personal, es una madre de tiempo completo. El almuerzo está asegurado y, por cierto, podemos desmentir cualquier rumor sobre trastornos de la alimentación.
–¿Pájaro preferido?
–El colibrí. Donde yo vivo está lleno. Bueno, en realidad, no es que me gusten demasiado, pero otro no te sé decir. Y en mi casa está lleno de pájaros, y hay una pérgola donde planté montones de jazmines de Madagascar, que son como enredaderas, y tienen florcitas que son como campanas, con un olor espectacular. Ese jazmín se llena siempre de colibrís, y está justo frente a la ventana de la cocina... Vivir tan lejos es un viaje, pero no volvería a la ciudad ni loca.
–¿Héroes de ficción?
–Obi Wan Kenobi.
–¿Heroína favorita de ficción?
–La Mujer Maravilla.
–¿Qué dones naturales quisieras tener?
–Ser más solidaria, ¿no? Porque uno tiene como el espíritu de solidaridad, pero del dicho al hecho...
–¿Te imaginás de alguna manera dentro de un tiempo?
–No. Me cuesta imaginarme dentro de un tiempo. Estoy tratando de vivir cada momento, viste que ahora te pasa como en todo. Lo que sí me gustaría es tener otro hijito. Me da lo mismo si es varón o mujer, pero un varón me encanta, ¿eh? Por ahí es la fantasía, porque viste que siempre dicen que el varón es más pegado a la mamá. Y él conmigo es una baba, está todo el tiempo “mamá, mamá, mamá”. Y yo digo: “¡Otro igual!”.