Por Ema Cibotti*
Entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre, veinticinco ONG argentinas de mujeres reciben conjuntamente en Buenos Aires a mujeres y hombres de Asia, Africa, las Américas y Europa para poner en blanco sobre negro el tema de la corrupción. ¿Pero por qué hacer un Foro de Mujeres contra la Corrupción? ¿Acaso la corrupción no afecta a toda la sociedad y es un flagelo a escala planetaria? Por supuesto que sí. Sin embargo, aun cuando el problema es general, su abordaje exige más de una precisión.
Ahora sabemos que señalar con el dedo a quienes cometen actos de corrupción no alcanza, pues las denuncias se acumulan sin sanción. Conocemos la magnitud del fenómeno pero tampoco basta, porque aunque es común hablar de una “cultura de la corrupción”, no es lo mismo lo que sufren las víctimas que quienes causan el hecho. Es cierto que la corrupción genera un uso espurio de los recursos fiscales que degrada las posibilidades de nuestro futuro desarrollo humano, pero no deberíamos omitir decir que esta quita de futuro no es ni será equitativa, porque el presente condiciona aberrantes diferencias entre las personas ricas y las pobres.
Cuando en nuestros diálogos cotidianos hablamos de la corrupción también lo hacemos desde la experiencia vivida. Especulación, soborno, coima, “viveza criolla”, “curro” y hasta no hace mucho el sentencioso “roban pero hacen”, condimentan nuestras conversaciones. Sin embargo, a la hora de poner la corrupción bajo la lupa, hombres y mujeres también hacemos abordajes diferentes.
Es más común escuchar hablar a los varones, comunicadores sociales, analistas políticos o simples ciudadanos interpelados por algún medio en la vía pública, de la corrupción como una mala práctica asociada con las conductas ilegales de quienes ocupan un lugar en la estructura del Estado. Ponen la mira en la función pública, y de hecho en los funcionarios y no sin razón, porque una conducta corrupta afecta directamente el funcionamiento del sistema y sobre todo la toma de decisiones. Las mujeres, en cambio, además observamos la corrupción como una cuestión social. Más aún, como una mala práctica que multiplica la injusticia también fuera del contexto institucional-estatal.
¿Por qué la corrupción se experimenta como una quita de derechos asociada con la exclusión? Básicamente porque las mujeres no ejercemos el poder en paridad con los varones en ninguna instancia de la vida social.
La desigualdad de oportunidades respecto del varón en todos los ámbitos, tanto privados como públicos, nos hace más vulnerables frente a la corrupción.
Los análisis y los testimonios tanto nacionales como internacionales remitidos y que se oirán en el Foro son concluyentes al respecto. Por ejemplo, ¿la prostitución es simple comercio sexual, o por el contrario es además y sobre todo una de las formas de corrupción más extendidas a nivel mundial, que incluye un sistema de redes de tráfico sexual que vulnera a las mujeres migrantes en cada país de recepción? Las capitales del mundo más cosmopolitas encabezan ese trato inhumano y Buenos Aires no es una excepción. Otra cuestión a debate. ¿El acceso demorado a la salud y a la educación de las mujeres en muchas sociedades africanas se debe a razones religiosas o culturales? ¿O es en cambio un impedimento generado porsupuestas tradiciones que en realidad ocultan otros intereses de casta imbricados en prácticas corruptas que usufructúan ese sometimiento?
En todas las sociedades, la participación activa de las mujeres y el acceso de las mismas a los cargos de conducción en los sindicatos, los medios de comunicación, colegios profesionales, empresas, partidos políticos y administración pública no es sólo una necesidad, un derecho, es además una vía para romper la concentración de poder que favorece toda suerte de prácticas espurias. Más allá de la voluntad o de las intenciones de cada cual, la participación implica controles que permiten disminuir el nivel de corrupción. Pues la experiencia prueba que el funcionamiento piramidal de todas estas organizaciones permite el desarrollo de la siguiente ecuación: a mayor grado y nivel de decisión mayor pérdida de la capacidad de representación, de vinculación con las bases y por lo tanto mayor posibilidad de corrupción. La relación entre la quita de derechos, la falta de representación y la corrupción es directa.
Todas estas cuestiones y muchas otras que se analizarán a lo largo de las jornadas del Foro son urgentes, y aunque el activismo feminista es muy fuerte y las rescata del olvido, debemos abrir el debate público para superar los diagnósticos y propender a la elaboración de estrategias anticorrupción, de estrategias contra la impunidad. Ese es el propósito, ambicioso sin duda pero también necesario, que moviliza el Foro Internacional de Mujeres contra la Corrupción.
* Miembro del Foro de Mujeres contra la Corrupción.
** Coordinación del Foro: Monique Altschul, presidenta de Fundación Mujeres en Igualdad, www.mei.com.ar, inscripciones en
[email protected] y Museo Roca, Vicente López 2220 Capital Federal.