Vie 18.05.2007
las12

ENTREVISTA

El factor invisible

Feminización es un sustantivo que viene usándose cada vez con mayor frecuencia en los últimos diez años: para dar cuenta de cómo la pobreza o el VIH-sida, por ejemplo, golpean especialmente a las mujeres. La socióloga holandesa Saskia Sassen usa esa palabra para hablar directamente de “supervivencia” y alertar sobre la existencia de una nueva “clase servil”, de la que todos dependen pero a la que nadie ve.

› Por Verónica Gago

Migración laboral, tráfico y prostitución son, cada vez más, salidas forzadas en el mundo entero para la supervivencia de miles de mujeres. Y es que sobre ellas se descarga el mayor impacto de los programas de ajuste estructural, del desempleo masculino, del endeudamiento de los gobiernos y de una economía transnacional que requiere a ritmo acelerado una nueva “clase servil”. A este complejo mapa de superexplotación para las mujeres, la socióloga holandesa Saskia Sassen lo denomina “feminización de la supervivencia”. De visita en la Argentina para presentar su recién traducido Sociología de la globalización (Katz), detalla la cartografía mundial en la que “ciudades globales” como Buenos Aires, Nueva York o Madrid invisibilizan las dinámicas de género, al mismo tiempo que las articulan y funcionalizan en múltiples circuitos económicos que la autora denomina “contrageografías de la globalización”. Su perspectiva feminista avanza también sobre la masificación de tareas de “servidumbre” –domésticas, de servicios y de cuidados– desempeñadas mayoritariamente por mujeres migrantes en lo que llama “hogares sin esposa”: es decir, casas habitadas por una clase profesional cada vez más exigida, competitiva y globalizada.

EL EJERCITO FEMENINO INVISIBLE

Sassen es directa para enfatizar su argumento: “En mi lectura, trazo conexiones sistemáticas entre el crecimiento de la migración y el tráfico de mujeres para la prostitución con una economía global que produjo una infraestructura institucional para facilitar los desplazamientos a través de ciertas fronteras, de modo de impulsar circuitos alternativos de supervivencia. Las mujeres son cada vez más el vehículo por el que operan todas estas formas de supervivencia, de lucro y de incremento de los ingresos de los gobiernos. Además, el recorte de gastos de salud y educación también impacta fundamentalmente sobre las mujeres, ya que son ellas las que deben pasar a asumir y financiar esas dimensiones de cuidado”.

–¿Por qué caracterizar la presencia femenina en estos circuitos transnacionales como “contrageografías de la globalización”?

–Hay dos temáticas que se juntan en esta pregunta. Una es el rol de la mujer en algunos de los nuevos procesos que se están dando y que es muy importante. La otra es que la globalización económica, política y cultural debe ser desagregada en términos de circuitos altamente especializados. Entonces, cuando hablo del creciente rol de la mujer en ciertos nuevos procesos, que son parte de la nueva historia, hablo de circuitos particulares. Y lo que estamos viendo es que las infraestructuras para la comunicación y la movilidad global que ha producido el poder económico y político para sus propios intereses –los más claros son las multinacionales y los mercados globales– también pueden ser usados por otros actores. Por ejemplo: los traficantes de gente y los grupos terroristas. Cuando se usan infraestructuras globales que facilitan lo global para objetivos distintos del diseño original, yo hablo de contrageografías de la globalización. Las primeras son geografías de la globalización, construidas conscientemente, a menudo con participación de los Estados, y las contrageografías son las que utilizan esas infraestructuras con otro sentido. Lo que vemos es que algunas de estas contrageografías están marcadas por la presencia creciente de mujeres: no me refiero a las del terrorismo y a las del narcotráfico, pero sí a las del tráfico de gente. Esto plantea varias cuestiones: por ejemplo, por qué en las migraciones de indocumentados hay cada vez más mujeres. Creo que hay dos dinámicas que se juntan: una es el lugar de destino –adónde van a parar– y la otra es lo que pasa en los lugares de origen debido a programas de organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial, que durante los últimos veinte años destruyeron economías locales que funcionaban como una suerte de red “pegajosa” que permitía a los más marginales una red de recursos. Lo que lograron estos procesos de privatización y desregulación es destruir esas redes amplias y el proceso de modernización que ellos pretendieron fue directamente destructivo. De allí surge una situación radical que debe entenderse teóricamente: la feminización de la sobrevivencia.

–¿Qué implica?

–A mí me interesa ampliar este concepto: hablo no sólo de la feminización de la sobrevivencia del hogar sino también de la feminización de la sobrevivencia de los pequeños empresarios y de los recursos de los Estados mismos, porque una creciente parte de las divisas para los Estados viene a través de estas mujeres. Es una dinámica muy compleja: sobre las espaldas de estas mujeres vulnerables, que son vistas siempre como “de bajo valor agregado”, se han generado arquitecturas no sólo para la sobrevivencia de sus hogares sino para la sobrevivencia de los gobiernos de donde ellas vienen y hacia los que envían sus remesas. A su vez, los traficantes de gente en parte se pueden ver como emprendedores informales que hacen del tráfico de mujeres para la prostitución un margen importante de renta. A veces, cuando es migración laboral, son las mujeres mismas las que contratan al traficante. El punto que quiero marcar es que lo que se feminiza es la posibilidad de renta para estas empresas.

–¿Cómo interviene el tráfico?

–Cuando uno pregunta quiénes son los actores en el tráfico de gente, la respuesta típica es decir la víctima y el traficante. Yo digo que también son fundamentales el FMI y los gobiernos implicados. Es necesario expandir el esquema para no reducir el tráfico de mujeres a los traficantes. Primero, tenemos traficantes porque es una forma de empresa que se vincula con la destrucción de otras formas de sobrevivencia para las mujeres en sus hogares y para los gobiernos tras las imposiciones desreguladoras de los organismos internacionales. Lo que quiero remarcar es cómo toda la infraestructura que recae sobre las espaldas de las mujeres es precisamente lo que permite la sobrevivencia de gobiernos, “emprendedores” y empresarios, además de los hogares de economías destruidas. Por otro lado, en el nivel de la recepción, hay una feminización de la demanda de trabajadores. Una vertiente es el aumento de la economía de servicios. Yo agrego otro punto: la importancia de un retorno de las clases serviles. Es un lenguaje fuerte, pero imprescindible.

LAS NUEVAS SIERVAS: SEXO Y HOGAR

–Usted resalta el lugar de las mujeres en actividades de “atención” a los sectores estratégicos. ¿A qué se refiere?

–La zona del hogar de los nuevos profesionales es una infraestructura que tiene que funcionar perfectamente. No es simplemente una cuestión de limpiar la casa y cuidar los chicos. En cierto nivel, son profesionales –sean mujeres u hombres, casados o no– que tienen un hogar sin ama de casa. La función del ama de casa se redistribuye en toda una serie de trabajos monetizados particulares: la niñera, la que limpia, quienes preparan la comida y la venden a domicilio, etcétera. Es decir: toda una infraestructura de gente que asegura que en ese hogar de profesionales todo funcione perfectamente porque ellos son estratégicos para el sistema global y deben funcionar bien. De este modo yo trato de valorizar el trabajo devaluado de mujeres de poca educación que constituyen hoy la infraestructura concreta para ese sector profesional estratégico de gestión. Entonces, esto es incluso mucho más fuerte que el aumento del sector de servicios y la demanda específica de mujeres de ese sector. Se trata de una dinámica de la ciudad global que requiere de un tipo de profesionales transnacionales de máximo nivel que como estilo de vida generan un flujo importantísimo de demanda de servicios de trabajadoras poco remuneradas. Estas trabajadoras son incorporadas así a sectores clave pero de modo invisible, debilitando lo que históricamente funcionaba como una fuente de empoderamiento de los trabajadores: ser empleados en sectores en expansión.

–Usted vincula también estas dinámicas de feminización de la supervivencia con la importancia creciente del turismo como industria...

–Exacto. Cuando el Banco Mundial decide financiar un gran complejo turístico en República Dominicana como estrategia de desarrollo económico, enseguida aparecen las autopistas “invisibles” que conectan ese país con Ucrania, Rusia y Polonia, de donde se traen mujeres. Por otro lado, desde República Dominicana hay una autopista que va a Frankfurt, porque en Alemania las mujeres latinas son muy importantes para el circuito de prostitución. Entonces, en la medida en que el turismo global se vuelve una estrategia básica de desarrollo económico y la industria del entretenimiento es una clave para estos complejos industriales de ciudades que desarrollan el turismo como eje fundamental, la industria del sexo se vuelve cada vez más importante. La banca mundial apoya directamente este circuito de tráfico.

–A su vez, hoy existe un gran flujo de financiamiento por parte de los organismos internacionales contra el tráfico de mujeres. ¿Cómo lo entiende?

–Creo que por un lado la ciudadanía ha tenido un rol en instalar el tema. Por otro, creo que el moralismo europeo y norteamericano se cuelan fuerte a la hora de diseñar estos financiamientos internacionales. Es un moralismo que no es tan fácil de instalar cuando se habla de pobreza, ya que a ésta se la justifica con que el problema es que muchos no quieren trabajar o no tienen iniciativa. En cambio, el moralismo en las políticas sobre tráfico está a la orden del día. Incluso veo elementos de patriarcalismo en la forma de encarar el tema. Y además es una forma de reducir el tema del tráfico a los traficantes, en vez de ampliar el análisis. Esto sucede a la vez que los grandes sindicatos criminales han tenido un aumento espectacular de ingresos: hoy ganan 27 mil millones de dólares y contra esas organizaciones no se actúa. Por eso creo que abundan las tácticas fáciles.

FRONTERAS Y MOVILIDADES

La combinación de circuitos informales y de estructuras institucionales caracteriza estas nuevas formas femeninas de supervivencia. Esa misma ambigüedad llama la atención sobre la arquitectura global de las fronteras: por un lado, desde los Estados se habilita la circulación de mano de obra transnacional –como uno de los modos en que los gobiernos expulsan desocupación y se aseguran la entrada de divisas–, pero al mismo tiempo las fronteras son obstáculos concretos para la migración laboral femenina del sur del planeta.

“Se impulsan distintas movilidades. Por ejemplo, Filipinas se ha especializado en exportar enfermeras y novias. El gobierno reguló el negocio de las agencias de novias, contratadas por correo, para el matrimonio con hombres extranjeros. Los principales clientes eran Japón y Estados Unidos. Corazón Aquino, cuando llegó al gobierno (1986-1992), sacó por lo menos la exportación de novias, pero continúa la de enfermeras. Sri Lanka es otro país que ha tratado de aumentar su exportación de mujeres para toda una cantidad grande de trabajos específicos; y Tailandia –después de su crisis financiera del ’97– se especializó también en exportar enfermeras, por lo cual las enfermeras norteamericanas ya empiezan a sufrir el desempleo. Otra exportación de mujeres en ascenso es la que va dirigida a la industria del entretenimiento, la mayoría también forzadas a la prostitución.”

RESISTENCIAS TAMBIEN INFORMALES

Sassen –que estudió y vivió en Buenos Aires varios años– suele citar a las Madres de Plaza de Mayo como ejemplo de la importancia de la “informalidad política para producir nuevos actores sociales”. “Me parece que tanto las mujeres como los migrantes están acostumbrados a no ser actores políticos formales. No se representan a sí mismos como ciudadanos. Por eso mismo yo digo que ejercen una suerte de ‘capoeira’ político: es decir, saben danzar un arte marcial de combate camuflado como danza inofensiva. Se valen de una acción profundamente política, pero con un vocabulario que no es el acostumbrado. Creo que lo interesante de estas lógicas es que salen del pedido formal al poder, siempre basado en la dialéctica amo-esclavo y, en cambio, tienen tácticas de desestabilización del poder. El impacto en Estados Unidos de las recientes marchas de las y los indocumentados ha sido ése. Yo estoy trabajando precisamente sobre la complejidad de los “sin poder”.

–¿Qué implica esa complejidad?

–Básicamente significa dos cosas: una forma de hacer historia con temporalidades más largas y un reclamo que no es limitado a demandas específicas sino que puede sintetizarse en el “derecho a tener derechos”. Esta es una lógica que desnacionaliza la ciudadanía y en la que muchas mujeres saben cómo moverse.

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