Viernes, 13 de junio de 2008 | Hoy
VISTO Y LEIDO
Por Liliana Viola
André Gorz
Carta a D. Historia de un amor
Editorial Paidós
110 páginas
Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Te escribo para comprender lo que he vivido.” Así comienza este libro que en realidad es transcripción fiel y completa de la larga carta que el filósofo y periodista, cofundador de Le Nouvelle Observateur y uno de los principales referentes de la ecología política, comenzó a escribirle a su esposa en cuanto supo que una enfermedad iba a matarla en breve. Siempre es en breve, claro. Por eso, la escritura, que se demora en los detalles más privados y que parece deambular guiada por la fuerza de los recuerdos que vienen y vienen, y por la necesidad de expiar todas las culpas, está sometida a la tensión de dos ritmos. El de adentro y el de afuera. La demora (ilusión de eternidad) y la prisa (el cuerpo de la mujer que se deteriora sin pausa). Este escritor, considerado uno de los padres del último anticapitalismo francés, da cuenta a su vez de su estirpe existencialista –Gorz formó parte del comité de dirección de la revista Les Temps Modernes fundada por Jean Paul Sartre– en este recuento público de una experiencia con el amor y con la muerte.
Muy poco tiempo después de publicado este texto, Gorz se suicidó en compañía de su esposa en su domicilio de Vosnon, Francia, donde estaba retirado desde la década del ’90. Según varios testimonios, los cuerpos de los dos fueron hallados sin vida, el uno junto al otro, mientras un cartel colocado en la puerta pedía que se avisara a la Gendarmería. Su libro, publicado poco antes, terminaba con estas palabras: “A ninguno de los dos nos gustaría sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos”. Gorz supo convertir su última publicación no en una “Carta al Sr. Juez” simplemente, sino en una invitación a la boda.
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