CIENCIA
Mercedes Weissenbacher es la segunda mujer en la historia que ingresa en la Academia Nacional de Medicina. Pero más allá de la excepción, esta viróloga de 70 años, que fundó uno de los centros de referencia en investigación sobre VIH/sida, exhibe una voluntad capaz de arrasar también con los prejuicios que rodean los temas en los que se compromete, como la sexualidad o el uso de drogas.
› Por Veronica Engler
Hace un par de meses, Liliana Felipe dedicaba uno de los recitales que dio en Buenos Aires a dos amigas suyas: Laura Bonaparte, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y la doctora Mercedes Weissenbacher, a quien aprovechó para felicitar por su reciente ingreso a la Academia Nacional de Medicina.
Weissenbacher, que esa noche estaba sentada en una de las butacas del Teatro Empire, se sonrojó un poco ante la dedicatoria y se dispuso a disfrutar de las canciones.
Esta médica viróloga de 70 años es la segunda mujer que ingresa a la Academia Nacional de Medicina, la más antigua de América, fundada en 1822. Su predecesora fue la doctora Christiane Dosne Pasqualini, nombrada en 1991. Los otros 33 sitiales de este cuerpo académico, que reconoce la excelencia en la investigación científica, están ocupados por hombres.
“Yo me siento muy bien, contenta y un poco orgullosa”, dice en relación con su reciente nombramiento, con una voz tan suave que por momentos se torna inaudible ante los ruidos citadinos que llegan hasta el piso once de la Facultad de Medicina de la UBA. Allí arriba está el Centro Nacional de Referencia para el sida, que la misma Weissenbacher fundó hace 20 años, cuando en la Argentina se comenzaba a investigar el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Hoy, este centro es uno de los colaboradores en la Organización Panamericana de la Salud (OPS), organismo en el que Weissenbacher se desempeñó durante la década del ’90 como responsable de las investigaciones en sida para América latina.
“En lo posible voy a colaborar para que mujeres prestigiosas de la ciencia argentina puedan entrar a la Academia”, afirma esta apasionada del laboratorio.
–¿Cómo puede trabajar una mujer en ciencia para abrir espacios que suelen estar cerrados o bastante restringidos para sus congéneres?
Cuando una está en cargos de decisión puede colaborar en el desarrollo de la investigación. Con una mirada equitativa ver bien los currículum de las mujeres, los proyectos, sin darles ninguna ventaja a los varones. Pero pienso que no debería haber cupos en el sistema científico, como sí lo hay en el sistema político.
–En ciencia existen, en algunos lugares, medidas de discriminación positiva a través de estímulos especiales para las mujeres, a veces desde el ámbito gubernamental y a veces desde el privado. Por ejemplo, hay propuestas novedosas, como una de Christiane Nüsslein-Volhard (Premio Nobel de Medicina 1995). Ella creó una fundación que da becas para que las científicas puedan contratar niñeras o servicio doméstico. Esto les permite liberarse de tareas de las que, dada la división del trabajo que impera en la mayoría de los hogares, suelen estar a cargo las mujeres si deciden desarrollar un proyecto de familia.
Es cierto. Se acepta como natural que la mujer se hace cargo de la mayoría de los problemas de la casa y de la familia, aunque ahora por suerte se está viendo un apoyo mayor en general hacia las mujeres dentro de la familia. De hecho, las estadísticas del Conicet (Comisión Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), que agrupa a los investigadores de Argentina, indican que en la categoría superior el 75 por ciento de los hombres están casados y sólo el 25 de las mujeres están casadas (Weissenbacher, soltera y sin hijos, pertenece a este grupo del escalafón más alto en el sistema científico). Seguramente estas becas ayudarían a que esas cifras se acerquen un poco más.
–¿Cómo vivió la necesidad de dedicarse a full a su carrera? ¿Como una opción por la cual usted tenía que renunciar a otro tipo de proyectos personales o, por el contrario, como una elección que la liberaba de ciertos mandatos que tal vez pesan más sobre las mujeres que no se desarrollan profesionalmente?
A veces no están tan claras las opciones o las elecciones. A veces se va desarrollando la vida, la carrera, y uno va tomando, en lo posible, lo que quiere, sin pensar definitivamente “yo voy por esta opción, voy a hacer esto en mi vida”. En general fui haciendo lo que me gustaba y tomando lo que me parecía bueno para mí, para los que me rodeaban y para la sociedad también.
–¿Hoy se puede considerar el sida una enfermedad crónica, como la diabetes?
Sí, se puede considerar como una enfermedad crónica, que tiene apariciones. Hay una medicación que todavía no es perfecta, porque es muy cara, y en ocasiones es tóxica, pero que ha mejorado muchísimo, antes una persona tomaba 15 o 20 pastillas por día, ahora toma 1 o 2.
–Una vez que aparece la enfermedad, ¿se puede retrotraer?
La enfermedad, sí. Pero el organismo no queda libre de virus. Puede bajar mucho la cantidad de virus en sangre, a niveles no detectables, algo fantástico; llegar a ese nivel es estar prácticamente sano.
–¿Qué se sabe hoy con respecto a las diferentes formas de prevenir la transmisión del virus que no se sabía hace 20 años?
Se saben muchas cosas. Al conocer los mecanismos de transmisión, se pueden conocer también los mecanismos de prevención. Hay tipos de transmisión en las que resulta más fácil usar la tecnología para evitarlas, por ejemplo la transmisión por sangre en el caso de las transfusiones o el uso de hemoderivados. También está cayendo, sobre todo en los países industrializados, la transmisión de la madre al niño. Se diagnostican las mujeres embarazadas, es mejor si el diagnóstico se hace antes del embarazo, se trata a la mujer y el niño no llega a infectarse. En esos casos ha sido muy efectiva la prevención.
–¿Es perfectamente viable un embarazo de una mujer con VIH?
Viable en el sentido de que el niño no se infecte, baja muchísimo la infección. Normalmente, sin tratamiento, de cada 100 mujeres infectadas con VIH embarazadas, más o menos 25 o 30 pasan el virus a sus niños. Tomando todas las precauciones, como terapia antirretroviral, cesárea programada y también la sustitución de la lactancia materna después, esta cifra puede bajar al 1 o 2 por ciento, un riesgo muy pequeño. Es menos efectiva la prevención en la transmisión sexual y la transmisión en las personas que usan drogas inyectables, y no inyectables también, hay tecnologías apropiadas para hacerlo; el asunto es utilizarlas.
–¿Por qué no funciona tan bien la prevención en esos casos?
Es importante que haya difusión, que sea cambiante, que sea innovativa sobre todo en la forma en que le llega a la gente, porque no es sólo una cuestión de conocimiento. Que una persona sepa que haciendo tal cosa no se infecta, no quiere decir que lo vaya a hacer, quiere decir que lo sabe, que tome la decisión de hacerlo es otro paso, y que tenga las herramientas para hacerlo es otro paso más, son muchos pasos que no son fáciles de dar. También tenemos el componente social, económico, político, incluso el sistema de salud del país. Todo eso contribuye a que una persona se infecte o no. Eso hace a la vulnerabilidad de la gente. Hay gente que es mucho más vulnerable que otra, por su comportamiento y por el ambiente que la rodea, ahí entran género, edad, lugar geográfico, formas de transmisión, que son distintas en los países y dentro de los países en distintas áreas. Una niña de quince años de una villa de emergencia en el conurbano no tiene la misma vulnerabilidad que un hombre de treinta, abogado, que vive en Recoleta. En Argentina la epidemia está avanzando mucho en jóvenes y en mujeres.
–¿Por qué la enfermedad avanza sobre la población más joven y sobre las mujeres?
En Argentina y en muchas partes del mundo al principio la transmisión era particularmente entre hombres que tenían sexo con hombres, sobre todo en los países industrializados. Después hubo un predominio de usuarios de drogas inyectables sobre el otro grupo y ahora es un predominio de transmisión heterosexual entre hombres y mujeres, más del 50 por ciento. Es decir, las formas de infección varían con el tiempo. Pero las mujeres son más vulnerables al contagio desde varios puntos de vista. Biológicamente, porque la superficie mucosa de las mujeres en contacto con el virus es mayor que la del hombre, y en el semen hay más cantidad de virus, por lo que, en general, la mujer es más susceptible al tener relaciones heterosexuales. Otra cuestión es que las mujeres necesitan más transfusiones que los varones, por hechos relacionados con el embarazo y el parto, es otra susceptibilidad aunque en este momento no lo es tanto, pero está. Por otra parte, epidemiológicamente son también más vulnerables en el sentido de que en general en las relaciones heterosexuales el hombre es mayor que la mujer y ha tenido oportunidad de infectarse previamente. En la Argentina, por ejemplo, hay muchos más hombres que mujeres que usan drogas inyectables, y en general la mayoría de los hombres son heterosexuales. Los que usan drogas inyectables y son heterosexuales van a infectar a mujeres más que a varones. Por otra parte, yo creo que en general, la dependencia económica, social que tienen muchas mujeres hace que se reduzcan sus posibilidades de elegir y que sean también más vulnerables a la infección. Eso sucede, definitivamente, en todo el mundo.
–¿Hay datos en relación con mujeres que tienen sexo con mujeres?
Sí, hay datos pero son escasos. Es decir, son escasos los casos, tanto que no aparecen en las estadísticas. Es difícil esa transmisión porque en general hay menos virus en las secreciones de las mujeres. Suelen contagiarse cuando a lo mejor quieren tener hijos y buscan la relación con un varón, y a veces son hombres que tienen sexo con hombres y la prevalencia de infección es más alta en este grupo de varones que en los que tienen sexo con mujeres.
–Para las relaciones heterosexuales y para las relaciones entre varones está el preservativo, ¿cuál es el método de prevención para una pareja de mujeres si una tiene VIH?
No es algo muy difundido, pero se recomienda esa especie plástico que usan los dentistas para aislar un diente o muela (la “goma dique”, muy finita y resistente, que se utiliza, por ejemplo, cuando se realizan tratamientos de conducto). Se recomienda cuando una mujer está infectada en la pareja, son en general barreras mecánicas. Pero no hay muchas descripciones al respecto, tampoco está fácilmente recomendado. Prácticamente no hay recomendaciones de la OMS, de la OPS o de Onusida, porque en general no se infectan, son casos muy particulares. Por eso cuando aparecen, justamente, se los describe como “casos”.
–Usted integra la Red Argentina de Reducción de Daños, ¿por qué le parece importante incluir esa perspectiva en los temas que tienen que ver con drogas?
El uso de drogas, sobre todo las inyectables, hace mucho más vulnerable a las personas para adquirir una infección por VIH. El ideal es que las personas que usan drogas las dejen, lo cual es muy difícil de conseguir, lamentablemente. Entonces hay que trabajar para apoyar a esa gente para que no se infecte, no sólo con VIH, sino también con otras enfermedades, como la hepatitis B. Este tipo de perspectiva sirve para hacer más seguro el consumo, porque mucha gente no puede dejar las drogas.
–También hay consumos no adictivos y hay personas que optan por no dejarlos.
Claro que sí, por eso es importante trabajar en distintos aspectos de reducción de daño en el uso de drogas. Muchas personas optan, otras no pueden optar.
–¿Qué opina en relación con el uso de marihuana como paliativo para las personas con sida?
Pienso que el uso médico, como en el caso de la morfina y sus derivados, podría realizarse. Me parece que el uso médico debería aprobarse. Se está discutiendo mucho el tema, muchas personas definitivamente dicen que no, otras dicen que sí, la mayoría duda.
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