VISTO Y LEIDO
› Por Liliana Viola
Ceferino
Falsa vida de santo varón
Raúl García Luna
Editorial: Aurelia Rivera
160 páginas
Con un material digno de novela histórica y haciendo uso de la recalcitrante formalidad que suele caracterizar al género, García Luna construye esta ficción paródica, graciosa y reivindicativa no de Ceferino, claro está, sino de los lectores que sufrieron el relato de su vida sacrificada y beatífica, de la saga escolar y de sus alrededores. El objeto de esta parodia no es solamente la vida santa de los héroes nacionales sino especialmente los modos de narrarlas. El sentido del humor encuentra sus resortes en un lenguaje florido y anticuado que en este caso se utilizará para desplegar situaciones bochornosas, de escasa corrección política y, sobre todo, non sanctas.
A quien, lo confiese o no, la estampita de Ceferino le haya causado un desenfrenado deseo de pintarle los labios, hacerle bigotes o cualquier otra intervención blasfematoria, esta novela se lo cumple. La biografía apócrifa se basa en personajes, hechos y citas de los documentos reales, para dar rienda suelta a una imaginación de monaguillo condenado.
Así es que, como cabe suponer a esta altura, hará su aparición la bisexualidad de Ceferino, que si son mujeres las prefiere maduras y si son hombres, de su misma corta edad, las prácticas sádicas de Ceferino que azota casi hasta la muerte a una prostituta cuando lo vence el alcohol, la desidia de Ceferino cuando una vez instalado en Roma le dicen que deberá volver a la Patagonia para evangelizar a sus pobres compatriotas. Si el texto a primera vista resulta de un humor racista sobre todo para con los indios pintados como borrachines, minusválidos mentales, dueños de un lenguaje complicado y a la vez inútil para elaborar conceptos, se verá en la insistencia del recurso, que no se hace más que repetir sin tapujos la visión maniquea de la historia oficial. Mantiene el tono a lo largo de toda la historia que comienza con el nacimiento y casi muerte de Ceferino, el último hijo de Manuel Namuncurá que vino al mundo en Chimpay el 26 de agosto de 1886 y que se fue el 11 de mayo de 1905, cuando aún no había cumplido los 19 años. García Luna escribió este ejercicio de la duda, y en contratapa, título y notas se ocupa de decir que se trata de una broma, no vaya a ser que lo lean los encargados de darnos un santo a la patria y nos dejen sin el honor.
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