Vie 14.12.2007
las12

TEVé

¿La divina comedia?

Patito Feo, la telenovela para niñas y adolescentes que termina hoy su ciclo 2007, trajo una sorpresa: a pesar que desde el título se buscaba un guión que fuera metáfora de la necesidad de admirar valores distintos a los puramente estéticos, las pequeñas espectadoras se identificaron antes con las “malas bellas” que con la protagonista, fea pero sensible.

Sea como sea, aquí no entran feas/ pa, que lo veas, te voy a mostrar/ mira esa fea,/ aquella otra fea/ aquí no pueden entrar.” Así cantan Las Divinas, el fenómeno teen del 2007 –junto con Casi Angeles, de Telefé– pero que no sólo fue un fenómeno por ser el grupo de chicas ¿cantantes?, ¿bailarinas?, ¿actrices?, ¿modelitos? del exitoso programa Patito Feo (de Canal 13), sino por generar y reflejar todo lo contrario a la moraleja –de integración– del patito feo. La exclusión es tan clara como clara es la canción: aquí las feas no pueden entrar.

“Las divinas, las divinas, brillan, brillan, como stars/ fuera feas, fuera feas, para ustedes no hay lugar.” Así cantan Las Divinas. Que hoy cantarán contra Las Populares en la final 07 de Patito Feo que se jugará en un especial de Cantando por un sueño, con Marcelo Tinelli de conductor y Lucho Avilés de jurado del grupo de adolescentes que disputarán por representar al colegio en un concurso de comedia musical.

Cuando se trata de happy ends en programas infanto juveniles, tal vez, hay poco lugar para los finales abiertos que no ameritan más temporadas y más merchandising. Sin embargo, no todo estuvo cantado en Patito... Las Divinas, que hicieron de la exclusión estética un paradigma tan claro como una canción de protesta (de protesta contra la no belleza única), empezaron en la trama de esta serie de la productora Ideas del Sur como las malas. Por lo cual, se suponía, que iban a ser rechazadas y que la buena –Patito, protagonizada por la actriz Laura Esquivel, de 13 años– y líder del grupo de Las Populares iba a ser aclamada por el público y santificada por las adolescentes o nenas o aspirantes a adolescentes.

La idea era que una mini Betty, La Fea, más afeada por una trenza y aparatos dentales se convirtiera en heroína. Oh, ¡oh! ¿Qué pasó? Que las nenas se quedaron en la esquina de Las Divinas y empezaron a imitar y a querer ser tan lindas como las lindas que dejaban afuera a las feas. Lo peor del gusto popular –contrario a las populares– fue que las divinas eran malas, malísimas. Y entonces las nenas empezaron no sólo a querer ser divinamente lindas, sino también exclusivas y malignas.

Tanto, como para decir que High School Musical con su heroína –Gabriela– latina, morocha, pobretona, laburante, estudiosa, inteligente e hija de una madre sola y no de una familia constituida es un monumento a la corrección política –que a veces no es sólo buenos modales, sino, también, un pasamanos para que las nenas vean en la tele caminos que no les corten las piernas al hacerlas preocupar por el grosor de sus tobillos– comparado con el fenómeno que cambió el fenómeno de Patito feo.

El vendaval de fervor a favor de Antonella –la mala– truncó el guión del programa y reconvirtió a la archienemiga de Patito en su amiga y acercó a la linda –y preferida de las niñas– a un modelo de adolescente menos enemigo de las adolescentes. Sin embargo, en el final, rivalidades o imperiosas necesidades de guión, Anto volvió a ser mala y Las Divinas a cantar –en canto y baile también extrañamos a Corbin Bleu y el resto de la troupe de High School..., a algunas de las rubias divinas dan ganas de pasarles un inflador– que las feas se quedan afuera. El martes 11 de diciembre, por ejemplo, Antonella le enrostraba a Patito: “¿Vos lastimás a los chicos cuando les das besitos con esos dientes de lata?” o alguna otra divinura, como por ejemplo: “¿Te vas a dejar las trenzas hasta que te mueras?”. Patito ponía cara de triste y Antonella se quedaba con su ex novio. Y –oh, oh, oh– con la platea femenina que –¿era tan difícil de adivinar?– quiere ser divina. La novela infantil, tal vez, tenga la misma trama que todas las novelas rosa de la historia. Y, tal vez, sea un exceso pedirle a la televisión que cambie el espejo social. Pero, tal vez, no sea mucho pedirle no promoverlo.

Brenda Asnicar, de 16 años, es la actriz que protagoniza a Antonella, la que canta que fuera las feas. Pero Brenda, piel adentro, vive la trama que no es de novelas, en el cuerpo de una adolescente que no sufre, de la misma manera, las exigencias corporales, sino con una lupa agrandada sobre las debilidades de las chicas más chicas. “Las chicas ahora son anoréxicas, para ser modelo tenés que ser flaca, odio que me digan que tengo que adelgazar cuando no soy gordita. Las chicas de 15 o 16 años se están cuidando todo el tiempo, no comen y no da. Hoy en día si no te vestís de marca no da. Si cada uno pone un granito de arena y cambiamos es mejor. Tengo amigas que dejan de comer, vomitan, yo no lo puedo creer. Muchas chicas dicen ‘tengo celulitis, rollitos’ y hacen dieta por moda”, dijo, ¿o denunció?, ¿o deschavó? Brenda, en una videoentrevista.

No se trata sólo de una novela adolescente que ahora es exhibida. Las presiones estética sobre los/las más chicos/as crecen. El 52 por ciento de las nenas y el 44 por ciento de los varones de entre 7 y 15 años contó que le preocupa engordar en una encuesta realizada por la señal de dibujitos animados Cartoon Network, entre 826 chicos de nivel socioeconómico alto, de la Argentina, publicada por Gisele Sousa Dias, del diario Clarín. O sea, que los nenes y nenas que todavía se ríen con Scooby Doo dando vueltas asustado por un fantasma –y que tienen en Vilma el modelo de una mujer que puede destacarse por capacidad de análisis y gusto por la lectura, la valentía y sus deducciones– tienen como un fantasma el miedo a su propio cuerpo, o al espejo social de su cuerpo, un espejo que agranda o inventa defectos, pero que perfora la alegría del amor al propio (y nuevo) cuerpo que surge en la adolescencia.

Sin embargo, enfrentarse a ese espejo que espeja presiones y ataduras no siempre es apagar un fenómeno irrefrenable. Tal vez en vez de prohibir la tele exista la posibilidad de acompañar a esas nenas que piden, quieren o desean ver Patito Feo y también la de marcar otros valores en el rumbo femenino. “Aunque las mujeres han transformado su situación social, el imperativo de ser hermosas revela hasta qué punto su condición de objetos de deseo persiste en el imaginario colectivo. Pero la mejor manera de ‘vacunar’ a las niñas y adolescentes contra esa poderosa presión cultural es estimular su desarrollo educativo y la adquisición de habilidades. Si aprenden a ganar esa recompensa intangible que es el reconocimiento, a través de sus logros, tal vez no desesperan tanto por obtener admiración a través de su encanto corporal”, propone la psicóloga Irene Meler, quien actualmente preside el XI Congreso Metropolitano de Psicología de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA).

Pero no se trata solamente del contraluz entre lindas y feas. La docente Cecilia Cambiaso remarca: “Si bien estas dicotomías no me resultan menores, sino un sello propio de este programa, también es cierto que es similar a todas las telenovelas para nenas de este estilo donde se muestran modelos y se construyen personajes con vínculos especuladores, histéricos, faltos de sinceridad, donde las chicas se ocultan los sentimientos, se traicionan, son cancheritas y consumistas, que, creo, sigue siendo lo más grave”. Divinas o Populares, el millón y medio de espectadoras que siguen, aproximadamente, cada tarde a Patito Feo igual van a tener algo que hacer ahora que la tira se acaba: ya hay ropa, chicles, figuritas y shampoo de la serie. Para que te entre mejor. ¿O querés quedarte afuera?

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