Vie 06.06.2008
las12

EXPERIENCIAS

El otro soy yo

La villa del Bajo Flores –1.11.14, según el catastro–, la más grande de la ciudad de Buenos Aires, tiene un prontuario mediático que cualquiera puede recordar: batallas campales entre narcos, vecinos y vecinas como rehenes entre esas balas, pasillos impenetrables para la ley y el orden que se supone rigen al otro lado de sus fronteras. En este terreno y sobre estos estereotipos trabajan quienes hacen Desde Adentro, un periódico de tres mil ejemplares en el que participan adolescentes y mujeres del barrio y que propone reflexiones sobre esos espejos deformes que desde afuera se imponen a la villa.

› Por Veronica Gago

En la pantalla rojo carmín de Crónica TV se lee en alarmistas letras de molde: “No creas todo lo que dice la televisión”. El efecto paródico se consigue al instante: es la contratapa de la revista Desde Adentro, hecha en la villa 1.11.14 del Bajo Flores, la más grande de la Ciudad de Buenos Aires. En su segundo número, Desde Adentro ha decidido meterse de lleno con la cuestión de la inseguridad y los miedos que pueblan el barrio y especialmente con los modos en que los medios producen imágenes sobre la villa que, a la vez que la proyectan como amenaza sobre la ciudad (haciendo de cuenta que no es parte de la ciudad o expresando el deseo de muchos de que no estuviera en la ciudad), rebota entre vecinas y vecinos de la 1.11.14 como inseguridad y miedo a la hora de decir –en la escuela o en el trabajo– dónde viven, a no poder contar con atención domiciliaria de ningún tipo –ni maestros particulares ni médicos se animan a entrar– y, finalmente, a tener que aclarar que la villa no es simplemente la escenografía del narcotráfico. Quienes escriben la revista –en su mayoría chicas jóvenes y madres (todas, a su vez, participantes de otras iniciativas y grupos del barrio)– tienen un doble objetivo: conectarse con otras experiencias y difundir formas propias de pensar y enunciar los problemas.

“LA VERDAD ESCRITA POR QUIEN LA VIVE Y NO POR QUIEN LA VENDE”

El trabajo de desmontaje mediático requiere, para el equipo de redacción, una denuncia explícita a los informes especiales que diversos canales le han dedicado a la villa en los últimos meses porque “por nuestras experiencias comunitarias sabemos que estas formas de mostrar a la violencia generan desunión entre nosotros, provocan más miedo y cobardía para enfrentarla cotidianamente”, aclaran en el editorial. Esta vez le tocó el turno a la cobertura realizada por el periodista Facundo Pastor para América 2, quien hablando de la “favela argentina” y lamentando que “en la 1.11.14 faltan los morros, el ancho mar y las garotas” (sic) se ganó un premio en Nueva York (y un escrache a doble página en Desde Adentro) contando que jugó al fútbol en el barrio con “chaleco antibalas”, que “a la villa no entra nadie, ni siquiera el progreso” y que su “paisaje es desolador”. “No somos hipócritas: no vamos a decir que acá no hay delincuencia o drogadicción. Pero creo que en todos lados, en todos los barrios de la ciudad, hay violencia y drogadicción, entonces ¿por qué decir que sólo pasa acá, por qué reducirlo a un ‘tema’ de las villas? Decir que esto es algo que les pasa sólo a los pobres genera mucha violencia hacia nosotros, hacia el barrio y en el barrio mismo”, aclara Liza Fernández, nacida en Cochabamba y habitante de la 1.11.14 desde pequeña.

El temario de cada número de la revista se decide por medio de una ruleta temática, en la que cada participante realiza su “apuesta”: el tema que más fichas conquistó esta vez fue el de la inseguridad. “Sentimos la necesidad de contar otra cosa, de producir nuestras propias palabras para decir cómo vemos lo que pasa acá”, explica Soledad Salinas, integrante además del grupo La Chispa. En un barrio donde viven –según los censos de los propios vecinos– más de 60 mil personas, de procedencias latinoamericanas diversas, es evidente que “pasa de todo”, agrega Martha Surco, una madre boliviana que también participa del comedor Victoria: “No me gusta cómo dicen las cosas en la televisión. Tenemos que aclarar que acá vivimos cosas buenas y cosas malas: acá pasa de todo. Pero los periodistas dicen que acá dentro los chicos sólo se drogan y, sin embargo, acá también hay cosas buenas para nuestros hijos, nosotras, por ejemplo, trabajamos para que esas cosas buenas existan y les dedicamos muchas horas”.

“También la inseguridad dentro del barrio surge de otro modo en las charlas y tratamos de pensar qué significa. Por ejemplo, cuando nos contamos los robos que se sufren acá mismo, muchas veces también contamos que a ese chico lo conocíamos o que al que acaban de matar era hijo de tal o que se crió con el hijo de tal otra en tal manzana. Eso es muy fuerte para nosotras y sentimos que teníamos que pensarlo de otra manera”, aclara Soledad. “Por eso, era necesario conectarlo con otras cuestiones y discutir también qué oportunidades tienen los chicos del barrio, qué pasa con la educación y con la discriminación: es decir, por qué muchos chicos y chicas no quieren ir a la escuela o se sienten expulsados de ella. Es decir: era necesario hacer todo más complejo”, insiste Liza, poniendo de relieve la dinámica opuesta a la que abunda en los medios, que simplifica y estereotipa para tranquilidad del consumidor y satisfacción del espectador.

Las redactoras advierten que no se trata de caer en nuevos eslóganesconsuelo del tipo “hace falta más educación”. “Tampoco queremos que nos vean sólo como gente carente, que necesitamos educación: eso es otro estereotipo. No es así de fácil: hacen falta más vacantes pero también hay que hacerse cargo de que los docentes maltratan y discriminan a los alumnos y a las madres del barrio, especialmente si son extranjeras. No basta con decir que hacen falta más escuelas, tenemos que discutir qué tipo de escuelas queremos para nuestros chicos”, señala Julia Butrón. La deserción escolar es cada vez más temprana: “Y los que se van de la escuela se van a refugiar a la esquina: hoy ya son pibes de ocho o nueve años. Ahí se encuentran con el paco y, obviamente, por lo adictivo que es, tienen que robar para comprarlo. Eso genera delincuencia dentro del barrio y lo nuevo es que son cada vez más chicos. Entonces, todo va ligado con todo: es una cadena muy profunda y sólo podemos enfrentarla teniendo en cuenta una gran cantidad de cosas”.

“TRANSFORMEMOS EL MIEDO EN LUCHA”

“Yo he aprendido con la revista a hablar, a conversar con las compañeras, a expresarme mejor, que es una forma de defenderme. Antes, si recibía un golpe o un reto de una persona que sentía que era superior que yo, me sentía remal y sólo me salían las lágrimas” dice Martha. También se trata de fortalecer las relaciones con otros centros comunitarios –enfatiza Agustín Garone, de La Chispa–: Desde Adentro imprime tres mil ejemplares, es de distribución gratuita (ganaron un proyecto el año pasado y tienen un subsidio del Gobierno de la Ciudad) y ya se distribuye en las villas 15 y 20 y en la Boca.

¿Hay un boom mediático sobre la villa 1.11.14? Iván Ciro considera que es evidente: “Creo que estos terrenos valen mucho y que nos querrían correr. Nos hacen viviendas no porque crean que tengamos que vivir mejor, sino porque saben que eso eleva el costo de vida porque en los departamentos tenés que pagar la vivienda en cuotas y además todos los servicios, y así, por imposibilidad de afrontar los gastos fijos de una casa, obligan a que se vayan de a uno”.

“Al mismo tiempo creo que nos quieren mantener acá adentro, bien delimitados –señala Liza–. Por eso cuando agregan salitas de salud o escuelas lo hacen bien al costado de la villa: creo que es una estrategia para que no salgamos, para que no nos vean en otras partes de la ciudad. Es una forma también de fortalecer las fronteras de la villa”. “Hay además una lógica de los medios: lo que vende es una noticia que habla de narcotráfico y violencia. Sobre todo porque quien la consume construye al otro como todo aquel que yo no quiero ser: de ahí surgen los estereotipos de delincuente, drogadicto, villero, etc.”, señala otra redactora, Natalia Zurraco. “Sí, pero eso también pasa entre los vecinos de la villa –dice Iván–, y es terrible porque dejás de juntarte. Por eso el grafiti que está en la puerta: ¿qué está pasando con la unión en el barrio?”. Una cuestión –la del miedo entre los vecinos– no menor si se tiene en cuenta que la villa entera logró tener los servicios básicos gracias a luchas de un potente cuerpo de delegados y delegadas que organizaron una representación democrática manzana por manzana en el 2000.

El miedo va y viene. Entre y sale. Es entre los de adentro y, simultáneamente, es lo que pasa afuera. Es lo que generan otros y es también lo que se siente en carne propia. Por eso es difícil acotarlo, definirlo con precisión. Porque el miedo se desparrama rápido, Desde Adentro intenta detenerlo, pensarlo, contarlo. “Yo soy parte de un grupo de mamás que tenemos chicos especiales y por otra compañera, Ana María, me acerqué a la revista –dice Marcela Arana–. ¿Qué es para mí y para mis compañeras lo inseguro? Que nosotras necesitamos cierta atención domiciliaria de parte de maestros especiales y de médicos y kinesiólogos pero, como este barrio está considerado ‘zona peligrosa’, los especialistas no entran, no se animan. A la vez, cuando vas a pedir trabajo y das la dirección de acá es seguro que te van a rechazar. Para mí eso es lo inseguro y lo problemático de vivir acá.”

“Frente a esto no queremos soluciones violentas, ni justicieros por mano propia. Creemos que hay que apropiarse de los espacios públicos”, dicen quienes hacen la revista Desde Adentro. Un adentro que no es de encierro, que resiste a que la villa quede cercada y distanciada de la ciudad y que, al mismo tiempo, quiere mostrar que lo que pasa ahí dentro es también una apuesta de miles por vivir más allá de las fronteras.

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