MUSICA
Con una imagen que juega descaradamente al pop y un disco que suena indudablemente a rock (experimental), No lo soporto es una banda que viene creciendo, de manera sostenida, en convocatoria de público, en el boca a boca, en presencia en el medio local.
› Por Soledad Vallejos
Bajo el sol del mediodía, de a ratos casi se podría olvidar la temperatura que se vuelve comentario obligado de cada día. Pero en medio de cafés y cortados también humea un té con limón, y de tanto en tanto suena un estornudo que recuerda que sí, fue real: estaba amaneciendo el domingo y ellas, cuando terminaba la madrugada, grababan el video de un tema de su disco vestidas con minifaldas en pleno microcentro porteño. Evidente, hacía frío. Resultado: Naila Borensztein, guitarra y voz, habla poco y bajito, al día siguiente tienen un show y de otra manera le va a resultar difícil cantar; Lara Pedrosa, bajista, no puede desprenderse de su stock de pañuelos; Lucía Borensztein, la baterista, es la única que se viene salvando de las inclemencias del otoño. Así están ahora las integrantes de No lo soporto, una banda que viene sonando fuerte en el escenario y también en el boca a boca que va de show en show. Pasan los 20, Naila y Lucía apenas (21 y 22), Lara hace cinco años. Llevan cuatro años tocando juntas, aunque en realidad la historia comenzó bastante antes, cuando las hermanas Borensztein eran adolescentes y decidieron, de un día para el otro, porque sí, porque tenían ganas, que podrían dedicarse a hacer música. Desde entonces muchos acordes han corrido por sus vidas, y el resultado es una formación con disco propio de mismo nombre que la banda (No lo soporto, editado por Popart el año pasado), dos videos que tuvieron una rotación interesante por MTV (algo que probablemente repita el tercero, que tras la aventura del microcentro se encuentra en posproducción), tres cortes de esa placa y shows, muchos shows en vivo. Es el momento, dijo Lucía hace un rato, de no aflojar: las puertas se han abierto, hay que redoblar el esfuerzo e insistir porque el de música es un trabajo difícil.
“Cuando no nos conocen, hay una tendencia en la gente a quedarse con lo que ve de No lo soporto, que por ahí es una foto con tres chicas producidas. Entonces dicen ‘ah, claro, ponen tres acordes juntos y ya, no les den tanta bola, les prestan demasiada atención’. Pero detrás de esa foto hay un contenido, ¿entendés? La gente a veces no sabe, no se toma el tiempo de sentarse a escuchar, tira el comentario fácil, porque ésa es la conclusión más fácil a la que podés llegar. Pero es algo realmente digno de un ignorante.”
Dice Lara, la más aguerrida a la hora de despotricar contra las sospechas que rondan toda banda desde que el marketing expuso, como otra estrategia sobre el mercado, su facilidad para inventar y desarmar personas, productos, personajes. Pasados los realities que barajaron aspirantes hasta dar nacimiento, por ejemplo, a exitazos de ventas como Bandana (por hablar de lo que la industria entiende como el subgénero “bandas de chicas”), el negocio de la música a veces se desvive por encontrar el casillero adecuado para promocionar, vender grupos que ficharon. Lo saben estas chicas, que hasta dar con el sello en el que ahora revistan, pasaron por oficinas donde escucharon cosas como que estaba todo muy bien, pero que la música que hacían no iba.
Lara Pedrosa: En algunas reuniones que tuvimos nos hablaban de la posibilidad de correr lo que hacíamos hacia otro lado, de hacer otra cosa en lo musical.
Lucía Borensztein: Les gustaba la banda pero no la música, digamos.
L. P.: Les parecía que era difícil de vender... y puede ser. Pero es cuestión de tiempo y paciencia.
Está claro: ellas insistieron en lo que querían, firmaron con una compañía que aceptó eso y venía demostrando una cierta preferencia por estas apuestas. Volvieron a insistir y el resultado fue una serie de fechas que incluyó grandes festivales (Pepsi Music, Cosquín), escenarios propios y otros compartidos con otras músicas.
¿El que sea una banda sólo de mujeres las obliga a hacer aclaraciones con frecuencia?
L. B.: –Sí, pero ésa me parece que es una mirada que suele venir más desde afuera. Por ejemplo, las notas que nos hacen en general son con la excusa de las bandas femeninas, es como que tienden a encasillarte en eso. Claro, también tiene que ver con que a nivel de crecimiento, porque empezamos más o menos al mismo tiempo y lo mismo pasó con los discos, estamos en un escalón parecido al de otras músicas.
Quizá tenga que ver más con cómo una compañía promociona a un grupo, pero ¿hasta qué punto es un buen argumento de venta y hasta qué punto es contraproducente eso de hablar de rock de chicas?
Naila Borensztein: –No siempre tira para atrás, a veces puede servir.
L. B.: –La verdad, la realidad es que somos mujeres. Si a alguien le parece destacable eso, mejor para nosotras. Al no haber tantas, es como que en cierto punto resulta una novedad ver tres chicas que tocan juntas. Porque en general está o la cantante o la guitarrista, pero no todas chicas y con un sonido más bien power, no livianito.
L. P.: –Yo no comparto eso. Me parece que sí hay mujeres músicas acá y en todo el mundo. Lo que veo es que no se les da la misma importancia, no solamente desde los medios, sino también desde el público mismo, que no lo recibe de la misma manera.
¿Por qué?
L. P.: –Porque, por ejemplo, cuando nosotras tocamos, aunque cada vez menos, siempre está el “ah, mirá las minas cómo tocan”. Como que se sorprenden, ¿entendés?
¿Escuchan eso?
L. P.: –¡Sí! Y de una banda de chicos jamás escucharías “ah, mirá cómo tocan”. O sea, es una realidad que existe esa diferencia en cómo se escucha. Por eso digo que hay muchísimas mujeres haciendo música y están tapadas. Quiero creer que existen muchas más y están por salir, soy pro-igualdad.
Sobre el escenario se transforman. No son estas tres chicas más bien tímidas que se turnan para hablar, intercambiar opiniones y argumentos rato largo aunque no lleguen al acuerdo. No son, tampoco, estas estudiantes (de composición musical Naila, de psicología Lucía, de traductorado literario de inglés Lara) que se las ingenian para combinar horarios de cursada, estudios, exámenes, con ensayos, grabación de demos, producción de sus propios conciertos. Sobre el escenario son muy otras, más bien parecidas a las de las fotos que acompañaron la promoción del disco: tres mujeres de imagen fuerte, seguridad impactante sobre lo que están haciendo y –como colado entre la fachada firme– un cierto sentido del humor que les permitió, por caso, calzarse esos trajes retro-futuristas de Lúcuma y retratarse con esos peinados de Roho que podrían remitir a las chicas de los ’80, pero también a la imagen más rocker que puede generarse en el mundo post-Miranda. Y todo eso sin tener más parentescos que los meramente superficiales.
Sobre el escenario, este grupo de imagen pop y sonido experimental y rockero se instala en los lugares fijados de antemano y no se mueve de allí. Naila con su guitarra y su micrófono (es suya la voz en todos los temas), Lara con su bajo y su micrófono, Lucía agazapada en medio de su batería, un tema tras otro, un diálogo mínimo con el público y un sonido que no deja resquicios. Pasan, por ejemplo, canciones de desesperación deliciosa como “There where” (“ahí donde el peligro esté, encontraré lo que me salve/ ahí donde el misterio esté, encontraré lo que me salve/ ahí donde lo incierto esté, encontraré lo que me salve/ ahí donde el secreto esté, encontraré lo que me salve/ ahí donde el deseo esté, encontraré lo que me salve”), o de una cierta exasperación existencial como “Insignificante” (“Hoy me puse a pensar qué ocurriría si muero/ no cambiaría nada/ todo seguiría igual/ el sol seguiría saliendo/ la tierra seguiría girando). En el escenario, digamos, pasa un trío que cuida la puesta en escena y sus detalles, que juega a crear un mundo visual propio, pero que no por eso descuida el mundo sonoro. Más bien todo lo contrario: construyen un refugio musical con potencia y delicadeza, y es allí adonde invitan a su público. Y sin embargo, se asombran, ellas (estas chicas que devoran literatura japonesa, norteamericana, inglesa, sonidos tan diversos como PJ Harvey, Radiohead, Björk, Courtney Love, Sonic Youth, Cansei de ser sexy), de esa imagen que pueden dar. De hecho, ahora mismo se ríen:
L. P.: –Si fuese por nosotras, estaríamos en el escenario así, como ahora, sentadas y nada más. ¡Es un esfuerzo para nosotras dar un show! Hay gente que nace con ese don. Vos ves algunas bandas que están “¡vamos todos!”, y esas cosas, pero a nosotras nos cuesta.
L. B.: –Todo eso que ves en el escenario está laburado, está pensado.
N. B.: –¡No es nada natural!
L. P.: –Al principio, nos decíamos “bueno, en la próxima fecha vos decí ‘hola, somos No lo soporto’, vos decí tal cosa...”
Pero se las ve muy convencidas en el escenario.
N. B.: –Es que algo que no hacemos es relacionarnos con el público, pero sí estamos reconvencidas.
L. B.: –La arenga típica de las bandas argentinas, eso de “¡vamos todos, canten!”, esas cosas no las podemos hacer ni de casualidad... y la gente necesita un poco eso, parece. Nosotras sí podemos tener actitud, presencia, estar ahí, pero no la arenga.
N. B.: –Lo nuestro no es una elección, ¡es lo que podemos!
L. P.: –Aunque haya diez mil personas tenemos la misma actitud, y está bueno poder lograr eso. Que la gente se enganche es un plus, pero para nosotras el tocar es nuestro. Obviamente que el cuarto participante de NLS es el público, que es en un sentido el punto de todo, pero sólo en un sentido.
Les adjudican padrinos que antes que ayudas del trabajo musical fueron, en realidad, músicos que las escucharon y señalaron como una propuesta interesante, un sonido a seguir: Gustavo Cerati las votó como Grupo Revelación en una encuesta de 2005, ganaron un Premio Clarín como Banda Revelación Rock un año después. Eso, claro, arrojó un poco más de luz sobre su trabajo previo, les facilitó una atención que hubiera demorado más y, tal vez, al tiempo que allanó en algo el camino también lo cubrió con sospechas de un cierto acomodo cuya sola insinuación las enerva. “Veníamos de un camino relargo, no ocurrió de un día para el otro, hubo mucho esfuerzo, mucha dedicación, mucho laburo de las tres”, dice Lucía; “Para nada fue de un día para el otro, y no hubo ningún tipo de acomodo, mucha gente dice ‘ah, claro, porque Spinetta tal cosa’, ¡y no, cero acomodo!” acota Lara; “claro que eso fue como una suma a todo lo que veníamos haciendo, porque hay un montón de otras cosas que no se ven, pero están”, cierra Naila. Es un gran malentendido. Como el nombre, como las mil y una interpretaciones de esas tres palabras: No lo soporto.
L. P.: –¡Todos lo interpretan para un lado que no es! Yo me cruzo todo el tiempo con gente que cree que es “no lo soporto a mi novio”, o “a mi ex”... ¿Ves? A vos ni se te había cruzado... ¡a mí tampoco hasta que me lo dijeron!
L. B.: –Yo también estoy escuchando mucho eso últimamente.
L. P.: –... más que nada son hombres los que lo dicen.
N. B.: –En realidad, era una broma, porque era una frase que a los 13, los 14, cuando empezamos con Lucía, repetíamos siempre. No pensamos que el nombre iba a perdurar, pero como no sabíamos qué ponerle...
L. B.: –La frase “no lo soporto” es algo muy típico de ese momento adolescente en el que estás disconforme con todo y querés cambiar el mundo en un punto. O sea, no soportar algo pero como principio para cambiar, no quedarse en la queja.
L. P.: –Más bien es poder cambiar.
Ahora que son más grandes, ¿pensaron en cambiarlo?
L. P.: –¡No, sobre mi cadáver!
N. B.: –Ya está.
L. P.: –Además, ya es “Nolo”, es una entidad.
L. B.: –Claro, tiene una existencia propia...
L. P.: –“Las Nolo”.
L. B.: –Todo el mundo nos llama así, cada una es “una Nolo”... “hola, estoy acá con una Nolo”.
NLS (www.nolosoporto.com.ar) toca mañana en el Centro Cultural Favero de La PLata (117 y 40) y el viernes 8 en el C.C. Ricardo Rojas (Corrientes 2038), en ambos casos a las 21.
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