Viernes, 30 de noviembre de 2007 | Hoy
NOTA DE TAPA
El próximo 6 de diciembre se estrena la película que causó sensación en el último Festival de Cannes –donde se alzó con la Palma de Oro y otros premios– tanto por su calidad artística como por la honesta crudeza con que pone de manifiesto los riesgos y penurias del aborto ilegal. 4 meses, 3 semanas, 2 días narra una conmocionante historia de solidaridad de género, sin la cual la interrupción de un embarazo hubiera sido imposible en la Rumania de 1987.
Por Moira Soto
No creo que el aborto sea un asunto solo femenino. Creo que es un asunto humano y punto. En cualquier caso, uno de los mejores halagos que me han hecho a propósito de esta película, es que mi interior parece el de una mujer.” Así hablaba en septiembre pasado, durante el transcurrir del 55º Festival de San Sebastián, el director rumano Cristian Mungiu (39), luego de la exhibición –en la apertura de los Encuentros de Zabaltegui– de su film 4 meses, 3 semanas, 2 días (4 luni, 3 saptamani, 2 zile), que venía de obtener en Cannes la Palma de Oro, los premios Fipresci y de la Educación Nacional. El segundo largometraje de Mungiu (el primero, la comedia Occidente, ya había recibido una serie de galardones internacionales) narra la desesperante zozobra por la que deben pasar dos amigas para lograr llevar a cabo un aborto clandestino durante los últimos años de la dictadura de Ceaucescu. Una de ellas, Otilia, la que se hace cargo, gestiona, acompaña, se sacrifica, se convierte en la protagonista.
Entre las polémicas que ha suscitado 4 meses..., un film que lógicamente encrespó a la asociación francesa Choisir, que consideró que “vehiculaba una propaganda pro aborto, surgida de una cultura de muerte” (y otras sentencias por el estilo), hay que mencionar la que se generó cuando Xavier Darcos, ministro de Educación Nacional francés, intentó prohibir la difusión en liceos de Francia del DVD de la obra de Mungiu. Resulta que el Prix d’Education recibido, concedido por un jurado de docentes y estudiantes, habitualmente es editado para ser trabajado en clase por los enseñantes que así lo deseen. Las numerosas críticas a esta forma de censura por parte de la prensa y de diversas instituciones obligaron al ministro a dar marcha atrás.
La fundadora del premio, Christine Juppé-Leblon, señaló que 4 meses... no presenta los riesgos que se le endilgaron (el ministro había argumentado “dureza deliberada sobre un tema íntimo”), puesto que denuncia, afronta e invita a la toma de conciencia. Este galardón fue creado en 2003 por un grupo de docentes que confían en las virtudes pedagógicas que puede ofrecer el cine al permitir un trabajo de reflexión y análisis en clase, práctica que se volvió cada vez más rara en Francia al desaparecer los cine-debates en los establecimientos de enseñanza. En su primera entrega, fue recompensado el film Elefante, de Gus Van Sant, magistral reconstrucción de la masacre de Columbine cometida por dos alumnos. Las proyecciones, seguidas de apasionados debates, además de ahondar en la reflexión sobre ese brutal episodio de violencia, empezó a despertar la cinefilia de profesores/as y alumnos/as.
Por su realismo, franqueza, empatía con la problemática del aborto clandestino y alta calidad formal, 4 semanas... se puede considerar como la culminación de una serie muy rescatable –aunque no numerosa– de películas que han tratado la cuestión del aborto ilegal. Pionera vocacional, Agnès Varda presentó en 1977 L’une chante, l’autre pas, no estrenada en la Argentina. Ambientada en los años ‘60, antes de que se votara la Ley Weil que despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo, este film también narra una historia de amigas, Pomme y Suzanne. La primera ayuda activamente a la segunda para que resuelva en Suiza una gestación no deseada. Tiempo después, Pomme se va a abortar a Amsterdan, antes de disfrutar de dos embarazos deseados y felices.
Diez años más tarde, Claude Chabrol filmó Un asunto de mujeres, parte de la vida y la muerte en la guillotina (el 3 de julio de 1943, bajo la Ocupación en Francia) de una mujer, interpretada por la gran Isabelle Huppert, que hacía abortos caseros en el interior. Una muerte cruel e injusta pero que servía al lema Trabajo, Familia, Patria, de Pétain, ese sirviente del nazismo. Aunque a Chabrol no le interesó plantear un debate sobre la interrupción del embazo (por otra parte, en plena vigencia en su país) sino más bien observar conductas en una etapa histórica muy reveladora de miserias humanas, resulta significativo que eligiera este episodio trágico, poniendo en evidencia el hipócrita machismo moralizante que siempre ha rodeado esta problemática.
En 1999, Lasse Hallström dirigió Las reglas de la vida, sobre la novela Príncipes del Maine, Reyes de Nueva Inglaterra de John Irving, que sucedía en los años de la Segunda Guerra, cuando realizar abortos podía costarle el título a un médico. Sin embargo, el doctor Larch, maravillosamente actuado por Michael Caine, siente la obligación moral de ayudar a mujeres, casi siempre pobres, que quieren salirse de gestaciones no deseadas. Pero si se trata de un embarazo a término y el feto es viable, Larch atiende el parto, se hace cargo de la criatura rechazada y le busca madre y padre que la adopten. En el film, su discípulo Homer, nacido en esas circunstancias, elegido y devuelto un par de veces, se niega a hacer abortos. Hasta que se le plantea una encrucijada que lo hace vacilar: la desesperación de una chica cuyo embarazo es producto del incesto.
Más cerca en el tiempo, Mike Leigh, un director a menudo preocupado por las cuestiones de familia y parentesco, la decisión de tener o no los hijos, realizó El secreto de Vera Drake (2004), película también inspirada en hechos reales, acerca de una mujer que desinteresadamente, por solidaridad, hace abortos en secreto, en el Londres de los años ‘50, es decir, antes de que esa práctica fuera legalizada en 1967. Muy bien interpretada por Imelda Staunton, “Vera es una buena persona a la que la sociedad de ese momento rotula como delincuente”, dijo Leigh al presentar El secreto... “El aborto era un delito grave en aquellos países donde después se legalizó. Y hay gente que piensa que habría que volver a la situación anterior, que debería ser declarado ilegal nuevamente, con lo cual habrá muchas Vera Drake, y también muchas mujeres con embarazos interrumpidos empleando métodos dudosos, heterodoxos, peligrosos.”
La Palma de Oro que 4 meses... ganó en Cannes provocó una especie de reacción patriótica en Rumania: Cristian Mungiu reanimó el orgullo nacional, hubo comentarios eufóricos de la prensa. Pero se dio la paradoja de que en ese país donde murió más de medio millón de mujeres por abortos ilegales hechos en pésimas condiciones durante la dictadura de Ceaucescu, 22 millones de rumanas y rumanos apenas disponían de unos pocos cines para estrenar en septiembre pasado el primer film de ese país distinguido en el festival más glamoroso.
Entonces, Mungiu decidió difundir él mismo esa producción que le había salido apenas 600 mil euros, subvencionado por la fundación Huber Bals, con algún dinero rumano, filmado en 36 días, sin plata para el montaje que el director financió haciendo algunas publicidades. Con los euros de algunos de los premios recibidos compró un trailer para salir de gira por el país y así “provocar un acontecimiento como en los orígenes del cine, cuando las películas iban de pueblo en pueblo. Es un proyecto costoso, pero me da pie para rodar un documental”.
Cristian Mungiu pertenece a la generación nacida poco después de que Ceaucescu prohibió el aborto en 1966 con el objetivo de aumentar sí o sí la natalidad, generando efectivamente un baby boom. Desde niño, adoraba contar historias y que lo escucharan, pero como todos hablaban en esa familia donde Cristian era el menor, optó por ponerse a escribir, mientras seguía leyendo a Dumas, Verne, más tarde Dostoievski, Thomas Mann, Salinger, y descubría a Buñuel, Tarkovski, Godard. Pero fueron los malos films rumanos de la era comunista los que le despertaron deseos de hacer buenos films. Como era imposible estudiar cine sin ser de Bucarest, probó con el periodismo y las letras antes de entrar en la escuela de cine en 1994.
Después de realizar Occidente, Mungiu pensó en hacer una comedia ligera sobre el reciente pasado pesado, inspirada en relatos propios, pero pronto cambió de idea: “Me encontré con una amiga que me contó una historia que le había sucedido unos quince años atrás, y a través de ese relato encontré la manera de hablar del pasado, de contar mis 20 años. Escribí tres páginas apretadas y supe que ahí estaba el film que quería hacer. Volví a sentir las emociones, la ira, las frustraciones que afloran en 4 meses... Después hice una investigación sobre el tema y no tuve que cambiar nada. Creo que el aborto no se puede ni prohibir ni tomar a la ligera. Tenía claro que no quería hacer un nuevo Good bye, Lenin, no entrar en nada que se pareciese a la nostalgia. Aunque pasaron casi dos décadas, la dictadura fue tan tremenda, totalitaria, loca, que aún es fuente de inspiración para algunos directores”.
Según Mungiu, “el aborto es una cuestión que concierne a toda mi generación. Muchos descubrimos después de la caída de Ceaucescu hasta qué punto se perseguía a las mujeres para que no abortaran. Ellas estaban tan desesperadas por no caer en prisión que no tenían tiempo para reflexionar sobre su decisión. Quise contar esa situación sin hacer un discurso sobre la época ni menos aun juzgar a los personajes. Mi intención era hacer un film simple, directo, sincero. Quería tener el control total, por eso los planos secuencia, la ausencia de primeros planos, de música. Quería definir el estilo antes de empezar. Para la cámara hice fabricar un arnés, ni en mano ni sobre steadycam. Hay cosas que no se deciden racionalmente, surgen en medio de la acción: nunca levantar la cámara sobre el personaje que está hablando pero dejarlo pasar por delante, no subrayar un efecto, guardar el sentido de complicidad. El estilo nunca debe hacerse evidente. Uno de los recursos que empleo es no comenzar algunas escenas por el principio, sino después. Por ejemplo, el film se inicia con el final de una conversación, sin que se sepa cuál es el tema. Es una forma de instalar un sentimiento de misterio. De modo semejante, uso el silencio, hay momentos en que los personajes piensan y el público trata de decidir en qué”.
El extraordinario rendimiento de actrices y actores, empezando por Anamaria Marinca, inolvidable Otilia, se debe sin duda a la forma minuciosa de dirigirlos/as de Mungiu. El director no permitió que ninguno/a de los/as intérpretes de personajes secundarios/as leyera el guión, para que no fueran influidos por el tema: “¿Por qué un actor si no ha de actuar? Porque lo más difícil de hacer es precisamente no actuar”.
El realizador advierte que el impacto de 4 meses... ha sido más fuerte en el extranjero que en su propio país, “donde se conoce bien la realidad de lo que cuento”. Y que si bien reconoce que su film es arduo de ver, muchas rumanas le han dicho que se quedó corto: “Me dan las gracias pero me aclaran que la película no es nada comparado a lo que ellas pasaron”.
Respecto de muy discutido y shockeante plano de varios segundos del feto sobre el piso del baño, Cristian Mungiu no titubea: “Incluirlo era un deber. No se pueden entender los 30 minutos finales, la angustia indecible de Otilia sin ese plano. No me interesaba la perspectiva que puede tener un cineasta de hoy, sino la que tenía una mujer en aquel momento”.
Tres sociólogas que de una manera u otra militan en la campaña por la despenalización del aborto asistieron a una proyección privada de 4 meses, 3 semanas, 2 días... María Alicia Gutiérrez es docente, investigadora de la UBA e integra el Foro por los derechos reproductivos; Nina Zamberlin trabaja en el Cedes (Centro de Estudios de Estado y Sociedad, que cuenta con un área de Salud, con un enfoque destacado en Salud Sexual y Reproductiva), entre otras actividades, ha publicado artículos en las páginas www.despenalización.org.ar –creada por un conjunto de instituciones– y en www.derechoalaborto.org.ar, dedicada a la campaña en pro de esta causa; Andrea Mariño es integrante de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer y forma parte de la campaña de estrategias para el aborto legal, seguro y gratuito.
“Aunque mi primera impresión fue que la película cargaba mucho las tintas en los aspectos dramáticos por todas las cosas que les pasaban a estas chicas, me gustó mucho que enmarcara el tema del aborto en una época, un contexto político y social, un clima de persecución que se acentúa por la clandestinidad”, comenta María Alicia Gutiérrez. “Es decir, modos de opresión diversos que suelen recaer sobre esta problemática relacionados con la ilegalidad, la condición de clase, de género. Me parece sumamente interesante la visión que da el director, dejando muy en claro que todo lo negativo que pasa, esa dimensión trágica, tiene que ver con una cuestión de prohibición. Mismo el paso del tiempo, más allá de los límites aconsejables, se debe a esos escollos tan difíciles de salvar. Entonces, los riesgos tienen que ver con las fechas, las condiciones con que se opera de manera subrepticia: hay que pagar por el peligro y por el derecho al placer. El tipo al que llaman de alguna manera se lo hace saber a Gabita, la embarazada a su pesar. En la película, además, está implícita la falla en la educación, la prevención.”
Para Nina Zamberlin, “está claro que es un film que hay que tomar en su contexto y en su época, en una Rumania muy controlada, con esta omnipresencia de la policía del régimen. Porque aquí hay como una doble clandestinidad: por un lado el aborto ilegal, que de por sí es complicado, y por es otro, esta situación de amenaza permanente, los interrogatorios con cualquier pretexto, el pedido de identificación, el monitoreo de acciones que en otro contexto podrían pasar desapercibidas, sin sumar ansiedad como en este caso. Además, está la tremenda soledad en que se encuentran estas chicas: apenas se tiene la una a la otra, sobre todo Gabita cuenta con Otilia, la amiga que termina resolviendo los problemas, concediendo ciertas cosas que en otro momento habría rechazado. 4 meses... supera, para peor, algunas informaciones que tenía sobre la situación respecto del aborto en Rumania durante la dictadura”.
“Toda película que intente tratar seriamente el tema del aborto, instalar o proseguir el debate, me parece bienvenida”, opina Andrea Mariño. “4 meses... no ofrece un juicio tajante, no está tan direccionada, una actitud inteligente por parte del director. Al centrarse en dos personajes de mujeres, con una sensible observación del universo femenino, da cuenta de todo un vericueto que muchas veces queda relegado u olvidado cuando se discute la cuestión: todo el proceso que se recorre hasta llegar a la realización de un aborto en un marco de clandestinidad. Quién acompaña, quién sostiene, cómo se obtiene el dato, quién gestiona. En este caso, tenemos a una auténtica heroína: Otilia, la amiga. Esta película parte de la decisión tomada, a Mungiu no le preocupa justificar la elección de Gabita: ella quiere abortar y punto. Lo que sí se muestra con mucha intensidad es esta suerte de orfandad en que se encuentra. Si Gabita no tuviera a esa amiga que es la que hace todos los trámites, la que negocia con el abortero, la que cumple todo el circuito hasta terminar desprendiéndose del feto, le habría sido dificilísimo a Gabita hacer todo ese recorrido. 4 meses... muestra con detalles genuinos la violencia a la que es sometida una mujer en un aborto fuera de la ley. En este sentido, el planteo es impecable y se atiene a la realidad: penalizando no se detienen los abortos, al contrario: se victimiza y maltrata a las mujeres, se las pone en situación de riesgo sobre sus cuerpos, sobre sus vidas”.
María Alicia Gutiérrez coincide en que “el personaje de Otilia se perfila como el más interesante y fuerte. En realidad, no sabemos si, aparte de compañeras de cuarto en la universidad, son tan amigas. Pero Otilia sume esa responsabilidad muy generosamente. Me gustó por la analogía que se puede hacer sobre la supuesta sororidad entre las mujeres, esa solidaridad que es veces una verdad a medias. Porque obviamente somos seres humanos y en circunstancias críticas, puede aparece lo mejor y lo peor de cada una. Gabita se muestra egoísta, bastante irresponsable, con mucho desapego respecto de su amiga que se expone tanto por ella. En cambio, el lugar subrayado de victimario del hombre es lo que menos me convence, aunque creo que hay que tomarlo en las condiciones de un régimen que fomenta estas conductas, estos personajes siniestros. Este señor Bebe no tiene resquicios, es la persona más mala con la que se podían encontrar las chicas”.
A Andrea Mariño, si bien le chocó la conducta por de más abusiva del abortero, encuentra “brillante cómo es narrado el proceso de negociación, de qué manera él juega con ese poder que le otorga la clandestinidad, sabe que puede manejar la situación a su antojo. En algún momento te preguntás: ¿pero de verdad él les está proponiendo ese arreglo? Y sí, el considera que puede, está resulto a aprovecharse sin el menor escrúpulo. La amiga mantiene una línea de conducta, acepta entregar porque no hay otra salida para que se realice el aborto. Así como no se muestra la toma de decisión, porque en este marco no se puede hablar, no hay a quien recurrir, del mismo modo queda sellado el silencio al final ¿qué proceso pueden hacer de todo los vivido y sufrido estas dos mujeres si de esto no se hablará nunca más? Me parece muy interesante este surgimiento del nuevo cine rumano, con varios directores valiosos que encaran temas políticos, revisan el pasado, buscan un sinceramiento”.
Nina Zamberlin memora su estadía de seis años en los Estados Unidos, a comienzos de los 90: “Trabajé en una clínica de salud reproductiva donde también se hacían aborto. Corroborando que las mujeres estuviese segura en su decisión, acompañando durante el procedimiento, haciendo la consejería post aborto. Te puedo asegurar que en un contexto semejante, sin negar el impacto emocional que varía según los casos, todo se desdramatizaba mucho. Si miro la película para trazar un paralelo con la Argentina actual, hay que decir que el aborto con medicamentos, afortunadamente puede eliminar la necesidad del tercero –el que hace el procedimiento– y quedar en manos de mujeres. Es una opción accesible, cada vez más difundida. Han bajado las infecciones y otras complicaciones. Comparado con lo que sucede en la película, podemos decir que hoy en nuestro país es más fácil acceder a un aborto relativamente seguro sin tener que depender de otra persona”.
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