Vie 19.09.2008
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ACTUALIDAD

El desborde de la frontera

La masiva movilización de bolivianos y bolivianas que viven y trabajan en nuestro país excedió los límites de lo declamativo y se presentó en plena ciudad como una fuerza casi siempre invisibilizada, capaz de organizar su reclamo aun cuando esta comunidad parezca dispersa y en número suficiente como para influir en las decisiones políticas de su país, aun fronteras afuera.

› Por Veronica Gago

En las últimas semanas, desde el referéndum revocatorio realizado en Bolivia, hasta los conflictos del pasado fin de semana en el oriente de ese país, Buenos Aires tuvo una sucesión de manifestaciones bastante inéditas. Miles de bolivianas y bolivianos de Bajo Flores, Liniers, González Catán, Moreno, Escobar y otros tantos puntos de la ciudad y el conurbano ocuparon sus calles. Con cuerpos y rostros que pasan casi desapercibidos en el trajín cotidiano y que viven en barrios donde su invisibilidad está aceptada porque hace funcionar la máquina de distribución de lugares jerárquicos, de racismos no tan encubiertos, de servilismos institucionalizados.

Se visibilizaron como expulsadas/os de su país por razones económicas durante el neoliberalismo pero también como un flujo que no se ha interrumpido en los últimos años. Ahora con nuevas formas: la oferta del trabajo en talleres textiles en Argentina sigue siendo un atractivo en El Alto o en Oruro. Pero también ciertos trabajos a destajo en los puertos del sur del país. Además de la producción de frutas y verduras destinada a la Ciudad de Buenos Aires que depende hoy en gran medida del trabajo de quinteras y quinteros bolivianos, productores/as que no figuraron de ningún modo en el así llamado debate sobre el campo.

Su aparición masiva en el espacio público, en las calles de la ciudad, implica la movilización de una fuerza política más allá de las fronteras en un doble sentido. Más allá de las fronteras políticas nacionales en la medida que no se trata sólo de festejar la solidaridad entre gobiernos ni de actualizar las clásicas consignas antiimperialistas que suelen ser el cotillón retórico de toda marcha, sino de una fuerza dispersa que aun fuera de su territorio decide organizarse políticamente y hacerse pública. Pero también más allá de las fronteras de la propia ciudad: porque recorrer las calles porteñas encabezando y convocando a otros/as hace que se vuelva a los propios barrios de otra manera, con otra experiencia que no es la del encierro ni la invisibilidad.

El proceso de movilización social que experimenta Bolivia por lo menos desde el 2000 es difícilmente comparable a otras situaciones latinoamericanas, en particular por la dinámica que ha creado de apropiación social de recursos y de puesta en discusión de una agenda de los movimientos sociales. Evo Morales es también parte de esa compleja dinámica: basta recordar que cuando asumió –en enero de 2005– terminó su discurso en el Parlamento diciendo que su política sería la de “mandar obedeciendo”, una consigna del zapatismo mexicano reinterpretada paradójicamente desde el poder estatal.

Ahora queda en pie la disputa por el reconocimiento de las/os migrantes bolivianas/os como fuerza económica, productiva y política (la ley del derecho a voto para los migrantes está actualmente trabada en el senado boliviano) tanto en Bolivia como en los países de destino. En Argentina hay más de un millón y medio de bolivianas/os. Por lo que probablemente Buenos Aires sea la ciudad con más bolivianas/os después de La Paz y El Alto. Por eso es tan importante que ese reconocimiento se reclame políticamente en las calles porteñas.

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