Viernes, 29 de noviembre de 2002 | Hoy
PERSONAJES
Hay otra Belén Blanco. Bien distinta de la que cuenta la leyenda periodística local. Reflexiva, gentil, estudiosa, con un fondo de melancolía, últimamente también dedicada a la fotografía, la actriz atraviesa la exitosa serie “Tumberos” en el rol de la abogada-detective Lorena, después de haber descollado este año en la pieza Murmullos.
Por Moira Soto
Está hasta el flequillo
de que la prensa machaque con su presunto perfil de chica darky, retobada, caprichosilla,
arrogante... cuando, como ella dice, “puedo ser algunas de esas cosas,
pero no las 24 horas”. Conversando con Belén Blanco en el living
de su casa, rodeada de libros –de teatro, de arte–, mientras su gato
siamés intenta meterse en el bolso de la cronista, esa imagen tirando
a hostil alimentada por tantas notas se disuelve para dar lugar a una chica
atenta, inteligente, sensible, con mucho sentido del humor, apasionada, cinéfila.
Que seguramente tuvo su etapa rebeldona en la adolescencia y que con razón
se hartó del periodismo indiscreto, obstinado en meterse en su vida privada.
Y ahí sí que Belén Blanco no ha transigido, en ese punto
mantuvo –y sigue manteniendo– una férrea integridad: desde
muy joven tuvo claro que quería trascender por su trabajo, sólo
por su trabajo. Una elección que la liga a su admirada Isabelle Huppert
(“la mejor actriz del momento”).
Desde los 17, Blanco –que ya venía estudiando teatro desde la temprana
adolescencia– ha estado haciendo televisión, teatro, cine, no siempre
a través de personajes tan sombríos y retorcidos como se suele
suponer. Durante la entrevista, surge el recuerdo de –entre otros laburos–
Roberto Zucco de Koltès (“uno de mis autores favoritos”); El
amor de Bizzio y Guebel (zarpado delirio sobre la pasión que interpretó
junto a Cristina Banegas, María José Gabin y Gabriel Goity: “Algunos
nos dieron con un caño, pero estuvo buenísimo”); las primeras
andanzas televisivas dirigidas por Rodolfo Ledo y Alejandro Doria; el incomprendido
“Leandro Leiva” de Migré; el Don Juan de Molière y especialmente
Los invertidos, con puesta de Alberto Ure... Y aunque el cine quede para otro
encuentro, vale recordar que B.B. estuvo en El caso María Soledad, El
impostor, Picado fino, en el notable corto de Javier Olivera, Las devotas. La
actriz –que cita entre sus films de cabecera La mujer poseída y
La mujer pública de Zulawski– tiene pendiente el estreno de Bajar
es lo peor, realización de Leyla Grunberg que se demoró en su
etapa de posproducción. Según Blanco, todavía está
en veremos su participación en la producción televisiva “Disputas”,
que coprotagonizaría con Mirtha Busnelli, Dolores Fonzi, Florencia Peña
y Erica García.
Belén Blanco dice que no le preocupa demasiado el futuro, menos aun el
pasado: “Por supuesto, no actuar me provoca angustia... Y actuar me provoca
angustia: son angustias diferentes, claro. No tengo demasiadas certezas, la
incertidumbre me acompaña. Antes de preocuparme por lo siguiente prefiero
terminar ‘Tumberos’: no falta mucho, pero lo que queda es difícil,
se va a dar vuelta la historia de una manera desconcertante...”.
En “Tumberos”, la impactante creación de Adrián Caetano
que trepó sorprendentemente en el rating –coprotagonizada por Carlos
Belloso, Germán Palacios, Roly Serrano, ahora con la presencia magnética
de Alejandro Urdapilleta–, B.B. es una especie de Ariadna que intenta ayudar
a su Teseo (Palacios) a salir de la prisión del Minotauro (¿Belloso?¿Serrano?)
para lo cual devana el hilo de la investigación. Lorena Rodríguez
es un personaje con algo recóndito, inabordable, que la actriz –exaltada
su sugerente, original belleza por primores de luz y encuadre– encarna
con afinados recursos.
En la boca del lobo
–¿Qué
sabés de Lorena, esa chica que va del mundo exterior al interior de la
cárcel, que intenta revelar el revés de la trama, pero se guarda
sus propios secretos?
–Ella es el punto de vista del mundo exterior, pero desde una mirada personal,
fresca, abierta, de alguien que va aprendiendo. Lorena tiene sin duda algo de
detective, un estilo que no responde al de un abogado clásico. Es una
especie de investigadora que va tanteando sobre la marcha. Una abogada incipiente,
más bien atolondrada, no es nada canchera ni comehombres. No quise que
tuviera los tics típicos de la profesión. Ella pasó de
servir café en la oficina a hacerse cargo del caso Ulises Parodi. Se
equivoca bastante y por inocencia se mete en lugares que evitaría una
persona más precavida.
–¿Se la puede asociar con esas heroínas del cine de terror
que bajan en camisón, candelabro en mano, al sótano oscuro, entrando
directamente en la boca del lobo?
–Sí, claro, ¿nadie les avisó que las acecha el peligro?
Lorena no sabe bien hacia dónde ir, pero ella avanza. A mí me
gusta algo de su sensibilidad. ¿Por qué defiende a Parodi? No
tengo una respuesta clara. Ella dice que lo hace por plata y es verdad que la
necesita. Pero hay algo más: es un personaje que quiere romper con algo
de su vida. Chica de clase media que sabe que ésta es una oportunidad
para ella, que es una aventura total. Está como perdida, y no se detiene.
No es especulativa, su forma de conectarse con Ulises demuestra su deseo de
ayudarlo. Sacar provecho no es lo que mueve a Lorena. Ella viene de una familia
muy formal, la casa de su madre –esos empapelados, esos platitos colgados–
describe muy bien un estilo quedado en el tiempo, tiene cierta melancolía,
me parece. Como yo, como ella, como casi todo el mundo...
–Es llamativo cómo trabaja el director las entradas de Lorena en
ámbitos donde es sapo de otro pozo: ella entra en la disco y con ella
una energía física y una fuerza moral que la distinguen del entorno,
lo mismo cuando ingresa en la enfermería del penal. Sin alardes de ninguna
especie, produce una especie de tensión, de choque.
–Creo que es como decís. Pero debo confesarte que yo miro el programa
un poco escondiéndome, fijate qué raro. Me miro de a fragmentos,
como cuando una se desnuda frente al espejo y piensa: esta parte no la quiero
ver... Un poco de pudor y mucha autocrítica. Lo que siento con este personaje
es que desarrollo una espontaneidad de la que tengo conciencia por primera vez.
Trabajar con pocos elementos el perfil del papel es un desafío interesante.
Por otra parte, siempre he pensado que la ropa era importante para armar un
personaje. Lorena lleva prendas que no tienen actualidad, como atemporales.
Ningún adorno, no quería nada que llamara la atención,
tampoco canje, nada referido. Para mí es fundamental que la ropa represente
al personaje. Lorena no le da mucha bola a su arreglo, es discreta, tímida,
no busca impresionar. Es muy novata en todo.
–¿Vos te inventás algún monólogo interior para
darle espesor?
–Sí, algunas cosas me invento, lo necesito. A partir de charlas
con Adrián, imaginé, escribí sobre Lorena. A ella le apasiona
lo que hace, es una idealista: lo que más me gusta de ella es esta disposición.
En algún punto la relaciono con uno de los personajes de La vida soñada
de los ángeles, que llevaba a cabo acciones sin explicación que
te emocionaban. Eso tiene Lorena.
–Finalmente, ¿Lorena te libera de ese estereotipo de chica sombría,
retorcida, en que te ha encasillado el periodismo?
–Ay, me encanta oír eso. Sin ir más lejos, Lorena me libera
de la hacker del año pasado, me da la oportunidad de trabajar en otra
zona. ¿Qué tergiversación es esa de confundirte con un
personaje? ¿Se lo creen de verdad?
–¿Es casi un agravio al oficio que elegiste, a años de estudio?
–Exactamente. Creo que éste es un medio muy duro, de gente muy dura,
donde ciertas cosas no son aceptadas: que digas la verdad no está permitido,
por ejemplo. Que seas tierna, menos. Por suerte, yo desde el principio tuve
oportunidad de trabajar con gente muy buena, muy talentosa. Personas que me
respaldaron, más allá del soporte que me dio el estudio. Ahora,
me siento muy cuidada en “Tumberos” por Adrián, un artista
absolutamente intuitivo, con una mirada muy profunda sobre las cosas, que se
conecta mucho con los actores. Volviendo a la pregunta anterior: no sé
si Lorena me liberó del todo del estereotipo –eso lo dejo en manos
de los opinadores– pero puedo decir que es uno de esos personajes que te
permiten descansar un poco, porque emocionalmente no te devoran, no te agotan
como me pudo haber agotado el de la obra Murmullos, que me dejó de cama
un mes... Así: alerta roja. Qué contenta estuve cuando supe que
Lorena no tenía que llorar, que podía transmitir otras emociones,
otros estados. Fue como un aire refrescante.
–Es evidente que tenés un acentuado sentido del humor. ¿Para
cuándo una comedia romántica, lunática, delirante?
–Es cierto, tengo mucho humor, pero en principio me gustaría hacer
una heroína romántica, te juro, tipo La historia de Adele H de
Truffaut. En cuanto al humor, más que un Neil Simon preferiría
a Alfred Jarry, cuyo Ubú Rey me parece genial. Cuando era chica no tuve
una buena experiencia con la risa del público, es un tema que quizás
tengo que revisar. Igualmente creo que poder hacer reír a la gente es
maravilloso, mejor que hacer llorar. En la vida, me gusta mucho el humor negro,
reírme de situaciones trágicas, de las desgracias, aunque a veces
me da un poco de culpa. Y me río mucho de mí, eso me parece imprescindible.
Creo que te ayuda a ser más inteligente, ¿no?
–Esa incertidumbre que decís que te acompaña, ¿no
pone en duda tu tempranísima vocación de actriz?
–Es que yo a los 7 ya sabía que quería actuar de verdad.
Raro, porque siempre fui muy tímida, y cuando empecé a estudiar
teatro sufría muchísimo, no pasaba a hacer los ejercicios, me
daba vergüenza. Por otra parte, vengo de una familia que no tiene nada
que ver con la actuación, no tenía referencias cercanas en ese
pueblito de la provincia de Buenos Aires donde me crié. Pero para mí
era un mundo desconocido, prometedor, fantástico...
–¿El armado minucioso de cada personaje es la base de tu actuación?
–Cuando actúo no puedo no imaginar una música, una pintura
del personaje. Al empezar “Tumberos”, le pregunté a Adrián
qué podía ver, y me recomendó una gran película
de Laurence Kasdan, Un tropiezo llamado amor, con Geena Davis en una actuación
muy compleja, genial. Yo necesito una referencia, un comportamiento de alguien
que conozco, algo que me alimente más allá del texto. Es raro
cómo se construye un cachitingui, in cachiquisqui, no sé... como
un carrito con cosas, le vas poniendo, le vas sacando. Quizás haya que
ser un poco desequilibrado para ser actor, actriz. Una persona con una emocionalidad
totalmente armónica, no va. Es raro que tanta gente quiera actuar. ¿Qué
se imaginan? Creo que hay un equívoco, gente que quiere figurar. Mi mamá
siempre me decía que era bueno esto de haber encontrado un camino propio.
Mis viejos respetaron mucho mi deseo, me llevaron al teatro... Son lo más
en ese sentido. Igual, aunque esté convencida, es raro esto de la vocación:
¿será el propio deseo o el deseode los otros? ¿Cómo
surge la idea? ¿Se elige realmente ser algo, hacer algo?
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